Siguen hurgando en el vertedero de las miserias humanas, porque ahora le conviene a alguien

El Rey Juan Carlos, durante su discurso de Navidad. / Foto de archivo
El Rey Juan Carlos, durante su discurso de Navidad. / Mundiario

En este caso no hay delincuentes, ni policía patriótica ni cloacas: hipocresía, farisaísmo, sepulcros blanqueados

Siguen hurgando en el vertedero de las miserias humanas, porque ahora le conviene a alguien

Los vertederos urbanos son visibles, sabemos de su existencia y convivimos con ellos; incluso cuando, en determinadas circunstancias atmosféricas, dejan sentir su desagradable tufo, lo aceptamos como algo transitorio. Ahora bien, si algún terrorista medioambiental los remueve, en busca de sabe Dios qué, el tufo se extiende, se adueña del ambiente y permanece largo tiempo, tanto como convenga a los intereses del buscador.

Dejando a un lado la posibilidad de que unas condiciones meteorológicas concretas pueden acabar con efluvio durante un tiempo, sólo hay dos soluciones: sellar el vertedero; es decir, aquí no ha pasado nada; o buscar al terrorista medioambiental y meterle en cintura para ejemplarizar.

Podríamos decir lo mismo de los vertederos de los residuos del alma, miserias personales, corrupción, chantajes, secretos guardados eficazmente con astucia y paciencia. Está de moda remover estos basureros para desvelar ciertas informaciones, con el decidido propósito de desacreditar a alguien, deteriorar una institución o chantajear a algún prójimo.

Uno de los más activos buscadores en vertederos ha sido el comisario Villarejo, dentro de los ámbitos empresarial y político. Para retirar de la circulación a quien molesta, no hay nada mejor que destapar un escándalo y guardarlo en espera de la ocasión propicia para desvelarlo, desprestigiar así a la persona o institución y conseguir que desaparezca de la vida pública.

Esto es cosa sabida por todos; lo que me altera es la diferente actitud adoptada por determinadas personas y partidos ante el comportamiento de Villarejo, que pone de manifiesto, una vez más, la incongruencia y fariseísmo reinantes en la vida política.

Hay ejemplos para todos. El PSOE y Felipe González fueron objeto de atención de este sujeto, que largó todo lo que quiso, naturalmente, poniéndolos a caer de un burro. Actitud del partido: no tiene credibilidad, forma parte de las cloacas del Estado y de la “policía patriótica”. “Los otros”, callados.

Pero, “arrieros somos y en el camino nos encontraremos”, y el comisario volvió a repartir estopa, descubriendo detalles de escándalos de corrupción relacionados con el PP. En este caso, el PSOE aplaudía con las orejas, y el PP recurría a adjetivos descalificadores.

En tiempos más cercanos Villarejo grabó una conversación con la entonces Ministra de Justicia, de contenido bochornoso, escabroso y, tal vez, delictivo. El PSOE puso el grito en el cielo –manipulación, mentiras, basura- y miró para otro lado. “Los otros”, aplaudieron a Villarejo.

 Pablo Iglesias y Podemos también han concentrado la atención del comisario, por ejemplo en el llamado caso Dina. El líder carismático arremetió contra semejante personaje porque era un delincuente.

Y ahora llega el caso, lamentable caso, del Rey Emérito, con las conversaciones del comisario y la rubia alemana, que, día par y día impar, difunden por entregas los medios de comunicación, someten a debate los tertulianos y consideran creíbles.

Lo lamentable es que,  cuando se habla de las aparentes miserias del Emérito, muchos aplauden por lo bajini al comisario –otros lo hacen descaradamente como los de Podemos- y se olvidan de las cloacas y de la policía patriótica.

Quienes olvidan las cloacas y la policía patriótica en el caso del Rey Emérito y se regodean y frotan las manos escuchando a la alemana, están utilizando el tufo del vertedero para sus fines políticos: desprestigiar la Monarquía y conseguir la convocatoria de un referéndum, con la esperanza puesta en que España será republicana.

Indecente, hipócrita, incongruente, farisaico y sepulcro blanqueado, serían algunos de los calificativos que podrían utilizarse para definir a quienes aplican la ley del embudo de forma tan descarada y burda.

¿Qué opina usted de la catadura moral de los que remueven el vertedero cuando les conviene? @mundiario

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