En la poesía el merecimiento es justamente desigual. Su distinción lo es en la rendición de cuentas que cada lector discierne con inteligencia y sensibilidad.
La palabra poética se descuelga por el vacío para someternos a la más esperanzadora reacción de humanidad ante la existencia vana, displicente, despiadada, indecente y vulgar. Un todo sin límites.
En la Audiencia Nacional, disfrutando de la cortesía de un benévolo presidente de la justicia, Rajoy me recordó los NO-DO del Caudillo por la Gracia de dios, Francisco…