España tiene problemas económicos mayores que otros países, pero no sólo esos, sino también sociales, políticos, institucionales,… con unos partidos a la greña.
La imagen de Iglesias aireando un ejemplar de bolsillo de la Constitución, como hacen los predicadores evangélicos con la Biblia, se ha convertido ya en un clásico del despropósito y del travestismo.
El problema no es exclusivo de España, ya que en la Unión Europea todos andan de cabeza, contradiciendo unas medidas con otras y aplicando en un país políticas que no han funcionado en el vecino.
Lo más importante de todo es que el relato social dominante, los valores que se han impuesto en nuestra sociedad, querámoslo o no, son los de una izquierda cada día más radical.
Debido a la panoplia de violencias en el ámbito doméstico, social o laboral, la existencia de la horrible plaga de la violencia sexual no debería hacernos olvidar que esas otras conductas perversas que también existen.
Es a esa América emergente, con afanes revanchistas en algunos casos, y a la otra, perdedora y hasta con tentaciones violentas, a las que se ha dirigido el Presidente electo.
Ahora no se puede pactar ni el temario de una reunión porque no hay ni reuniones para acordar nada. Solo el revanchismo, la imposición y el intento de aniquilación del contrario. Ésa es la real diferencia entre Felipe González y Pedro Sánchez.
Cada vez habrá más trabajadores prescindibles gracias a la inteligencia artificial y al desarrollo de la infotecnología. Ese fenómeno de paro masivo no sucedió cuando la revolución industrial, en la que los hombres desplazados por las máquinas pasaron al expansivo sector...
Ya no nos vale aquello que se decía antaño: “lo he leído en el periódico” o “lo he visto en la tele”. Lo peor es que son los políticos, presuntos cuidadores del interés de los ciudadanos, quienes azuzan esa ceremonia de la confusión.
No es algo exclusivo de nuestros paisanos, sino la tónica general de una clase política desprestigiada en todas partes y cuya situación justifica la desafección de los ciudadanos por las cuestiones públicas.
Los 77 años del candidato demócrata y los 74 del actual presidente republicano reflejan una cierta desconfianza hacia las nuevas generaciones, completada por los 80 años de la demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes.
La okupación de viviendas deshabitadas tiene su filosofía, su razón política y hasta su lógica, remontándose hasta los ateneos libertarios de hace un siglo.