RFEF y competiciones adulteradas, parapetos de lujo para excusar una derrota

El colectivo arbitral, siempre en el punto de mira.
El colectivo arbitral, siempre en el punto de mira.

José Francisco Grao, entrenador del Arroyo C.P., dejó entrever el domingo tras caer derrotado contra el Real Jaén que la competición liguera está viciada en favor de determinados equipos.

RFEF y competiciones adulteradas, parapetos de lujo para excusar una derrota

José Francisco Grao, entrenador del Arroyo C.P., dejó entrever el domingo tras caer derrotado contra el Real Jaén que la competición liguera está viciada en favor de determinados equipos.

 

Qué sería del fútbol sin el factor humano, sin errores de unos y otros y, cómo no, de los colegiados. No hay semana en la que los trencillas no se conviertan en centro de atención (y de las críticas) y eso, al fin y al cabo, es condimento imprescindible para aquello que se denomina 'la salsa de fútbol'.

No obstante, la crítica estandarizada de lloros, lamentaciones y rechinar de dientes, a priori lo habitual, en muchas ocasiones sobrepasa una línea roja, la de la acusación. El último ejemplo lo vivimos este pasado domingo tras un partido de Segunda División 'B' que enfrentaba al Arroyo C.P. y al Real Jaén. En sala de prensa, el entrenador del conjunto extremeño, José Francisco Grao, más conocido como 'Pato', manifestó que “el Jaén tenía que ganar y así ha sido”, refiriéndose a una actuación arbitral que, en efecto (y ahí tenía razón), fue bastante deficiente.

Las palabras de Grao no son solo una mera crítica arbitral al uso, sino algo que va más allá. Suponen una acusación a una competición que el entrenador del conjunto arlequinado entiende como adulterada. El hecho de estar 'en caliente' no es excusa para no medir, sobre todo si las palabras proceden de un profesional del fútbol.

Al respecto, la Federación Española de Fútbol debería tomar medidas para que este tipo de actos tengan responsabilidades, si no legales, sí administrativas en forma de sanción. El organismo regulador del fútbol nacional debe velar por la limpieza y reputación de sus competiciones, sin aceptar difamaciones y acudiendo, si es preciso, a sede judicial.

En unos momentos en los que se predica a los cuatro vientos la política anti-violencia en el fútbol, este tipo de comportamientos procedentes de los propios profesionales suponen un caldo de cultivo ideal para radicalizar a los aficionados. Un aspecto con el que hay que tener cuidado, ya que la violencia siempre lleva intrínseca la radicalización, aunque la segunda no desemboque siempre en la primera.

Si existe adulteración de competiciones y corruptelas futbolísticas deben demostrarse en los tribunales pertinentes, pero este tipo de acusaciones (tan bañadas en plata como tan vacías por dentro) nunca deben servir de parapeto para excusar una derrota.

 

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