La soledad se va imponiendo, pese a quien pese, y nos coloca en la tesitura de tener que decantarse por la alternativa que ya propuso Aristóteles: para vivir solo, hay que ser un animal o un dios.
Es hora de dejarse de traseritos, muslitos o boquitas y tratar al necesitado/a de ayuda como se haría en otras circunstancias, empleando las palabras corrientes, sin reduccionismos u, otras veces,…
Para impartir clases de religión, de ser el caso, podrían emplearse las iglesias, conventos, mezquitas o sinagogas, tras asumir que las escuelas no se han concebido para adoctrinar. / Análisis