Tras dos años de caída en la natalidad, el gigante asiático promete aumentar la tasa de parejas con hijos y nuevas políticas para evitar el envejecimiento de la población.
Esta disminución se suma a un descenso en el número de fallecimientos, aunque el país registra un saldo vegetativo negativo por séptimo año consecutivo.
Por primera vez en la historia registrada, el número de mujeres que se convirtieron en madres sin contraer matrimonio superó a aquellas que lo hicieron dentro del ámbito marital.
Nos falta de mano de obra cualificada y nuevos cotizantes para financiar el bienestar. Hemos de importar capital humano pero contar con los sefarditas es una deuda histórica.
Europa se enfrenta a numerosos desafíos. Uno de ellos es el bajo índice de natalidad y el futuro de su estado de bienestar que en algunos países ya dedica más de un tercio de su PIB.
La natalidad en el país sigue en mínimos con apenas 159.705 nacidos en el primer semestre. Este es el peor segundo dato desde que existen los registros.
Una invitación a la reflexión sobre un fenómeno que se ha incrementado paralelamente a la disminución de la natalidad y, desde luego, a partir de la pandemia.
China tiene la acuciante necesidad de rejuvenecer su población, porque con su rápido crecimiento no puede paralizar o ralentizar la economía por falta de mano de obra.
También es una manera de paliar el despoblamiento de una parte importante de España. La mitad de la población gallega vive de una pensión o de la prestación por desempleo.
Algo es seguro: no se debe a la falta de intentos, los científicos han trabajado en el desarrollo de un anticonceptivo masculino seguro y eficaz durante décadas.
El problema no es el envejecimiento –menos aún si es activo–, sino el desequilibrio que se produce en la relación entre los mayores y los jóvenes, que hace peligrar el pacto intergeneracional.