Aumentan las compras de vivienda fuera de las grandes ciudades

Ciudad en un valle. / Pixabay
Ciudad en un valle. / Pixabay
Las empresas han tomado medidas (herramientas en la nube, incremento del uso de redes privadas virtuales, …) que han permitido una progresiva implantación del teletrabajo y una cierta deslocalización en muchos sectores.
Aumentan las compras de vivienda fuera de las grandes ciudades

Por primera en muchos años comienza a vislumbrarse una incipiente posibilidad de éxodo urbano. Después de décadas en las que las ciudades y los centros urbanos eran los destinos por excelencia de la población, que, o bien las poblaban desde hacía generaciones, o bien se trasladaban a ellas en busca de mejores oportunidades laborales y de vida, la pandemia de Coronavirus parece haber abierto una brecha en la tendencia.

El temor al contagio, puesto de manifiesto por el rechazo generalizado a las aglomeraciones, a los espacios cerrados, al contacto con desconocidos, a los eventos multitudinarios, y a todo un conjunto de situaciones que se solían dar a menudo en las grandes urbes, ha generado un replanteamiento de prioridades que ha desembocado en un aumento de la demanda de las propiedades en entornos rurales.

Se trata de propensión difícil de ignorar, tanto por lo inusual de su carácter (como decíamos al principio, se trata de una tendencia insólita en el periodo histórico actual), como por la magnitud de su impulso. El miedo a que surjan posibles rebrotes en esta o en futuras pandemias, y que tengamos que volver a enfrentarnos a normas tan restrictivas de la libertad individual como la limitación de la movilidad o el confinamiento han llevado a muchas familias a mover ficha y buscar viviendas en entornos menos poblados, más abiertos y menos sujetos a las restricciones o a sus efectos.

En estos entornos, a pesar de haberse aplicado las medidas de aislamiento pertinentes durante la pandemia, la sensación de asfixia y agobio propios de la vida en un apartamento o un piso en la ciudad no se han sentido con tanta fuerza. El acceso a un pequeño jardín, la relajación en el control o las simple vistas a un campo abierto en vez de a un bloque de hormigón ha hecho de estos entornos rurales lugares mucho más habitables, seguros y agradables que las grandes ciudades a la hora de pasar el trago. Recordemos además que la presencia del virus allí ha sido considerablemente menor, el número de contagios no ha sido tan elevado y las alteraciones en las rutinas diarias, menos drásticas.

Las empresas han tomado medidas (herramientas en la nube, incremento del uso de redes privadas virtuales, …) que han permitido una progresiva implantación del teletrabajo y una cierta deslocalización en muchos sectores.

Ambos factores permiten un cambio en la forma de vida de muchos trabajadores y eso es precisamente lo que buscan, principalmente, los compradores que buscan casas fuera de la ciudad. Seguridad, espacio, un jardín propio y mejor acceso a espacios abiertos o la naturaleza. De esta forma se pretende hacer más llevadero un posible rebrote y su correspondiente confinamiento, y se busca reducir las posibilidades de caer contagiado al estar menos expuestos a distancias reducidas y aglomeraciones.

Todos hemos visto lo que ha sucedido en las ciudades, no solo durante el confinamiento, si no cuando ha comenzado la desescalada. La imposición de horarios y limitaciones ha provocado escenarios completamente absurdos y disparatados, con hordas de gente saliendo atropelladamente a la misma hora para poder hacer uso del tiempo al aire libre permitido. A esto se han sumado restricciones en el comercio que han situado a muchos comerciantes en posiciones verdaderamente delicadas al no poder hacer frente a deudas y tener que clausurar muchos sus negocios. Todas estas medidas eran más o menos necesarias para frenar la expansión en entornos en los que la densidad de población generaba riesgos considerables de contagio. En las zonas rurales, en cambio, el ambiente era distinto y la vuelta a la normalidad se ha establecido de forma más rápida, coherente y con un riesgo mucho menos elevado.

Por primera vez en mucho tiempo, la forma de vida de la ciudad; su densidad, su ritmo, su ruido, el hacinamiento de sus habitantes, y la falta de amplitud, se han puesto en tela de juicio. Es posible que estemos siendo testigos de todo un cambio de paradigma al respecto. El tiempo y la incidencia de situaciones como las vividas recientemente dirá si realmente es así.

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