“El desorden que dejas”: geostrategia entre la Unión Europea y Rusia

Emmanuel Macron y Angela Merkel. / RFI
Emmanuel Macron y Angela Merkel. / RFI
La reciente expulsión de los diplomáticos de Alemania, Polonia y Suecia de suelo ruso, ha supuesto un nuevo movimiento en la partida geoestratégica que juega la Unión Europea con Rusia en materia energética.
“El desorden que dejas”: geostrategia entre la Unión Europea y Rusia

La reciente expulsión de los diplomáticos de Alemania, Polonia y Suecia de suelo ruso, ha supuesto un nuevo movimiento en la partida geoestratégica que juega la Unión Europea con Rusia en materia energética. Y es que, tomando prestado el título del thriller del afamado escritor y creador gallego Carlos Montero, la Unión Europea está obligada a entenderse con su vecino y principal socio energético. La duda se centra en ver cuánto están dispuestos a tensar la cuerda unos y otros.  

La Unión Europea juega esta partida en desventaja y además, desordenada. Aunque suma a una población cercana a los 400 millones de habitantes, la falta de una sola voz (europea) en las negociaciones de contratos de suministro energético, conduce a que Rusia ostente el poder de negociación. Y es que cada uno de los 27 Estados miembros negocia individualmente su contrato de suministro de gas natural, petróleo y/o de gas natural.

Contrariamente a lo que ha sucedido (positivamente) con la contratación de las vacunas para la Covid-19, en la que la Unión Europea ha negociado con las farmacéuticas –mejor o peor– la adquisición de estas vacunas, los contratos de suministro de combustibles fósiles son negociados con suma discreción por cada Estado miembro, con el objetivo de conseguir mejores condiciones que su “vecino”.

Rusia se ha convertido en el principal proveedor de la UE de recursos energéticos basados en combustibles fósiles    

De esta forma, por cercanía y capacidad de oferta, Rusia se ha convertido en el principal proveedor de la Unión Europea de recursos energéticos basados en combustibles fósiles. La Unión Europea importa de Rusia el 30% del petróleo-crudo, y más del 40% del gas natural y del carbón que utiliza actualmente.

La influencia de Rusia en materia energética es tal que cerca del 71% del gas natural ruso va a parar a países europeos. Entre ellos destaca Alemania, para el que el gas natural ruso supone cerca de las tres cuartas partes del total del gas natural consumido internamente, o Italia con un peso cercano al 50%. A éstos se suman otros países como Bulgaria, la República Checa, Estonia, Letonia, Hungría, Austria, Rumanía, Eslovenia, Eslovaquia y Finlandia, quienes importan más del 75 % del gas natural de Rusia.

El gaseoducto Nordstream 2

En este contexto, Macron y Merkel condenaron las expulsiones de los diplomáticos europeos, pero insisten en continuar dialogando con Rusia, ya que lo consideran un “socio estratégico” para la estabilidad y la paz en Europa. Y es que Alemania, pese a la reticencia interna de otros Estados miembros, se va a beneficiar de la construcción del gaseoducto Nordstream 2, que le llevará gas natural ruso a través del mar Báltico (y la hará aún más dependiente de Rusia). Merkel justifica esta decisión en base al abandono de la tecnología nuclear en suelo alemán y a la necesidad de sustituir una tecnología por otra.

La factura energética europea destinada a pagar las importaciones de combustibles fósiles supera los 1.000 millones de euros diarios –más de 400.000 millones de euros anuales–, alcanzando cerca del 4,00% del PIB europeo y más del 20% de las importaciones europeas totales.

¿Se imagina el lector lo que se podría hacer cada año en la Unión Europea con 400.000 millones de euros, si no tuvieran que salir hacia los países desde los que importamos combustibles fósiles? Sirva como comparativa que el Fondo Europeo (extraordinario) para la Recuperación post-Covid cuenta con una única partida de 750.000 millones de euros.

La descarbonización, clave

Pues bien, para conseguir una mayor independencia energética hay que seguir apostando por la implementación de energías renovables  que permitan la descarbonización del mix energético de generación de electricidad y del sector del transporte, con estímulos claros para la adquisición de vehículos eléctricos.

Hay que seguir dando pasos para lograr que haya una sola voz europea en materia de energía, que nos haga fuertes a la hora de negociar.  Hay que continuar mejorando en materia de eficiencia energética, sobre todo en la industria y en la edificación. Y todo ello, respetando el medio ambiente y con el menor impacto social posible.

En definitiva, no hay más que continuar el camino iniciado por la Unión Europea hace más de 30 años, y que ahora transcurre por el llamado “Pacto Verde Europeo”, que nos marca el futuro, el nuestro, aquel en el que Europa pueda decidir por sí misma porque no depende de otros para producir su energía. Los fondos europeos serán una gran ayuda, ¡aprovechémosla! @mundiario

 

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