¿Los españoles somos toreros o cobardes?

toreros
Torero.

Cada nuevo minuto habla por sí solo de nuevas expectativas: la desazón por la crisis, las complicidades emocionales, los intereses ecológicos, las redes sociales.

¿Los españoles somos toreros o cobardes?

 “Un país como aquel en el que estaban todos vestidos de toreros, sin embargo era uno de los países más cobardes que he conocido, curiosísimo. Nosotros tenemos esa fascinación por los toreros, pero aquí de toreros, nada, una mata de cobardes”.

Eduardo Arroyo

 

Fascinante observación por parte de Eduardo Arroyo sobre la España que crece a finales de los años 80. Debemos convenir que todo paisaje tiene sus iconos y puestos a decir: el toreo, el toro, las figuras doradas de la plaza que nos alimentaron durante gran parte del siglo XX han pasado a formar el escenario de los autobuses de turistas.

Pero si algo sigue vigente es esta frase del pintor que ha quedado flotando y es la definición “una mata de cobardes”. Ante lo cual no he podido más que retroceder al pasado. Diríamos que la valentía, el gasto en consumo de héroes acabo en la guerra Civil, en ese claroscuro tan lejano  y ausente  donde los españoles decidieron participar hasta que la náusea de lo vivido diera con ellos. Luego una larga noche de arrepentimiento, o de desahogo personal o solitario permitió equilibrar valentía o sumisión.

Las nuevas generaciones del siglo XXI ya amasan ese pequeño tesoro, de ambición, valor  y autonomía. Han desaparecido los fantasmas, los recuerdos de nostalgia de narraciones que surgían en sus abuelos. Es una lógica que está fuera de sus apetitos vitales. Nadie se pregunta si aquello debería ser reparado, como lo hacíamos nosotros aun en los años 70. Cuando al conversar o pensar, decíamos que la derrota de la izquierda –o de la República–, era una deuda que debíamos reparar cultivando sus mitos, debilidades o aspectos positivos.

El cubo de la lavadora ya ha dado varias vueltas más, no sabemos si estuvimos allí o soñamos. Cada nuevo minuto habla por sí solo de nuevas expectativas: la desazón por la crisis, las complicidades emocionales, los intereses ecológicos, las redes sociales.

La puerta se ha cerrado. No nos vestiremos ya más de toreros, ni presumiremos de valientes como antaño, ni admiraremos las fotos de Frank Capa. Se abren tiempos rápidos y ligeros en donde corremos para encajar en la ola prestada y firme que se incuba en la cuenca del Pacífico. Ni siquiera los liberales resistiremos a esta nueva ideología que aún no ha sido bautizada. Pero si sabemos que posee esa impronta característica de los espectáculos deportivos “no tiene un final preconcebido”.

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> Nota 1: El sábado fui a comer a casa de unos amigos, de golpe una pareja mencionó mirándome “asistimos a un debate-coloquio sobre Carlos Barral, ¿te acuerdas de él?” Si me acordaba de ese torero. De la Barcelona abierta y multicultural y no cerrada y nacionalista actual.

> Nota 2: Carlos Barral. Se le considera uno de los artífices del boom latinoamericano dando a conocer a autores como Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique o Julio Cortázar. Su obra memorialista incluye treinta años de Diarios y la correspondencia, entre otros, con Max Aub, María Zambrano, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester, Vicente Aleixandre, Caballero Bonald, Alfredo Bryce Echenique, Giulio Einaudi, Alberto Oliart, Jaime Gil de Biedma, Jaime Salinas Bonmatí y los presos políticos de Burgos. Su archivo se encuentra depositado en la Biblioteca de Cataluña.

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