Sumas, restas y multiplicaciones para la felicidad

Ceros y unos en una pantalla. / Markus Spiske. /  unsplash
Ceros y unos en una pantalla. / Markus Spiske. / unsplash
La felicidad es la diferencia entre la percepción de los acontecimientos de nuestras vidas y las expectativas que tenemos sobre ella.
Sumas, restas y multiplicaciones para la felicidad

Hoy en día, los algoritmos han ido apropiándose de todos los espacios de la economía, de la gestión, e incluso del conocimiento. Estos son empleados por todas las redes sociales, los canales de streaming como Netflix y las plataformas musicales. Todos los buscadores como Google y hasta los dispositivos de casa como tu nevera o cafetera inteligente, determinan a través de sus algoritmos matemáticos, opacos para los usuarios, pero basados en tus preferencias y acciones, qué debes saber sobre tus amigos, qué series te gustarán, qué resultados serán de tu interés y qué noticias debes leer y por supuesto cuáles no, y en especial este último NO aplicable a todo lo anterior.

Seguramente ya sabrás que no todo lo que se publica está automáticamente disponible para todos los usuarios de Internet, sino previo filtrado por los algoritmos. Lo que se muestra en la pantalla es lo que el algoritmo selecciona. De esta forma, se controla el pensamiento de la gente, sus ideas, se modifican sus creencias, valores e incluso su cultura. Por supuesto, también se controla lo que compras.

Y ¿qué tiene que ver todo esto con la felicidad?

En 1789, Jeremy Benthan, abogado y filosofo inglés, propuso un algoritmo para la felicidad, basado en el cálculo de las consecuencias que toda norma, acción o ley implicaba para quienes se encontrarían afectos a su mandato, «todo acto humano, norma o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen, esto es, según el placer o el sufrimiento que producen en las personas». Llamó a su algoritmo el Felicific calculus.

Benthan intenta dar un criterio para ayudar a los demás en la búsqueda de lo útil, en el sentido que lo útil para la sociedad aportará mayor felicidad, y hace una clasificación de placeres y dolores para valorarlos. Propone siete criterios a ser medidos: Intensidad, Duración, Certeza, Proximidad, Fecundidad (situación agradable que genere más beneficio) Pureza (ausencia de dolor o perjuicio) y la Extensión, aplicable si se trata del Estado a lo que es útil para la sociedad, así el legislador debe preocuparse de que con sus leyes dé la mayor felicidad al mayor número de ciudadanos.

Afortunadamente, los algoritmos felices continúan presentes en nuestros días, Mo Gawdat propuso un algoritmo para la felicidad en su libro publicado en 2018 «la felicidad es la diferencia entre la percepción de los acontecimientos de nuestras vidas y las expectativas que tenemos sobre ella». Es decir, no se trata de ver el vaso medio lleno o medio vacío, sino de aceptar el agua que tengamos en el vaso.

El algoritmo de la felicidad

Este artículo empezó explicando cómo es que los algoritmos influyen para modificar el pensamiento, las creencias y hasta los valores de las personas, entonces podríamos preguntarnos ¿a qué se debe que aun no se estén empleando para ayudarnos a vivir una felicidad más natural? Y puede que llegue el día en que la próxima vez que mires tu móvil no solo muestre amigos sonrientes y de fiesta, sino también trabajando o estudiando, que la próxima vez que enciendas la TV, los noticieros distribuyan equitativamente el tiempo para mostrar el panorama completo y no solo trifulcas políticas y asesinos (estoy seguro de que ocurren muchas más cosas que solo eso) y que la próxima vez que mires los diarios tengan en primera plana al mismo nivel, no solo la clásica noticia sobre alguna tragedia o absurdo político, sino algo que podamos llamar una buena noticia, para balancear nuestra visión del mundo. @mundiario

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