Resurge el lobby nuclear

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Resurge el lobby nuclear
España tiene un presidente que en su investidura se manifestó contrario a la energía nuclear, del mismo modo que otros dirigentes occidentales. Sucede también que España funciona en parte gracias a ese tipo de energía y que ahora la situación del petróleo -y del gas, que cotiza vinculado al precio del barril del crudo- hace que el que más y el que menos tenga que ser muy cauto cuando hable de este tema. La oposición tampoco es la abanderada de las nucleares, pero sus líderes están dispuestos a estudiar el asunto en serio. Del mismo modo que las empresas eléctricas.

Todo indica que el debate no ha hecho más que reabrirse, si bien noticias como el 20º aniversario del desastre de Chernobil o el cierre de la anticuada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, condicionan su desarrollo y el sentir de la opinión pública. Mientras sigue también la búsqueda de un pueblo en España que quiera albergar los residuos de las centrales, el lobby nuclear se abre hueco, con la ventaja de que sus argumentaciones tienen ahora más lógica que nunca, por muy incómodo que resulte hacerle caso.

Zapatero debería ser claro en este nuevo frente que se le abre, sea cual sea su determinación sobre la moratoria implantada por Felipe González y que concluyó hace ya unos ocho años. Un país tan dependiente como España del petróleo y -admitámoslo- tan ineficiente en términos energéticos necesita tener una política definida. En este caso no se trata de hacer discursos para la galería ni de dibujar equilibrios políticos tejidos como el encaje de Camariñas. Es tan sencillo como que hay que garantizar que en el futuro podamos seguir encendiendo la luz. Y si la solución no es la nuclear, el país y sus empresas necesitan saber cuál es.