Ser feliz es el camino, no la meta

Una mujer disfruta de una puesta de sol. / Pixabay
Mujer disfrutando de una puesta de sol. / Pixabay
Si todavía estás buscando la felicidad en algún momento futuro o en algo que crees no tener, mira a tu alrededor y te darás cuenta de que la felicidad está mucho más cerca de lo que crees.
Ser feliz es el camino, no la meta

Seguro que te suena: estás viviendo un momento bonito y cuando se pasa, te das cuenta de que en realidad no lo has disfrutado porque estabas más pendiente de otras cosas o de algo que iba a pasar en el futuro que del momento en sí.

Algunos momentos como una celebración con amigos, el cumpleaños de alguno de tus padres o incluso en la boda de uno mismo se está tan ocupado con los preparativos y con la mente centrada en que todo salga bien que al final uno se olvida de lo más importante de todo: disfrutar del momento y ser feliz.

Estos últimos años se ha puesto de moda eso de tener metas, proponerse objetivos en la vida y perseguir los sueños, si es que los hay. En los medios de comunicación y redes sociales impera la creencia de que el ser humano ha de tener sueños, objetivos y metas que den sentido a su vida y le permitan encontrar la felicidad, y parece que la vida tenga que girar en torno a esas metas y que uno solamente está realizado cuando los ha conseguido.

Pues bien, nada más lejos de la realidad. Es cierto que tener objetivos en la vida ayuda a actuar con determinación, a llevar una vida más ordenada o estructurada y en ocasiones incluso puede ayudar a mantener el equilibrio físico y mental, muy necesario para conseguir un estado de bienestar. Sin embargo, fijar la atención solamente en unos determinados objetivos, a menudo no fáciles de lograr, puede ser el causante de muchos dolores de cabeza y de situaciones de estrés y malestar con uno mismo causadas por la insatisfacción que se da cuando estos objetivos no se ven cumplidos. En ocasiones, incluso se dedica más tiempo a pensar en todo aquello que se tendría que haber hecho mejor, o no haber hecho, y uno se martiriza con lo que pudo haber sido y no fue y piensa que ha actuado mal, lo cual provoca una frustración bastante grande.

Y es que la vida no nos puede devolver el pasado, ni tampoco puede calcularse cual modo matemático como el tiempo que pasa hasta que la bola deja de girar en una Roulette y así poder pronosticar nuestro futuro con mayor certeza. La vida es algo impredecible, incalculable y que nunca deja de sorprender. Y si no terminas de creer que sea así, echa la mirada un par de años atrás y piensa en todo lo que has vivido desde entonces y si en aquel momento hubieses podido predecir con poco margen de error dónde estarías en pleno 2020. Probablemente la respuesta sea que no, y es que en muchas ocasiones uno se empeña en querer que algo vaya de una manera determinada y se ofusca tanto en el resultado final, que se olvida de disfrutar del camino hasta allí e ignora que, además, la vida puede que tenga otros planes para ti.

Camino. / Pixabay

Camino. / Pixabay

Por ese motivo precisamente es tan importante que se disfrute del presente, del momento que se está viviendo y se aprendan a apreciar y valorar las cosas más sencillas en la vida, pero que a veces son las que más llenan el corazón. Piensa si no en la última vez que tu madre te dio un abrazo, que tu compañero de trabajo te trajo un café sin pedirlo o que te reuniste en una cena y tomaste unas tapas con amigos y recordaste viejos tiempos entre risas. En esos pequeños instantes donde uno se siente tan bien y aprecia lo que está viviendo es donde recae la verdadera felicidad. Pequeños instantes que por sí solos pueden parecer poco relevantes para el transcurso de la vida, pero que si los unes uno a uno como si fuesen los puntos de un dibujo, darías con el camino real de tu vida, que no es otro que el camino de la felicidad. Así que, si todavía estás buscando la felicidad en algún momento futuro o en algo que crees no tener, mira a tu alrededor y te darás cuenta de que la felicidad está mucho más cerca de lo que crees.

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