¿Qué va a pasar con la cruz de Cuelgamuros, Arco de la Victoria y medallas de la guerra?

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Cruces y cruces.
Si se aplica literalmente como se anuncia la Ley de Memoria Democrática, además del derribo de monumentos del franquismo, tendrán que ser anuladas las condecoraciones a los combatientes del bando nacional en la guerra civil.
¿Qué va a pasar con la cruz de Cuelgamuros, Arco de la Victoria y medallas de la guerra?

La aplicación sucesiva de la “Ley de la Memoria Histórica” y de la futura “Ley de Memoria Democrática” va más allá, según el anteproyecto que se conoce, y no sólo afectará a los símbolos del régimen de Franco, ya expurgado –a veces con lamentables errores—en cuanto a escudos, placas y monolitos, sino que alcanzará a elementos arquitectónicos o simbólicos como la Cruz del Valle de los Caídos, el Arco de la Victoria de Madrid y aspectos éste de enorme repercusión, a las condecoraciones militares otorgadas en el llamado bando nacional con motivo de la guerra civil, si nos atenemos a la previsión de medallas y recompensas otorgadas en el bando franquista a sus partidarios, seguidores y defensores. Ello no sólo afectará a personas, sino incluso estandarte y banderas o regiones, como ocurrió con la Laureada colectiva otorgada a Navarra, que durante tiempo formaba parte de la heráldica de aquella comunidad, si bien dejó de utilizarse. Hubo otras laureadas colectivas como a los supervivientes del sitio al Alcázar de Toledo (cuyo heroísmo fue reconocido por el propio dirigente socialista Julián Zugazagoitia) o del Santuario de Santa María de la cabeza.

Tanto en el bando nacional como en el republicano fueron otorgadas diversas condecoraciones a los combatientes de carácter semejante, en cuanto actos personajes, pero obvia motivación diferente. Según el anteproyecto de Ley de Memora Democrática, el Capítulo IV se refiere al deber de memoria como garantía de no repetición. De esta forma, las administraciones públicas adoptarán las medidas necesarias para la retirada de los símbolos y elementos públicos contrarios a la Memoria Democrática. Introduce a su vez medidas para evitar actos de exaltación o enaltecimiento del alzamiento militar, la Guerra Civil o el régimen dictatorial. Con el mismo objetivo se ocupa de la revocación de distinciones, nombramientos, títulos y honores institucionales, de condecoraciones y recompensas o títulos nobiliarios, que hayan sido concedidos o supongan la exaltación de la Guerra Civil y la Dictadura.

Distinciones militares

Parece claro que, aparte de los títulos otorgados por Franco a sus generales, la redacción abre la puerta a la anulación de las cruces y medallas otorgadas a los combatientes del bando nacional, que fueron agentes activos para la victoria. Piénsese que hay banderas de actuales unidades del Ejército español que luces corbatas y símbolos de haber sido condecoradas por las acciones de sus soldados durante la guerra civil, como es el caso de Regulares 2 (ahora 52) que es la bandera más condecorada de las fuerzas armadas españolas.

Salvo en el caso de la Laureada y la Medalla militar individual, que son las dos condiciones más importantes de España, no se tiene un censo preciso del resto de las medallas y cruces otorgadas en su conjunto. Entre 1936 y 1952, se otorgaron 60 laureadas por la guerra civil, incluida la que Franco se otorgó a sí mismo, según la crítica histórica. La Gran Cruz Laureada de la Orden de San Fernando fue concedida a Franco por un Decreto de 19 de mayo de 1939, firmado por el Vicepresidente del Gobierno Gómez Jordana, y el Ministro de Defensa, Fidel Dávila, a petición de todos los miembros de la Orden, según se explica. Es curioso que para ser condecorado por unas horas Franco resigno su poder para no aparecer que se otorgaba la medalla a sí mismo. El equivalente a la Laureada era la Placa Laureada de Madrid, fue otorgada por la República en sólo siete ocasiones, por lo general por acciones relacionadas con la defensa de Madrid, la toma de Teruel o la batalla del Ebro, entre otros al general Vicente Rojo

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Condecoraciones colectivas a unidades de la guerra civil que existen hoy.

La segunda condecoración en importancia es la Medalla Militar que, al igual que la Laureada, puede ser otorgada de manera colectiva. También se concedió durante la guerra civil de modo notable y a los componentes de la División Azul, enviada a luchar a Rusia al lado de Alemania. Pero por lo que se refiere al conjunto de la tropa, la guerra civil procuró a los combatientes del bando vencedor cientos de distinciones: Medalla de la Campaña, Cruces de Guerra, Cruces Rojas al Mérito Militar (con derramamiento de sangre), Medalla de Sufrimientos por la Patria, Medalla de Ex cautivo, Medalla de Mutilado. La república creo su propio sistema de condecoraciones equivalentes: Aparte de la Placa Laureada de Madrid, las medallas al Valor, de Sufrimientos por la Patria, del Deber, de la Libertad, así como diversos distintivos complementarios.

Si las medallas que otorgó a sus soldados el bando franquista son ahora anuladas de modo general, no sólo afectaría a muchas personas fallecidas, cuyas condecoraciones guardan sus familias, sino a unidades actuales del Ejército español que siguen llevando en sus estandartes dichos distintivos. El asunto parece complejo y además puede provocar la oposición de las familias a parte de su patrimonio sentimental e histórico.

El Arco de la Victoria y la cruz de Cuelgamuros

Entre los monumentos del franquismo que entra de lleno en las previsiones de derribo es el llamado Arco de la Victoria de Madrid, construido expresamente para la victoria militar de Franco, aunque ha querido considerarse como monumento al mismo Franco, del mismo modo que en Roma los arcos solían levantarse para gloria de generales victoriosos. Precisamente esta interpretación es la más favorable a que el arco sea derribado por ser un monumento de exaltación personal del Caudillo. Lo que pasa es que también un elemento escénico del espacio urbano de Madrid. Se ha sugerido que sea rebautizado como “arco de la reconciliación”.

Más compleja es el futuro de la Cruz del Valle de los Caídos, por su carácter de símbolo religioso universal cuyo mantenimiento es perfectamente compatible para muchos con el cambio de signo y destino de la antigua basílica. Se pone como ejemplo no sólo su sentido simbólico, sino histórico. Y se cita el caso de algunos países del antiguo bloque soviético que conservaron monumentos de su pasado, bien directamente o reunidos en un parque, como hizo Hungría, en ambos casos.

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El Arco de la Victoria por dentro.

Es evidente que la vicepresidenta Carmen Calvo ha abierto el debate sobre el derribo de la cruz de Cuelgamuros. Hasta hay quien piensa que una buena táctica introducir en la sociedad un asunto que atraiga pasiones de los dos lados, para que la gente no se ocupe de los problemas acuciantes, urgentes y presentes. Calvo se ha referido a la posibilidad de “mover algunos elementos del Valle de los Caídos”, lo que es fácil de tender que se refiere a la demolición de la inmensa cruz que preside el Valle. ¿Qué otra cosa se puede mover, aparte obviamente del ara, cruz y elementos interiores de la basílica y la propia tumba de José Antonio?

Hay opiniones para todos los gustos y desde todas las esquinas del pensamiento. Curiosamente, dentro del propio PSOE se recuerda que el profesor Tierno Galván no se molestó en su toma de posesión la presencia del crucifico, alegando que no podía incomodarle el recuerdo de un hombre que amaba a los hombres y murió por ello de modo cruel. Al margen de los sentimientos religiosos, quienes sostienen que por mucho que se cambie el destino de Cuelgamuros, la cruz es un símbolo universal que, como entendía Tierno Galván, que trasciende de su apriorística interpretación. E invocan que, en los fundamentos de la identidad y de la cultura de Europa, tal y como se proyecta en el proyecto de Constitución, nuestra civilización se asienta sobre tres pilares: la cultura y la filosofía grecolatina, el Derecho Romano y el pensamiento de los filósofos cristianos. La cruz no tiene por qué molestar en el nuevo destino del Valle de los Caídos. @mundiario

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