Sin Cataluña, España se quedaría sin su principal motor económico

Bandera independentista de Cataluña.
Bandera independentista de Cataluña.

Todo esto que sucede en Cataluña es nuevo y viejo a la vez. Hace ya más de cien años, los catalanes afirmaron colectivamente, en un movimiento similar al de ahora, que eran una nación. 

Sin Cataluña, España se quedaría sin su principal motor económico

Todo esto que sucede en Cataluña es nuevo y viejo a la vez. Hace ya más de cien años, los catalanes afirmaron colectivamente, en un movimiento similar al de ahora, que eran una nación.

A estas alturas, cualquier español sabe de sobra que los ciudadanos de Cataluña tienen un criterio sobre su propio futuro y, por añadidura, sobre el de España, cuyo Estado no es precisamente ajeno a lo que sucede en su motor económico. No sólo los políticos catalanes han opinado, también sus ciudadanos, unas veces ante las urnas, otras mediante encuestas y otras saliendo a la calle. ¿Pero qué opinan los ciudadanos de las otras comunidades españolas? ¿Acaso no tienen voz? De eso ya sabemos mucho menos.

Fuera de Cataluña hay más preguntas que respuestas entre sus ciudadanos. ¿Les interesa regresar a un centralismo que acabe con las amenazas de disgregación de España? ¿Es mejor profundizar en el actual sistema autonómico, dotándolo de órganos que regulen la relación entre las autonomías y el papel de estas en la construcción española? ¿Es preferible avanzar un paso más allá y vertebrar España como una federación o una confederación de Estados? ¿O lo dejamos todo como está, sin plantear siquiera una reforma? Sea lo que sea, parece inevitable superar los tópicos de los argumentarios y profundizar en un asunto de presente y de futuro; máxime cuando están tan cerca las elecciones generales del 20 de diciembre.

Si algo parece seguro es que nada será igual tras lo sucedido en Cataluña. Dos caminos siguen abiertos: uno puede conducir a encontrar el encaje de Cataluña en España; el otro, a la independencia. En el fondo hablamos de política pero también de economía; léase financiación. No es precisamente casual que Artur Mas, antes de abanderar el independentismo, luchase por una especie de cupo, bajo el eufemismo del pacto fiscal.

El pacto fiscal tiene difícil encaje constitucional pero nada impide que se vaya a una fórmula federalizante que colme la aspiración catalana

 

A la vista de la situación especial del País Vasco y Navarra, con sistema fiscal de cupo, ¿cuál debe ser el criterio? ¿De fondo o de cuantía? En síntesis, es un problema de volumen. España puede funcionar sin la plena solidaridad de Euskadi y Navarra, pero no sin la de Cataluña, cuya aportación a los ingresos del Estado es decisiva para la propia viabilidad de España.

El pacto fiscal tiene difícil encaje constitucional pero nada impide que se vaya a una fórmula federalizante que colme la legítima aspiración catalana de más autogobierno fiscal. También cabe, ya en un caso extremo, la solución confederal, que pasaría por que Cataluña siguiera manteniendo ciertos vínculos con España.

Todo esto que sucede en Cataluña es nuevo y viejo a la vez. Hace ya más de cien años, los catalanes afirmaron colectivamente, en un movimiento similar al de ahora, que eran una nación. Y hace algo más de 30 años, en la Transición, se declaraban partidarios del derecho de autodeterminación partidos entre los que se encontraban el PSUC (comunista) y el PSOE, entonces partidario de la República federal. Es más, hasta el referéndum de la Ley para la Reforma Política —año 1976—, ante el cual defendieron la abstención, todas las fuerzas opositoras catalanas propugnaron la ruptura frente a las propuestas de reforma. A todo eso se suma que en estos últimos años los catalanes han constatado que hay una herramienta, el Estado, que es profundamente ineficiente, a menudo contraria a sus intereses.

La idea dominante indica que para muchos catalanes sus problemas desaparecerán si se integran en la UE sin la mediación del Estado español, que es percibido como una carga. Cataluña cree que estar en España tiene un alto coste para su bienestar, e incluso el ministro García Margallo reconoce que con Cataluña hay problemas de encaje y de financiación que deben resolverse. @J_L_Gomez

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