Ante todo no hagas daño es un libro que conmueve y nos sobrepasa por su temática

Henry Marsh, neurocirujano./ BBC
Henry Marsh, neurocirujano./ BBC

Las confesiones del neurocirujano Henry Marsh nos ponen delante del misterio de la enfermedad y de la muerte; confesiones llenas de estremecimiento y de sensibilidad.

Ante todo no hagas daño es un libro que conmueve y nos sobrepasa por su temática

Leo "Ante todo no hagas daño", un libro sobre las experiencias médicas del neurocirujano Henry Marsh y me sobrecoge el testimonio, no por su dureza, sino por el realismo con el que está descrita su relación con los pacientes a los que debe operar a vida o muerte. Un realismo, que no está exento de sensibilidad, nos pone delante de la sombra de nuestro futuro.

Los fracasos y los éxitos del neurocirujano se detallan desde una sincera confesión en la que vislumbramos que no todo es posible desde la Medicina, que la enfermedad a veces sobrepasa a la técnica y a los conocimientos.

Lo que más me emociona de este libro, publicado en Salamandra, es la percepción de Marsh sobre la vida, donde nada queda por hacer, salvo vivir el presente, donde su ejercicio de la Medicina tiene sus riesgos y especialmente en el caso de la Neurocirugía. Conmueve la muerte de muchos de sus pacientes con los que logra empatizar, pero de los que también logra distanciarse con la suficiente inteligencia para que el error o el diagnóstico fatal no le afecten. Pero la muerte de un paciente siempre condiciona la operación del siguiente y la percepción de la propia existencia.

Se trata de una obra que irremediablemente te obliga a temer tu propia muerte, a reflexionar sobre algo tan cierto y tan estúpido como que nuestros días están contados, pero también es un canto al carpe diem, como no podría ser de otro modo.

"Nos reímos juntos durante un buen rato. Cuando la había conocido, sus ojos habían perdido el brillo debido a los muchos calmantes que se veía obligada a tomar, y, cuando intentaba hablar, el dolor atroz que sentía la contraía toda la cara. Pensé que ahora se veía radiante y guapísima. Se levantó para marcharse y fue hacia la puerta, pero entonces dio media vuelta y me dio un beso" (pág. 342).

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