Álvarez-Uría: "Sociología y literatura son excelentes observatorios de la sociedad"

Fernando Álvarez-Uría. / Mundiario
Fernando Álvarez-Uría. / Mundiario

Asegura que su obra se centra en los contenidos y abre la vía a una sensibilidad que complementa la perspectiva de otros estudiosos del campo literario. / Entrevista.

Álvarez-Uría: "Sociología y literatura son excelentes observatorios de la sociedad"

Fernando Álvarez-Uría, sociólogo y catedrático de la Universidad Complutense, enriquece la capacidad lectora, a través de algunas novelas. Convencido de que la sociología y la literatura son excelentes observatorios de la sociedad, sostiene que su obra se centra en los contenidos y abre la vía a una sensibilidad que complementa la perspectiva de otros estudiosos del campo literario.

– ¿El libro que acabas de publicar qué aporta?

– No soy un especialista en sociología de la literatura, territorio que ha sido explorado de forma original, en Francia, por Pierre Bourdieu, especialmente en Las reglas del arte y, en nuestro país, por Luis Mancha, autor de Generación Kronen. Una aproximación antropológica al mundo literario en España. Ambos tratan con especial agudeza el campo literario como un terreno acotado en el que se desarrollan luchas por ocupar posiciones de prestigio, luchas por el éxito y la visibilidad, lo que implica rituales de consagración, casas editoriales en pugna, premios, críticas, entrevistas y comentarios en suplementos literarios, etc. El campo literario es un terreno social y jerarquizado en incesante cambio, poblado de coronas de laurel, pero también de arenas movedizas en las que se mueven como pez en el agua los caimanes pues es un espacio específico del mundo cultural en el que se juega prestigio, dinero, poder... Soy un admirador de estos trabajos de Pierre Bourdieu y de Luis Mancha sobre el campo literario, pero me pareció que esa perspectiva podía ser enriquecida analizando los contenidos de determinadas obras para poner de relieve las regularidades discursivas que existen entre ellas y sus disonancias; esto ayuda a objetivar determinados problemas sociales desde perspectivas que los sociólogos tendemos a ignorar. Creo que mi libro (Sociología y literatura, dos observatorios de la vida social. Lecturas de un sociólogo, Ed. Morata, Madrid 2020) se centra en los contenidos y abre la vía a una sensibilidad que complementa la perspectiva de otros estudiosos del campo literario.

– ¿Qué ámbitos de la vida social analizas en tu libro?

– He abordado problemas del presente sobre los que existe una demanda social de clarificación. Los títulos, en siete capítulos, son los siguientes: 1. Sicilia como metáfora política. El nacimiento de una nación. 2. Rusia en las tinieblas. Los nihilistas rusos y la búsqueda de una nueva moral social. 3. Asesinatos en la intimidad. La literatura de misterio, espejo de la sociedad victoriana. 4. Los aventureros del espíritu. La literatura del yo, refugio en un mundo despiadado. 5. Trabajadores nómadas. Estrategias de resistencia contra la explotación laboral en la América profunda. 6. Republicanas. Mujeres españolas en la guerra, la revolución y la paz. 7. El sociólogo y el poeta. Erving Goffman y Ezra Pound en el manicomio de Saint Elizabeth. No abordo problemas sociales aislados, sino que trato de responder, con análisis sectoriales, a un problema de fondo que afecta a la naturaleza de nuestra sociedad: ¿Cómo avanzar hoy hacia sociedades más democráticas, vertebradas por la solidaridad y la justicia?

– Los libros que sirven de demostración a tu libro son, en proporción importante, libros consagrados, buena” literatura. ¿Qué es lo que hace buenas” a las obras elegidas?

– La mayor parte de las novelas sobre las que trabajo, aunque no todas, están integradas en lo que Harold Bloom definió como el canon literario; gozan, tanto para buena parte de lectores como de escritores y especialistas en literatura, de reconocimiento social y cultural. Y aunque el canon dista de ser aséptico, inamovible y definitivo, pues constantemente hay obras y autores que son re-descubiertos o se ven estigmatizados, las novelas que he trabajado están ya integradas por méritos propios en el patrimonio literario de nuestras culturas. He trabajado sobre archivos literarios en función de la clarificación de problemas; buena parte de las obras forman parte de la llamada cultura culta, pero no he renunciado al estudio de obras más ligadas a las culturas populares.

– ¿Qué pasa con la mala” literatura? Al margen de si merece la pena que se invierta tiempo en ella, ¿qué puede aportar a la mirada sociológica?

– Creo que en el terreno de la literatura, cada vez más internacionalizado, se podría escribir un libro de sociología del campo literario paralelo al de la sociología de las ciencias de Thomas S. Kuhn, que se podría titular en honor a él “La estructura de las revoluciones literarias”. Existen novelas consagradas y un cierto consenso sobre la buena” literatura conquistado por el pensamiento laico frente a las definiciones de lo bueno y lo malo, así como frente a las censuras promovidas por los poderes eclesiásticos. No olvidemos que, durante el siglo XIX y XX, los jesuitas y otras órdenes religiosas trataron de definir en España el canon literario en función de la moral católica; ahí está, por ejemplo, el libro Lecturas buenas y malas a la luz del dogma y de la moral, del jesuita Antonio Garmendia de Otaola, o el de Pablo Ladrón de Guevara sobre Novelistas buenos y malos, que conoció numerosas reediciones e  incluía una lista de más de dos mil autores; si buscabas en la “G” a Galdós, decía: ˝Véase en Pérez cuan malo es este autor ». Se puede uno imaginar lo que opinan de La Regenta de Clarín, o de AMDG de Ramón Pérez de Ayala. Durante demasiado tiempo la novela policial o la novela negra han sido relegadas a los márgenes como malas” novelas. En la actualidad, autores como Dashiell Hammett o William Riley Burnett han entrado ya a formar parte de los autores clásicos. En todo caso, yo no seleccioné mis materiales definiendo a priori su presunta calidad literaria, sino que he tratado de analizar novelas que abordan un mismo problema desde distintas perspectivas y que proporcionan puntos de vista susceptibles de contribuir a construir lo que Michel Foucault denominaba una problematización. He tratado, también, de que en el análisis se escuche el eco de la fuerza de la literatura, pero en último término son los lectores quienes decidirán críticamente sobre el interés y la utilidad  de mis propuestas. @mundiario

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