La Catedral de Santiago de Compostela le cedió el protagonismo al Pazo de Raxoi y fue espectadora de lujo de unos fuegos sorprendentes. El público llenó la plaza del Obradorio y disfrutó de un espectáculo con menos pólvora que otros años y con más musicalidad visual. Todo un espectáculo, retratado para los lectores de MUNDIARIO.