Se acabó la fiesta: llegó la Covid-19 y mandó a parar

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Los escenarios móviles producidos en Galicia son un producto tecnológicamente puntero

El juego de palabras del título, basado en la letra de la conocida canción de Carlos Puebla, permite volver la mirada hacia un sector económico que sufre los destrozos de la Covid-19 con especial virulencia: la “industria” gallega de la verbena.

Se acabó la fiesta: llegó la Covid-19 y mandó a parar

En Galicia, cuando se hace recuento de las víctimas económicas y empresariales de la Covid-19, se suele centrar la atención en las grandes industrias y, mientras tanto, queda fuera de foco el drama de otros sectores, huérfanos de atención mediática. Uno de estos casos es el de la verbena gallega.

En plena canícula, en tiempos de una añorada normalidad, esta industria autóctona estaría en temporada alta, con sus empresas fabricando un tipo de entrenamiento especialmente valorado por una parte importante de la población gallega. La pandemia ha traído consigo la paralización total y absoluta de un sector que está resultando especialmente golpeado por las circunstancias. Su fuerte carácter estacional, así como las especificidades del negocio y de la regulación de las relaciones laborales, convierten tanto a empresarios como a trabajadores en colectivos especialmente vulnerables.

La dimensión económica del sector

En las 3.771 parroquias con que cuenta Galicia se organizan aproximadamente unos 7.000 días de fiesta al año. Según fuentes consultadas del sector, la producción del espectáculo en torno al cual giran estas fiestas corre a cargo de unas 250 empresas. Son pequeñas y medianas empresas en su práctica totalidad, pero la cifra de negocio real conjunta rondaría, en una estimación conservadora, los 45 millones de euros. Se trata de una actividad que genera unos 2.500 empleos directos, con picos puntuales de hasta 3.000. Así pues, un amplio elenco de profesionales, entre los que se encuentran artistas, agentes comerciales, montadores, técnicos de luz y sonido, conductores, etc. ven peligrar sus ingresos y sus empleos.

Estos datos revelan que, en términos de dimensión y estructura organizativa, este sector no tiene parangón en otras comunidades autónomas. Podría decirse que estamos ante un hecho diferencial con indudables raíces culturales, lo cual agranda la magnitud de sus implicaciones económicas y sociales en el contexto gallego.

Dinamización económica e innovación

La producción del espectáculo que proporcionan las orquestas arrastra otras actividades auxiliares y complementarias. Con frecuencia actúa como elemento dinamizador de las economías locales y, en particular, del pequeño comercio de proximidad, aspecto este que resulta especialmente relevante en los núcleos poblacionales de menor dimensión.

Cada temporada, más de 200 vehículos pesados recorren unos 15.000 kilómetros a lo largo y ancho de la geografía gallega y provincias limítrofes. Estos vehículos transportan grandes y sofisticados escenarios móviles que, en algunos casos son un prodigio de innovación tecnológica. Con el añadido de que el diseño y fabricación de estas infraestructuras se lleva a cabo en Galicia y por empresas gallegas, que elaboran un producto reconocido como puntero en las ferias internacionales del sector.

Una de las peculiaridades de este tipo de infraestructuras es que suponen inversiones con plazos de amortización inusitadamente cortos, lo cual, en circunstancias como las actuales, puede generar presiones financieras insostenibles para algunas empresas del sector.

Patrimonio cultural, simbólico y emocional

Más allá de los efectos económicos tangibles y medibles en términos estrictamente monetarios, la celebración de fiestas patronales y verbenas genera bienes intangibles que inciden muy directamente en el bienestar subjetivo de la población, en su estado de ánimo, en la autoestima colectiva, y también son fuente de identidad y de cohesión social. Estos efectos no tienen precio, pero sí un indudable valor.

Lo cierto es que esta pandemia puede generar daños irreversibles en un activo que forma parte del patrimonio cultural, simbólico y emocional de los gallegos. Nunca mejor dicho, el tiempo es oro y si no se adoptan medidas de urgencia que permitan sobrevivir a las empresas hasta mayo de 2021, las quiebras se sucederán en los próximos meses, con el consiguiente impacto económico y social que ello conlleva. Por eso, “la fiesta” en Galicia debe tomarse muy en serio. @mundiario

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