Ni este gobierno ni el anterior han tenido coraje para explicar la situación económica

Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba / Telecinco.
Rajoy y Rubalcaba / Telecinco.

Los especuladores se sienten seguros y al amparo del desgobierno reinante venden a precio de saldo empresas de buena trayectoria hasta no hace mucho. El panorama es desolador.

Ni este gobierno ni el anterior han tenido coraje para explicar la situación económica

Desde finales del 2007 en que la crisis financiera comenzó su devastadora expansión, ningún Gobierno de España tuvo el coraje político guiado por la responsabilidad ética de dirigirse a los ciudadanos para explicarles de forma pormenorizada en la situación en que nos hallábamos. El anterior y éste se extenúan y nos aburren con el conocido teatro de sombras, pero nada es más congruente con su gran pequeñez, que la afición a la comedia patética. Hay quienes dicen que tenemos lo que nos merecemos, pero nunca estuve de acuerdo con esa afirmación. Pienso, por el contrario, que la sociedad española se ha mostrado madura en ocasiones y circunstancias muy variadas pues en todas ellas afrontaba colectivamente un gran riesgo. 

En las actuales, los españoles siguen sufriendo diariamente a pesar del esfuerzo realizado durante años por seguir detrás de un sueño convertido en pesadilla por unas élites sumidas en la indignidad. Nuestra sociedad, a medio camino entre la vergüenza y la perplejidad, se muestra impotente para hacer frente a la debacle institucional propiciada por la corrupción que deshace su legitimidad; hastiada por las corruptelas políticas y las trampas financieras; paralizada por la pasividad de los poderes públicos ante los retos y las exigencias que la crisis ha revelado. Ayunos y huérfanos de conocimientos políticos, desprovistos de herramientas legales adecuadas para hacer frente a los abusos del mundo financiero y empresarial, embrutecidos por unos medios degradantes en su mayoría, alelados por sistemas educativos sin perspectiva, apartados de la cultura, del arte y del pensamiento, los ciudadanos españoles saben que están solos y así se enfrentan al drama del paro prolongado o a la abyecta explotación de su trabajo, mientras miran de reojo al funcionario público con puesto asegurado durante toda su vida laboral. No es de extrañar que la ambición más generalizada sea la de alcanzar lo que muchos conciben como una bicoca, mientras que la inversión en investigación básica y aplicada cae en picado y los más preparados no encuentren otra alternativa que la de marchar a otros destinos.

Intrincado laberinto 

Cuando este intrincado laberinto comience a formar parte de la memoria y en vías de ser superado, seremos conscientes del tiempo perdido porque el mejor y mayor recurso, la inteligencia, no ha sido cuidado. 

Los ciudadanos asisten atónitos al vaciamiento del Estado, a los constantes desafíos de políticos irresponsables y vergonzosamente oportunistas como los nacionalistas. Las empresas financieras siguen abusando de su preeminencia y el ciudadano como consumidor es despreciado. Los especuladores se sienten seguros y al amparo del desgobierno reinante venden a precio de saldo empresas de buena trayectoria hasta no hace mucho. El panorama es desolador y la perspectiva se nos muestra devastadora. ¿Futuro? ¿Qué futuro espera a los jóvenes mientras las élites se embolsan cifras astronómicas tras dejar tras de si la simple ruina, exhibiendo un repugnante patrioterismo de billetera? No nos pueden engañar durante más tiempo porque nada más lejos de la realidad que padece y en la que se encuentra inmersa la mayoría de la sociedad española que el pronóstico que de su economía hacen con arrobo los voceros del Gobierno. 

La fiesta es para las rentas más altas, cuyos ingresos se han multiplicado por cinco respecto de las más pobres ya que sus salarios han encogido y el paro ha hecho acto de presencia en la unidad familiar. La sociedad española, el conjunto de asalariados, jubilados, jóvenes y las clases medias se han empobrecido ostensiblemente y son aquellos a los que sin nombrarlos un Gobierno de desleales pide esfuerzos y privaciones continuados, mientras templa gaitas con los venales, socorre a los tiburones de las finanzas, presta asistencia al cambalache de empresas y se dobla ante las petulantes exigencias de tecnócratas amorales. Estas son las caras de la moneda a la que el Gobierno del señor Rajoy intenta infructuosamente poner de canto. España es el país que más está sufriendo de los de su entorno el hundimiento de las rentas más bajas, lo que se traduce en un empobrecimiento severo que coloca a las personas por debajo del nivel de la pobreza lata, apreciándose más de un 5 % ese incremento frente a la mitad de otros países como Francia, el Reino Unido, Alemania, Dinamarca, etc. De modo que el proceso de acercamiento a dichos países no sólo se ha visto frenado sino que ha involucionado. Parejas con hijos y jóvenes han sido los más afectados, constriñendo de esta forma el recambio generacional, en suma, el crecimiento demográfico de nuestro país.

Millones de personas por debajo del umbral de la pobreza
Ante este panorama cómo no podrían ser reprobables los discursos de los tecnócratas de Bruselas acerca de los medios y métodos para salir de la crisis, adobadas con el vinagre del señor Montoro, que una vez más en la compulsión de su mendacidad nos quiere sugestionar con el año 2014 como el vaso que contenga la pócima milagrosa cocinada por el Gobierno.
La realidad es que para el 2011-2012 la crisis financiera del dinero virtual dibujaba en Europa con grueso trazo cifras de millones de personas por debajo del umbral de la pobreza, de las que casi una de cada ocho eran españoles. ¿Qué ha cambiado, señor Rajoy?

 

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