Muchos países en el mundo celebran el Carnaval pero en ninguno se alcanza el clímax que se vive en el de Trinidad que, como participante o espectador, es una experiencia inolvidable.
Como detenida en el tiempo, Trinidad invita a recorrer los museos, calles adoquinadas y plazas e iglesias de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, con el esplendor de su fundación en 1514.