Votaremos en verano sí o sí

Urnas electorales. / RR SS
Una urna electoral. / RR SS
Sin que sea por ahora descartable, en julio parece difícil porque los plazos apremian. La opción de agosto está descartada por ser un mes políticamente inhábil. En cambio sí se podría votar en setiembre.
Votaremos en verano sí o sí

No habrá elecciones en Galicia mientras esté vigente el estado de alarma. He ahí la única certeza. Todo lo demás son meras especulaciones alimentadas por unos y por otros como sucedáneo de un verdadero político, que no será posible hasta que hayamos superado la crisis sanitaria. El decreto rubricado por Feijóo el 18 de abril, pactado en lo esencial con las principales fuerzas políticas de este país, estipula que la convocatoria electoral se activará (sic) una vez levantadas la declaración de estado de alarma y la emergencia sanitaria. Claro que cuando se estableció esta cautela nada hacía prever que esta anómala situación podría prolongarse varios meses. Quien sí debió tener en cuenta esa posibilidad fue Iñigo Urkullu, que, por así decirlo, se curó en salud, de modo que el aplazamiento del proceso electoral en Euskadi no está sometido a ningún condicionamento ajeno a la capacidad de decisión del gobierno de Ajuria Enea. Así las cosas, probablemente esta vez vascos y gallegos no votemos el mismo día.

Aunque no tenía por qué hacerlo, Feijóo decidió consultar y pactar con la oposición los términos de la desconvocatoria electoral. Con ello sentó un precedente que le obliga a escuchar al menos la opinión de socialistas, nacionalistas y rupturistas antes de poner formalmente en marcha la cuenta atrás para la cita nueva con las urnas. De ahí que no pueda incomodarle que ahora le reclamen una reunión telemática o una ronda de "videoconsultas". De estos contactos, que para algunos ya tardan, debe salir la nueva fecha de referencia para las elecciones de modo que cuanto antes todos sepamos a qué atenernos. Parece que será relativamente sencillo alcanzar un acuerdo, porque el actual clima político es propicio y porque, además, el calendario no ofrece demasiadas alternativas si se mantiene la norma no escrita de votar en domingo.

Todos los indicios apuntan a que los gallegos votaremos en verano, sí o sí. Sin que sea por ahora descartable, en julio parece difícil porque los plazos apremian (tienen que transcurrir 54 días entre la convocatoria y la jornada electoral). La opción de agosto está descartada por ser un mes políticamente inhábil. En cambio sí se podría votar en setiembre. Hasta el día 21 no comienza formalmente el otoño. El cambio climático nos suele regalar un tiempo veraniego bien entrado octubre, que es cuando se agota el actual mandato de Feijóo, el de su tercera mayoría absoluta. La mayoría de los expertos confían en que el calor ambiental reducirá la expansión del coronavirus y por tanto el riesgo de un rebrote generalizado de la pandemia, que eso sí que podría prolongar indefinidamente la actual legislatura.

Como para entonces aún no habremos alcanzado la dichosa nueva normalidad, se celebren a finales de julio o a principios de setiembre, serán unas elecciones distintas, marcadas por las secuelas del Covid-19. La campaña electoral y la propia jornada electoral se verán condicionadas en mayor medida por la crítica situación económica en que nos encontraremos que por las medidas higiénicas y de distanciamiento social que con toda probabilidad para entonces aún estarán vigente y que, bien mirado, no deberían menoscabar en lo más mínimo las garantías democráticas. Es probable que no haya pegada de cárteles, ni concentraciones, ni mítines, ni fiestas en los cuarteles generales; seguramente se dispare el voto por correo y crezca la abstención; ya veremos si se amplían los colegios electorales, si se vota con mascarilla y si es posible habilitar cabinas. Pero nada de eso tiene por qué contaminar, ni restar legitimidad a los resultados. Ganará el que gane y gobernará el que pueda. @mundiario

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