Se confirma la consolidación de un nuevo mapa electoral

Secretarios generales de los cuatro partidos principales de España. / ara.cat
Secretarios generales de los cuatro partidos principales de España. / ara.cat

La encuesta del CIS ratifica la nueva estructura del mapa electoral. Hay pocos vasos comunicantes entre los electorados del PP y del PSOE: las pérdidas que experimentan cada uno de ellos no van a reforzar al contrincante.

Se confirma la consolidación de un nuevo mapa electoral

Hace cuatro años, en los comicios al Parlamento europeo se registró un resultado inédito: la suma del apoyo recibido por el PP y por el PSOE no alcanzó el 50% de los votos totales emitidos. Se abrió, entonces, un cierto debate en la opinión publicada sobre la continuidad temporal de tal descenso relevante en el peso del bipartidismo. Una parte significativa de los análisis afirmaban el carácter anecdótico del sucedido en aquella cita electoral y pronosticaban un futuro retorno a las tendencias precedentes. Las generales celebradas en los años 2015 y 2016 confirmaron los indicios de cambio detectados en el 2014 para sorpresa de los que seguían viendo, en este fenómeno, un “souflé” con poco recorrido.

Lo que dibujan los últimos sondeos no encaja en esa lógica tradicional. La presencia y progresivo crecimiento de Ciudadanos modifica las anteriores transferencias.

La reciente encuesta del CIS ratifica la nueva estructura del mapa electoral. A diferencia de lo que ocurrió en las últimas décadas, hay pocos vasos comunicantes entre los electorados del PP y del PSOE: las pérdidas que experimentan cada uno de ellos no van a reforzar al contrincante. En las victorias de Aznar de 1996 y del 2000 hubo una evidente transferencia de votantes que antes habían apoyado a Felipe González. Algo semejante tuvo lugar -en un sentido inverso- cuando se produjo el triunfo de Rodríguez Zapatero en los años 2004 y 2008. La propia mayoría absoluta conseguida por Mariano Rajoy en el 2011 no se explica sin ese movimiento circular. Obviamente, ambas formaciones también perdían votos que iban hacia la abstención y, en el caso del Partido Socialista, cara IU. Pero había una indiscutible porosidad entre segmentos de los votantes de esas fuerzas.

Lo que dibujan los últimos sondeos no encaja en esa lógica tradicional. La presencia y progresivo crecimiento de Ciudadanos modifica las anteriores transferencias. Lo que pierde el PP ya no va, primordialmente, al PSOE y a la abstención sino al partido de Rivera.Y, además, la formación naranja está captando un cierto número de los votantes que abandonan la fuerza que actualmente lidera Pedro Sánchez. En la otra parte del escenario, Unidos Podemos y las confluencias mantienen, con poco desgaste, la posición obtenida en el 2016 y no se percibe el conocido fenómeno del “voto útil” cara el PSOE. Para este partido, la situación es preocupante: a pesar de la notable erosión que padece el gobierno de Rajoy y de las manifestaciones de protesta que se registran en el tejido social, no es capaz de generar una expectativa consistente que, además, capitalice la importante participación que tiene en varios gobiernos autonómicos y locales. Sánchez no sabe cómo salir del estancamiento:su pacto de gobierno con C's después de las generales de 2015 neutralizó la credibilidad de las críticas posteriores que verbalizó contra Rivera mientras que su retórica disposición a los acuerdos con UP y las confluencias no es capaz de ocultar la secular resistencia de su partido a una alianza en pie de igualdad con otras formaciones ubicadas en el territorio de la izquierda.

No es fácil hacer previsiones para los próximos meses. En todo caso, parece verosímil pensar que el mantenimiento del bloqueo político en Catalunya alimentará el potencial electoral de Rivera

El momento demoscópico dulce que está viviendo Ciudadanos tiene una explicación multicausal: la corrupción estructural que atraviesa al PP, la polarización derivada de la dinámica política catalana y la presencia destacada del factor generacional en el comportamiento electoral. La imagen de Rivera conecta con sectores de votantes del partido de Rajoy -de edades inferiores a los 55 años- que ya no aguantan el catálogo diario de escándalos y que además poseen una identidad nacional española que desean afirmar frente a la declaración unilateral de independencia que se visualizó en Catalunya. Si, además, la historia de esta fuerza carece de experiencias gubernamentales importantes que permitan contrastar la distancia que va de las promesas a la realidad, se cierra el círculo de la virtuosa propaganda naranja.

No es fácil hacer previsiones para los próximos meses. En todo caso, parece verosímil pensar que el mantenimiento del bloqueo político en Catalunya alimentará el potencial electoral de Rivera y, por tanto, facilitará la futura conformación del que sería el primer gobierno de coalición en el ámbito estatal (en este caso protagonizado por PP y C's). Con semejante perspectiva, resultaría complicado imaginar la continuidad de M. Rajoy en la primera línea de la actividad política. @mundiario

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