Assange, cuando la estupidez y la publicidad devoraron al mito

Assange, detenido./ El Confidencial
Assange, detenido./ El Confidencial

El narcisimo y la egolatría devoraron a un héroe que nunca lo fue, porque Wikileaks no aportó nada a lo que todos ya sabíamos.

Assange, cuando la estupidez y la publicidad devoraron al mito

Que nos quede claro que lo que hizo Assange fue poner en peligro la integridad física de toda una nación y, seguramente, la del resto de países que conforman la OTAN.

El idealismo murió con Beethoven y con aquellas lanchas de Greenpeace que perseguían, allá por los ochenta, a los barcos balleneros (qué tíos) . El idealismo queda siempre muy bien en las agendas de Mr. Wonderful, y cuando te paseas por Bloomsbury a media tarde, y también en los catecismos de los niños y niñas que van a hacer su Primera Comunión.

El problema de Assange no es que no midiera bien sus fuerzas. El problema de Assange es que no estaba preparado para conocer la verdad.

Conducirse, después de todo lo que cayó en el siglo pasado, hacia el pacifismo como una forma de asegurar la estabilidad de las democracias es un camino hacia el suicidio.

Lo peor de todo es que nunca entendí la mitificación de Assange; el cine americano de los ochenta y un escritor como Don DeLillo ya habían manifestado tiempo atrás en qué consistía la política exterior americana.

¿No es evidente que la seguridad de las democracias depende de un mar de fondo, donde el abuso de poder y la violación de derechos humanos son más que significativos en determinados contextos?  ¿Acaso no sabías que, en este mundo, en este jodido mundo, solo puedes elegir entre el fascismo de las democracias o el fascismo de las dictaduras que han de venir?

Assange y los suyos nunca lo vieron claro; el fascismo de las democracias garantiza ese café que te tomas cada tarde en tu Starbucks y tu indemnización por despido.

¿En qué mundo vivías, Assange? ¿Cómo llegaste a tener ese poder? ¿Cómo confiaron en ti? Alguna vez debiste ser un tipo muy inteligente. ¿Qué pasó después? Un mal día, supongo. Basta solo con tener un mal día.

Lo peor de Assange es que cayó en el peor de los pecados capitales, la gula. La gula del egocentrismo y la vanidad, la gula de las cámaras, la gula de ser el nuevo imán de las protestas contra los toros, Hernán Cortés y el Valle de los Caídos, y el capitalismo lo fulminó, lo convirtió en un icono, en un logo, en un estampado para camisetas, en hastag.

Y cuando eres hastag, estás condenado a desaparecer en poco tiempo. Y eso ha sucedido. Personalmente, un tipo que toma partido a favor del independentismo catalán y de los rusos, con tal de joder la unidad de Europa me induce a pensar que guarda algo más que cadáveres en el armario. Cambiaste de enemigo, y eso te hizo enormemente patético, al menos para mí. Pero hay enemigos y enemigos, y tú elegiste mal, para colmo, lo que me lleva  a escribir que no eras un tipo tan inteligente.

Pero lo peor de todo no es todo lo anterior, sino tu salida de la embajada, querido Assange. Sin glamour, sin alfombra roja, sin camisa a rayas, pese a estar en Londres. Algo así no tiene perdón. Vi a un hombre sucio, gordo, con una barba sucia también, desaliñado. Vi a un tipo perdido en la muchedumbre de los policías. Eras un hombre más, perdido en sí mismo. Esa barba y esa obesidad ya no te hacían inmortal.

Fuiste un fraude para las cámaras, para esos jóvenes y no tan jóvenes que piensan que las libertades de las que disfrutan se consiguen solo con el pacifismo y el diálogo. No, nunca fue así.

La verdad es jodidamente enrevesada, Assange, jodidamente fascista, jodidamente capitalista, jodidamente secreta, pero ya sabes lo que toca, si quieres vivir con agua corriente y wi-fi gratis en las aulas universitarias.

No hay nada inocente en un mundo como en el que vives, Assange. Admítelo. No dijiste nada que no supiéramos. Qué triste. Putin te podría dar también algunas lecciones. Su pueblo lo sabe. Si no lo votas, votarás el caos, así me lo dijo una ingeniera rusa, mientras limpiaba el ascensor de mi edificio y yo le preguntaba.

Y, cuidado, Assange, con los símbolos; ese pulgar hacia arriba tiene su origen en uno de los imperios más sanguinarios que poblaron Europa: pregúntate qué fue la paz romana. Pregúntate cómo la consiguieron. Pregúntate por qué.

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