Un único sufrimiento, un único tratamiento: trauma y psicoterapia

Psicoterapias. RR SS.
Psicoterapias. RR SS.

El fracaso de la Psiquiatría biológica y la Psicofarmacología centrada en la enfermedad. Uno de los diálogos de la divertida película “Atrapado en el tiempo” dice: “sabes por qué Dios lo sabe todo?; “porque lleva mucho tiempo aquí”. Salvando la divina distancia, lo cierto es que la experiencia es un grado.

Un único sufrimiento, un único tratamiento: trauma y psicoterapia

Hace más de treinta años que empecé la residencia de Psiquiatría en el Hospital Psiquiátrico de Toén. Por entonces, hablando sobre los efectos de la estancia prolongada, a veces de por vida, de los pacientes psicóticos, el psicólogo Manuel Siota (q.e.p.d.) me decía: “cuando el paciente lleva tres meses, la familia le retira el plato de la mesa; cuando lleva un año, le quitan su habitación, y finalmente, vosotros los psiquiatras, con las dosis de psicofármacos, les quitáis la palabra”. Eran los tiempos del auge de la Psiquiatría biológica y la moda de las megadosis.

Pero esto no era así al principio de la aparición de los psicofármacos. En esa época eran considerados sustancias psicoactivas cuyos efectos podían aliviar la sintomatología más aguda que sufrían los pacientes. Pero en poco tiempo, y sobre todo a partir de los años 70, se impuso el modelo centrado en la enfermedad como nos cuenta Joanna Moncrief en el artículo que referencio.

Este modelo considera que los fármacos lo que hacen es regular una alteración cerebral previa provocada por un trastorno o una enfermedad, y el fármaco sería un tratamiento específico para la misma. Se trata del simplismo de la serotonina baja, la serotonina sube. Y eso es lo que se les indica a los pacientes: “Ud. tiene un trastorno llamado X, y esta es su solución, un fármaco.” Pero no es así. Y las hipótesis neuroquímicas de los trastornos mentales han chocado con un callejón sin salida. Ahora lo que se lleva es la comorbilidad y el uso de múltiples fármacos. Y la responsabilidad del paciente queda a buen recaudo. No soy yo, ni mi historia, es que tengo una enfermedad. Entre la Psiquiatría biológica y la industria farmacéutica nos sustrajeron durante años de un enfoque más, como diría, “antropológico”, quitándole la condición de sujeto a la persona con sufrimiento mental.

La crisis actual de este modelo biológico se hace evidente en las prácticas actuales de la Psicofarmacología, siendo más usada para el alivio de síntomas que para tratar entidades nosológicas. Los fármacos no son un tratamiento específico. Y al hilo de esta crisis surgen renacidas ideas que pretenden traer luz y una visión nueva al campo psiquiátrico.

Una de ellas, que extraigo de un artículo de Pablo Malo, es la hipótesis de un factor de vulnerabilidad general psicopatológico, que llaman factor p, propuesto por Caspi y Moffit, los mismos que publicaron el conocido artículo sobre las influencias entre genoma y ambiente en relación con el transportador de la serotonina. Esta dimensión explicaría la evidencia de un continuo entre la normal y lo patológico y las transiciones entre las distintas patologías.

Sufrimiento mental y genética: ¿existe una vulnerabilidad común en los transtornos psiquiátricos?

Esta idea de una vulnerabilidad común viene respaldada por algunas investigaciones genéticas. Por ejemplo el macroestudio llamado Consorcio Brainstorm en el que un grupo internacional de investigadores de varios países reunieron los datos genéticos de 265,000 pacientes diagnosticados con uno de 25 trastornos cerebrales distintos, y los compararon con los datos genéticos de 785,000 personas sin ninguno de esos diagnósticos.

La conclusión del estudio dice: “el alto grado de correlación genética entre muchos de los trastornos psiquiátricos agrega evidencia de que sus límites clínicos actuales no reflejan procesos patógenos distintos, al menos en el nivel genético. Esto sugiere una naturaleza profundamente interconectada para los trastornos psiquiátricos, en contraste con los trastornos neurológicos, y subraya la necesidad de refinar los diagnósticos psiquiátricos”.

Una vulnerabilidad común respaldada por estudios genéticos. ¿A dónde nos lleva esto? Posiblemente a considerar que existe un proceso de raíz común al sufrimiento psicológico. Y esto nos conduce a modelos teóricos que pretenden explicarlo.

Uno de ellos es el de Christian Scharfetter y su modelo de disociación. Scharfetter lleva años estudiando dónde encajar las experiencias psicóticas como señales de una fragmentación del yo. Propone que los síndromes esquizofrénicos formarían parte de un continuo donde estarían el trastorno límite de personalidad y el trastorno disociativo de la identidad. Lo que se ha dado en llamar síndromes no cohesivos (donde falla la cohesión del yo), frente a los síndromes cohesivos donde se mantiene dicha cohesión.

A partir de aquí Scharfetter presenta un modelo de un espectro de cohesión-fragmentación, donde en un polo estaría el funcionamiento sano y en el otro el grado máximo de fragmentación que se daría en los episodios psicóticos.

Así pues, un respaldo genético a una vulnerabilidad general que se iría mostrando en un continuum de gravedad en función del grado de fragmentación.

¿Y qué ocurre para que ese factor general se trasforme en las mil caras de presentación de este único sufrimiento mental? En mi opinión, la respuesta es el ambiente. Más concreto aún: las heridas en el desarrollo. En la gran mayoría de los trastornos se encuentran experiencias biográficas de trauma y daño psicológico.

Psicoterapia: la única alternativa al trauma

Las investigaciones deberían ir no ya solamente por el tipo de trauma, su duración e intensidad sino por el MOMENTO del ciclo vital en que aparece y a qué parte del cerebro en desarrollo afectaría más. Y si esto fuera así, solo hay un único tratamiento: la Psicoterapia.

La Psicoterapia es el único tratamiento específico para este sufrimiento mental. Una Psicoterapia que busque devolver la capacidad innata del cerebro para la integración de lo que está disgregado, para la reconstrucción del yo. Una terapia que lleve a la integración de memorias, a la integración de narrativas en el estudio de una biografía emocional y sus puntos de ruptura. Y la Psicoterapia misma debe buscar su propia integración, indagando cuáles son los auténticos factores del cambio terapéutico, factores neurobiológicamente fundamentados, en lugar de perderse en las batallas de qué lavadora lava más blanco. @mundiario

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