Ser niño en el Triángulo Norte y desaparecer: Guatemala

Ilustración de menores desaparecidos en Guatemala / Moris Aldana
Ilustración de menores desaparecidos en Guatemala / Moris Aldana
La ley que dio vida a la alerta Alba Keneth por menor de edad desaparecido fue aprobada en 2010. Solo en 2018 se publicaron 5,704 alertas de las que, a finales del año, quedaron activas 1,349.
Ser niño en el Triángulo Norte y desaparecer: Guatemala

A Alba España dos mujeres se la robaron para venderla en unos $2,500. A Keneth López también se lo robaron. Lo iban a vender en $1,300. Alba apareció el 15 de junio de 2007. Ese día, el de su cumpleaños, fue entregada a su madre en un ataúd. A Keneth lo encontraron enterrado en el patio de la casa de una de las mujeres involucradas en el rapto. Fue el 23 de diciembre de 2009. Alba no llegó a celebrar sus 9 años. Keneth solo tenía 4.

Ambos son un doloroso capítulo en la historia de Guatemala.  El peso de los trágicos finales de estos dos niños se repite como advertencia hoy en cada una de las denuncias por menor de edad desaparecido en este país. Por ellos, la alerta de búsqueda inmediata se llama Alba Keneth.

La Convención Internacional de los Derechos de la Niñez, que en noviembre de este año cumple 30 años, recoge el concepto de interés superior del niño. De este principio garantista se desprenden medidas especiales de protección a la niñez vulnerable. Entre las que están las alertas inmediatas por desaparición.

La Alba Keneth fue creada en medio de una emergencia el 10 de agosto de 2010. Las familias de estos dos niños fueron una pieza clave para demostrar que era necesario llenar los vacíos institucionales que tenía la búsqueda para poder, como no se pudo con ellos, salvar vidas. Alba fue asesinada antes de que se cumplieran las 24 horas que, en aquel entonces, las autoridades hacían esperar a las familias para poder aceptar una denuncia y comenzar, a partir de ahí, la investigación.

En 2018, se activaron 5,704 alertas Alba Keneth. De las que, al final del año, 1,349 seguían activas. Cuando estas alertas se colocan en un mapa de Guatemala, la parte que más se colorea es la de la capital y las zonas aledañas.

Alba desapareció y fue asesinada en Chiquimula. A Keneth lo mataron en Jalapa. Entre el 23 de julio y el 3 de septiembre, en Chiquimula se activaron cinco alertas, en Jalapa 12 y en la ciudad de Guatemala, 236. La diferencia, como apunta Claudia Hernández, directora de la Fundación Sobrevivientes, no tiene que ver solo con la densidad poblacional. "En el interior del país hay mucho desconocimiento de la ley todavía. La gente no sabe que desde el 2010, ya no tiene que esperar 24 horas para poder hacer una denuncia por menor desaparecido".

El año pasado, se activaron 16 alertas al día, en promedio. Hernández explica que, cuando la ley nació, el tráfico de personas y la adopción irregular eran las principales causas de desaparición. Este fenómeno, señala, en la actualidad se mueve a otros dos motivos: la migración y la delincuencia.

Guatemala forma parte del Triángulo Norte, la región compuesta por tres países que son zona de tránsito y punto de partida de migraciones. De acá que organismos de Derechos Humanos, como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), señalen que los sistemas de protección, así como las amenazas de las que son víctimas los niños y adolescentes, no deben limitarse por fronteras. Cada uno de los sistemas de alerta inmediata, sin embargo, funcionan con separaciones, diferencias y deficiencias.

Mientras que Guatemala activó 5,704 alertas Alba Keneth el año pasado; en El Salvador, 696 menores de edad se denunciaron como desaparecidos en 2018, pero solo se activó el sistema de alerta Ángel Desaparecido en 48 casos. En Honduras, la única institución que registra la desaparición de menores de edad es la Organización Internacional de Policía Criminal (INTERPOL). Y, para el año pasado, registró 476 casos. El sistema de alerta Ámber hondureño, aunque tiene una ley vigente desde 2015, todavía no se ha puesto en marcha.

Guatemala es un corredor por el que pasan migrantes desde toda América Central y, principalmente, de El Salvador y Honduras: "Somos el último paso para llegar a México, a Estados Unidos, y debemos tener en cuenta que, lastimosamente, nuestro país tampoco es muy seguro, hay mucha gente desaparecida cuya última ubicación ha sido aquí, hay mucha niñez migrante que desaparece o se queda sola en el país".

La Alba Keneth no establece restricciones de nacionalidad, cualquier menor de edad que desaparezca en este territorio puede generar una alerta para que las siete instituciones guatemaltecas que integran este sistema de protección coordinen la búsqueda e investigación. "La gente que va de paso considera que las leyes no son con ellos y no se aplican a su favor por no tener estatus legal; pero sí aplica y lo que necesitan es un documento y una fotografía". Esto que explica Hernández con tanta claridad. Es lo que no llega a suceder con casos, como el de una adolescente salvadoreña, a la que acá se le llamará solo A.

Desde que era una niña, A formó parte de un programa de refuerzo escolar que tiene sede en un departamento fronterizo en El Salvador. Está en los 16 años, pero muy lejos de cualquier cosa que se parezca a una fiesta. Un día, cuenta la directora del programa, A dejó de llegar y le perdieron la pista. Preguntaron por ella en la zona, pero nadie dio cuenta.

Con la desaparición de A no hubo denuncia. En El Salvador no había nadie de su familia para presentarla. Estuvo desaparecida por meses, al margen de cualquier registro. Un día, por fin, llamó.

A se fue en una de las caravanas que partieron de El Salvador y pretendían llegar a Estados Unidos. Huyó con un hermano apenas mayor de edad, el hijo de este, de tan solo meses de nacido, y otro hermano de menos de 5 años.

Este grupo, formado por un adulto muy joven y tres menores de edad, cruzó fronteras entre El Salvador y Guatemala y entre Guatemala y México. Fue en este último país en donde el único adulto del grupo desapareció.

El 23 y 24 de enero de este año, un par de meses antes de que A se uniera a la caravana, Guatemala fue la sede de un intercambio de conocimientos en torno a cómo enfrentar las desapariciones en el que participaron más de 50 representantes de instituciones de seguridad pública del Triángulo Norte y, además, México y Colombia.

En esa ocasión, se expusieron avances. Y Axel Romero, viceministro de Prevención de la Violencia y el Delito del Ministerio de Gobernación de Guatemala cerró el Foro diciendo que: "El intercambio ha sido una oportunidad para aprender cómo mejorar el registro de personas desaparecidas, evitar errores y ver cómo funcionan otros sistemas”.

Niños como A y sus hermanos escapan a todos esos registros porque, en sus contextos, las denuncias no son una posibilidad. El sistema de protección de la infancia de la región no ha conseguido acercar los recursos a esta parte de la población vulnerable. Como ya advirtió el informe Niños desaparecidos en Centroamérica: "A pesar de que existe legislación que protege a los niños del abandono y la falta de protección, los mecanismos concretos para su protección son mínimos, en el mejor de los casos", dice el documento respaldado por UNICEF y por el Centro Internacional para Niños Desaparecidos y Explotados.

"Los países de Centroamérica funcionan como países de origen, de tránsito y de destino para las víctimas de trata", se lee en este reporte y continúa: "Los factores que contribuyen en forma significativa a que la región se haya convertido en un corredor para la trata de personas: la pobreza generalizada; las limitaciones económicas ocasionadas por la falta de oportunidades educativas y laborales; el impacto negativo de los desastres ambientales; unos registros civiles complejos y burocráticos que obstaculizan la emisión de documentos de migración oficiales; los elevados niveles de violencia y conflicto; la discriminación de género y, en consecuencia, el aumento de los incidentes de violencia doméstica.

"La principal limitante que tienen los sistemas de alerta de cada país es que su alcance es solo nacional", reconoce la jefa de la Unidad Especializada de Delitos de Tráfico Ilegal y Trata de Personas de la Fiscalía General de la República (FGR), Violeta Olivares. Ella, para compartir información de casos transnacionales prefiere hacer uso de grupos de Whatsapp con otros fiscales de la región porque la gestión se hace más expedita. La fiscal salvadoreña agrega que los menores de edad son la población más vulnerable a ser explotada. "Los adolescentes y los niños son el 60 % de los casos de trata".

Aunque se ha comunicado un par de veces con el personal del programa, la situación de A todavía es indefinida. No se sabe en dónde exactamente están ella, su sobrino y su hermano. No se sabe si están. La directora sospecha que en México; teme que, ahora que otra vez lleva varios días sin comunicarse, haya caído en una red de prostitución. Y ninguna institución de Estado, en ningún país, la está buscando a ella, a su hermano o a su sobrino de meses de nacido.

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Suilma Cano, es la jefa operativa de las Alertas Alba Keneth. Desde su oficina en la capital es esperable que desde inicio manifieste que "es bueno activar una alerta, es muy importante cuando se tiene conocimiento la desaparición o sustracción de un niño o niña o adolescente".

En países como Guatemala se deposita casi toda la responsabilidad en las familias para activar el sistema. Esta acción, muy encaminada a resolver de manera inmediata, esconde otras discusiones, por ejemplo, la tipificación del delito para reducir los niveles de impunidad.

Los casos de Alba y de Keneth terminaron en condenas de más de 50 años para sus captores y asesinos. Y las sentencias están basadas en la violenta forma en la murieron los niños. En la Guatemala de hace 10 años y en la Guatemala hoy no se reconoce la desaparición por violencia y, fuera de lo que las instituciones involucradas en la alerta temprana puedan llevar, tampoco hay un registro de desaparecidos en el que se puedan investigar patrones o redes.

Este no es el único país sin marco legal adecuado para el caso de las desapariciones. El Salvador solo reconoce como delito en su Código Penal la desaparición ejecutada por cuerpos de seguridad, y es más una herencia de guerra. Honduras no tipifica la desaparición, sino que solo el secuestro y la privación de libertad.

"La desaparición es un ejemplo de cuándo importa que aparezca el cuerpo y cuando no importa. Si la desaparición no es delito, entonces es muy ‘útil’, entre comillas, para los actores violentos; lo hace funcional", explica la investigadora y catedrática en el Centro de Latinoamérica y el Caribe, del London School of Economics en Inglaterra, Jenny Pearce, en una entrevista publicada en el medio digital guatemalteco Plaza Pública.

Alba y Keneth marcaron un hito en la conmoción social de Guatemala. Sus tragedias apresuraron una ley que ha servido para agilizar los procesos de búsqueda. Y a casi una década de aquello, el estado actual del sistema ha sido puesto a prueba por otro niño cuya historia pública empieza en el video que una mujer grabó cuando personal de seguridad lo mantenía detenido. El motivo: robar comida.

Apareció en el radar en Huehuetenango, un municipio ubicado a 150 kilómetros de la capital. El departamento, del mismo nombre, ocupó el año pasado el primer lugar en morbilidad por desnutrición crónica. Ahí residen más de 11 mil niños con cuerpos afectados por la falta de comida.

La primera vez que su rostro recorrió las redes sociales, estaba tirado en una acera de cemento, con las manos en la boca, golpeado. Lloraba. Gritaba. Estaba desesperado y con hambre. En ese noviembre de 2018, la edad que se le calculó fue ocho años. Poco después de ese día, el sistema de protección infantil se activó y Óscar fue institucionalizado.

La siguiente vez que Óscar llegó a acaparar la atención de los usuarios de las redes sociales fue a inicios de septiembre de este año, cuando su rostro y datos formaron parte de un boletín de la alerta Alba Keneth. Ahí se supo que no tenía 8 años. Tiene 14, piel morena, pelo negro y lacio, mide 1.10 metros y el día en que se escapó del albergue Nidia Martínez, de la Secretaría de Bienestar Social, llevaba puesto un pantalón azul, una camiseta blanca y calzaba chapulines. El cuerpo y la historia de Óscar resumen toda la vulnerabilidad de la niñez en Guatemala.

"Es muy importante que cuando se da la desaparición o sustracción de un niño se presente la denuncia porque solo de esa manera nosotros podemos tener conocimiento de que hay un niño una niña o adolescente desaparecido", insiste Sulma Cano, desde la PGN. Y Claudia Hernández, desde la fundación Sobrevivientes, hace notar cuánto ayuda que las familias conozcan las actividades de sus hijos, las amistades y su comportamiento en redes sociales. La historia de Óscar, sin embargo, visibiliza a un sector de la niñez a la que, sin red de apoyo, sin tutores presentes, sin educación y sin comida, el sistema no cubre.

La que se conoció el 23 de agosto no fue la primera vez que Óscar desapareció para convertirse en boletín de alerta Alba Keneth en 2019. El adolescente generó otra alerta el 7 de agosto. En estas dos se señala como lugar de desaparición La Esperanza, Quetzaltenango. Y, siempre en este año, pero el 4 de febrero, Óscar fue otro boletín en el que se indicaba como lugar de desaparición San Sebastián Coatán, en Huehuetenango. Tres desapariciones en un año.


"La investigación de las causas subyacentes que motivan a un niño a fugarse puede prevenir que estos hechos se repitan y así protegerlos de explotación o abusos futuros. Cuando no se resuelven las causas fundamentales, los problemas subyacentes pueden empeorar", dice el informe de la UNICEF sobre la desaparición de niños en Centroamérica.

En Guatemala, Marwin Bautista, subsecretario de Protección de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia, la institución a cargo del albergue en el que se encontraba Óscar, dijo a medios que el haber vivido en situación de calle hacía que el adolescente tuviera problemas para aceptar las normas.

Las constantes desapariciones del menor derivaron en la destitución de la directora del albergue. En el informe de UNICEF se insiste en la falta de guía y de legislación en los casos de niños que desaparecen tras abandonar el hogar: "Los jóvenes pueden seguir fugándose del hogar una y otra vez, aumentando más y más su vulnerabilidad". Como Óscar.

**Este reportaje fue realizado en alianza con CONNECTAS

Por Glenda Girón con reportes de Wendy Funes e Isaías Morales/Connectas

Ilustraciones de Moris Aldana

Infográficos de Jorge Contreras

Visualizaciones de Guillermo Ambrosio

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