¿Hay vacuna eficaz contra el virus de la notoriedad?

Pantallas de televisión.
Pantallas de televisión.

Me temo que tenemos que asumirlo como una enfermedad crónica de la sociedad actual.

¿Hay vacuna eficaz contra el virus de la notoriedad?

Es posible morir de amor, de envidia y, también, de un excesivo afán de notoriedad. La aparición en  los medios de comunicación siempre estuvo restringida a personajes que, por razón de su actividad, tenían algo importante  que decir. Hoy, el afán de notoriedad ha alcanzado el  grado de epidemia social.

Los medios de comunicación, siempre alerta ante los cambios sociales, detectaron la enfermedad y se han convertido en vehículos de contagio. Para ello utilizan un micrófono y una cámara que ponen ante el expuesto a la enfermedad, para que disfrute de su minuto de gloria y opine sobre hechos como una  enfermedad, infidelidad, desencuentro familiar, accidente, muerte violenta, o cualquier otra miseria.

Un periodista medianamente hábil es capaz de desnudar el alma de estos seres enfermos de notoriedad, que no tienen reparo en descubrir públicamente la intimidad de su hogar, sus pasiones más primitivas, sus odios más encendidos, la desvergüenza en el sentido literal del vocablo, una enfermedad,...

Esta enfermedad  social no es exclusiva de pobres o ricos, cultos o incultos, varones o mujeres, listos o tontos, jóvenes o mayores.

Me asombran las manifestaciones que en ciertos programas de televisión hacen personas de edad provecta, de extracción rural o socialmente baja, llenas de procacidad, desparpajo y atrevimiento.

Cuando esta exposición al micrófono y la cámara se hace frecuente, ya sea por azar, por voluntad del enfermo o por la persecución de los propios medios de comunicación, lo que empezó siendo un brote se convierte en enfermedad crónica. Así es como surgen esas tropillas de mindundis, personajillos, arrivistas, seres insignificantes, enanos sociales, que recorren estudios de televisión, emisoras de radio y prensa  para exhibir obscena e impúdicamente sus miserias, previo pago del correspondiente precio. Es lamentable que, incluso niños y adolescentes, vendan fotos tomadas con su móvil y confidencias de amigos camorristas en aras de su instante de notoriedad.

Solemos preguntarnos: ¿quién es el culpable, el periodista-instrumento, el enfermo de notoriedad-objeto o el mirón-adicto?

Para mí la respuesta es: la sociedad. Todos, dirigentes políticos, familias, educadores y cada ciudadano individualmente, somos responsables de la existencia de este virus social, porque hemos creado el ambiente necesario para que nazca y se propague a través  del culto al hedonismo, al relativismo, a la defensa de la libertad individual sobre la libertad social; la renuncia al esfuerzo y a la superación.

Si me pusieran en el brete pones en el brete de tener que decidir, yo atribuiría un plus de responsabilidad a algunos propietarios de medios de comunicación, cuyo objetivo último es el logro de la máxima audiencia a cualquier precio. @mundiario

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