Trump complica las elecciones legislativas a su propio partido

Paul Ryan y Donald Trump se saludan en el Congreso de Estados Unidos. / Twitter
Paul Ryan y Donald Trump se saludan en el Congreso de Estados Unidos. / Twitter

En Washington D.C. ya corre el rumor de que algunos líderes conservadores, como Paul Ryan, estarían planeando su huida antes de los comicios de noviembre.

Trump complica las elecciones legislativas a su propio partido

Si la política actual en Washington D.C. pudiera descibirse con aquella metáfora del vaso medio lleno o medio vacío lo más probable es que terminaríamos concluyendo que ni siquiera hay vaso. Así lo entiende también el Partido Republicano, que se juega en noviembre su mayoría en las dos cámaras legislativas y que, irónicamente, uno de los suyos, nada menos que el presidente Donald Trump, se ha cargado la moral de los aspirantes a ser electos y reelectos. La ola expansiva de temor ha alcanzado a los pesos pesados de los conservadores y hay quienes ya dan por hecho que un par de cabezas rodarán, incluso voluntariamente.

Los síntomas de este virus electoral empezaron en diciembre pasado, cuando Alabama eligió por primera vez en 25 años a un demócrata para que les representara en el Senado. Golpeado por varios escándalos de acoso y abuso sexual, Roy Moore mordió el polvo pese a que Trump mismo le bendijo para la competencia. Aquello fue una derrota altamente simbólica, pues ni siquiera haberse refugiado bajo el manto presidencial fue suficiente para que uno de los mayores rincones conservadores de Estados Unidos votara a un candidato progresista. La primera exhibición de falta de poder del mandatario estaba consumada.

La derrota de Moore mostró al Gran Viejo Partido (GOP, por sus siglas en inglés) cuál es el camino en el que transitan actualmente, con la Casa Blanca en su poder y mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, pero incapaces de mostrarse como un partido fuerte en Washington D.C. y con sus votantes atraídos por los cantos de sirena del Partido Demócrata. La hemorragia podría terminar desangrando casi por completo al partido en noviembre, pues ya en Estados Unidos empieza a susurrarse que hay algunos totems que han decidido echarse atrás.

Salvar al vocero Ryan

De toda la lista que manejan los medios de comunicación para encabezar este exilio voluntario del partido está nada menos que Paul Ryan, vocero de la Cámara de Representantes y halcón conservador. Como líder del partido en la Cámara Baja, Ryan sabe que una más que probable derrota en las elecciones legislativas de noviembre lo dejaría a él como uno de los grandes señalados. El congresista por Wisconsin no está dispuesto a cargar semejante peso sobre sus hombros y tendría ya decidido no optar a la reelección por su asiento en la cámara, según delató el diario aleman Bild el fin de semana recién pasado.

El portavoz es uno de los tantos pesos pesados del partido con los que el empresario ha tenido sus piques y su escapada podría resultar un catalizador para que otros tomaran su mano y emprendieran su retirada. Salvar al vocero Ryan deberá ser una prioridad para Ronna Romney y sus chicos, que ya han perdido el crédito para mostrarse debilitados pese a su control total, cuando menos de presencia y numérico, en las instituciones gubernamentales. Pero el cuento no termina ahí.

Si los republicanos llegasen a perder la mayoría en cualquiera de las dos cámaras, Trump y el GOP prácticamente tendrían que despedirse de su proyecto de país. Es decir, si teniendo ocupada la mayoría de asientos en la Cámara y en el Senado se han dado serias palizas entre ellos, como el ridículo monumental del plan para demoler el Obamacare a principios del año pasado, resultaría imposible siquiera imaginar que con Nancy Pelossi y Chuck Schumer al mando del Capitolio el presidente y sus congresistas puedan tener espacio de maniobra.

En la agenda del Despacho Oval todavía hay algunos proyectos subrayadas con rojo, como la construcción del dichoso muro fronterizo con México e incluso la demolición del Obamacare, obsesión y Santo Grial de los republicanos. En el Capitolio todavía quedan algunos congresistas fieles al presidente, pero esa lealtad ya ha quedado clara con el caso Moore que no representa precisamente un plus para los votantes.

Quedan poco más de siete meses para que la Cámara de Representantes se someta en su totalidad a las urnas, al igual que el Senado (aunque en su caso será solamente un tercio). Nada parece indicar que Trump vaya a cambiar el rumbo de su discurso ni tampoco de su agenda. Su vehemencia ha arrinconado a su partido, que depende más que nunca de su núcleo tradicional para enderezar la nave antes de que sus tripulantes empiecen a saltar atrapados por el pánico de que el kraken los hunda sin piedad.

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