La fusión de las cajas prueba que Galicia existe

La fusión de las cajas gallegas es prácticamente un hecho, fruto de un pacto complejo cuyo verdadero alcan
La fusión de las cajas prueba que Galicia existe

La fusión de las cajas gallegas es prácticamente un hecho, fruto de un pacto complejo cuyo verdadero alcance aún consumirá un cierto tiempo definirlo, conocerlo y digerirlo. Ya tiene un par de buenos titulares, pero muy poca letra pequeña, y todos sabemos lo aficionados que son los financieros a la letra menuda que nos hacen firmar. Por tanto, estamos ante una condición necesaria pero no suficiente para que podamos ser ya concluyentes, si bien es indudable que estamos ante una noticia de alcance para toda Galicia y, en especial, para Vigo y A Coruña; de entrada por este orden.

El morbo suele conducirnos en este tipo de asuntos a ver quién ha ganado y quién ha perdido y, sobre todo, a querer saber quién es el caballo vencedor. Pasa en Galicia y en cualquier país donde se han acometido fusiones financieras importantes. Para resumir, todo salió razonablemente bien, si tenemos en cuenta que pudo acabar como el rosario de la aurora. Si alguien ha perdido es quien quiso ir contra las columnas de la fusión, entre ellas Julio Gayoso, como símbolo de Caixanova. Digámoslo claro: esta fusión no existiría con la ley de Feijóo y del BNG y con las consignas periodísticas del diario coruñés La Voz de Galicia, entre otras razones porque quisieron cargarse literalmente nada menos que a quien será el primer presidente de la nueva caja.

¿Quiere eso decir que ha fracasado el presidente de la Xunta? No, pero tampoco quiere decir que se haya impuesto, una vez frenado en seco por el PSOE, cuyas actuaciones institucionales desde Madrid y Galicia –en este caso bajo el liderazgo de un político como Pachi Vázquez, al que no le tiemblan las piernas– contribuyeron a un equilibrio impensable al comienzo del proceso. Feijóo se ha curtido mucho en esta operación, que a él le sirvió para estrenarse como gobernante de un país; es decir, como un político que debe ser algo más que el jefe de filas de un partido.

Gayoso y Feijóo son, por tanto, protagonistas de excepción, del mismo modo que Mafo, el gobernador del Banco de España, aunque este apenas se dejara ver, para limitarse a influir a su manera. Tampoco se expuso mucho que digamos José Luis Méndez, cuya figura financiera aún está, sin embargo, a tiempo de tener su turno. Quien no se ocultó, sino que se multiplicó, fue el alcalde Abel Caballero, autor de un impagable trabajo a favor de Caixanova.

¿Problemas? Seguramente aún habrá muchos y de muy diverso tipo –financieros, laborales, sociales, políticos... e incluso culturales–, pero sobre todo hay uno que está por venir: la ley de cajas de Zapatero y Rajoy, que abrirá la mano a la privatización parcial de las entidades de ahorro. Por eso es tan importante hacer cuanto antes los deberes financieros de esta fusión que gestionarán José Luis Pego y Javier García de Paredes, ya que de lo contrario la nueva caja podría perder su carácter público, hasta diluirse el espíritu gallego con el que supuestamente nace. Aquí sucede un poco como en el fútbol, que ganas un partido y, sin tiempo para disfrutarlo, ya hay que pensar en ganar el siguiente. Ojalá que sea posible hacerlo sin reproches, como acertadamente dijo Feijóo, en una nueva señal de su madurez y pragmatismo.

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La pregunta de si ganó Vigo o ganó A Coruña con la fusión es incómoda, pero es menester afrontarla sin temor, ya que en un país democrático no debe haber jamás preguntas incómodas. Es evidente que Vigo ha ganado en función de su dimensión financiera, que al menos hasta ahora era inferior a la de A Coruña. Pero, sobre todo, Vigo ha ganado en otra cosa: en dimensión gallega. Por tanto, la gestión de la futura caja de Galicia ya no podrá concebirse en clave local, a riesgo de que se malogre.

Más que situarse a la defensiva, como tantas otras veces en el pasado, Vigo tiene ahora opción a asumir una parte importante del liderazgo financiero de Galicia, en un escenario novedoso para todos, que seguramente traerá nuevas oportunidades. Si algo aprendimos tras tantos meses de fuertes tensiones es que el pluralismo es indispensable para Galicia. Y que es posible alcanzarlo. Lo saben bien, por ejemplo, quienes han visto derrotados sus interesados argumentos a la vista de todos los gallegos.

 

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