La salida de España del Rey honorífico tiene pinta de ser un paripé de efectos calculados

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Esta foto tardará algún tiempo en repetirse, por ahora

Es una medida calculada en el proceso iniciado en marzo con las revelaciones sobre la herencia que supuso un reconocimiento de su indebida conducta privada con repercusión pública

La salida de España del Rey honorífico tiene pinta de ser un paripé de efectos calculados

La temporal retirada del rey honorífico de España del territorio nacional (me parece una frivolidad y falta de respeto a los españoles que realmente pasaron por ese trance llamarlo “exilio”) merece a mi entender situarla dentro de tres ámbitos: el motivo que al viaje provoca, su propia naturaleza, dada la vida ordinaria de Juan Carlos I, y la cuestión de fondo de sus propias responsabilidades como ciudadano, aunque sea aforado.

Un decidido partidario de Juan Carlos, el británico Tom Burms Marañón, nieto del doctor Marañón escribe (La monarquía necesaria, Barcelona, Planeta, 2007, pág.14):  “El enorme caudal de aceptación popular de que había gozado Juan Carlos I fue puesto repetidamente en riesgo por la propia actitud, no siempre responsable del monarca y su entorno. Pese a los intentos de evitarlo y el tratamiento discreto de los medios de comunicación no siempre lo edecanes del monarca lograron que determinados hechos dejaran de trascender, de suerte que la prensa española no tuvo más remedio que hacerse eco de lo que en tal sentido había publicado la extranjera”.

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Felipe VI debe pensar en el futuro

Dice Burn: “De puertas palaciegas para dentro los Reyes y los suyos pueden ser tan disfuncionales como cualquier núcleo familiar, pero son profesionales a la hora de proyectar exteriormente con gran elegancia una conducta de servicio a la altura de la circunstancia requerida. Los Reyes, como se decía antiguamente, saben “estar” y esto lo reconoce y hasta lo agradece la ciudadanía que se agolpa para presenciar cualquier acto público de la Corona” O sea, que ya no se le pide que sea ejemplar, sino que de puertas para adentro –como sucede en España- puede ser una familia como cualquier otra –pero colmada de privilegios-, si bien cuando comparece en público debe resplandecer. Si no lo hubiéramos explicado ya, veríamos como el autor citado es partidario del “imaginario monárquico”, de introducir en la mente de las gentes un atávico sentimiento de admiración por unas personas que en la intimidad son como los demás, aunque nos hagan creer otra cosa.

La defensa del rey honorífico

En las redes sociales, sus defensores se han lanzado en masa a recordar sus servicios al país y su derecho a la presunción de inocencia, obviando los motivos que aconsejan a su salida para evitar negativas repercusiones sobre la Corona. No deja de ser curioso que se pase por alto que el primero en reconocer, distanciarse y curarse en salud sobre la conducta del rey honorífico fue su propio hijo y sucesor, que cuando tuvo noticia de sus trapicheos y fundaciones en paraísos fiscales, acudió a un notario a anunciar que se proponía renunciar a la herencia que pudiera corresponderle y a todo beneficio o rédito de sus fundaciones y trasiego de fondos en el extranjero, consecuencia de donaciones o regalos de amigos de su padre. Y por si fuera poco, le retira el sueldo.  ¿Si esto no es reconocimiento de culpa, aunque sea ajena o paterna, cómo llamarlo?

¿Y cuando Felipe VI da a conocer su decisión? Pues cuando se sabe que las investigaciones de un fiscal suizo sobre la conducta de su padre van a alcanzar nuestras costas, de modo que, pasado un año de la primera acción, es preciso darlo a conocer a los ciudadanos y tender convenientes cortafuegos.  Y como es lógico, porque esto no se improvisa, hubo de diseñarse la fase siguiente: alejar a Juan Carlos del primer plano de los focos mediáticos y de la opinión pública, presentando como una novedad lo que realmente es la actual forma de vida cotidiana, desde que abdicó del mal llamado “rey emérito”. Se complicó el caso por la revelación de lo que viene largando la más famosa de sus barraganas o mancebas que de este modo se llama en castellano a las damas de lance que hacen su papel. (Ya dice la vieja conseja del castellano: “No fíes de barragana”).

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Los caricaturistas encontraron un filón en las amistades del rey honorífico

Juan Carlos ha dicho a sus personas de confianza, que se va por un tiempo o para volver. De ordinario, pasa tres cuartos de su tiempo viajando. Ha recorrido más de 200.000 kilómetros desde Arabia Saudí, Estados Unidos, México, Emiratos Árabes, Bahamas, Marruecos y otros destinos, pero siempre de fiesta en fiesta.  Percibía una asignación anual 187.356. Sus apariciones al lado de la Reina Sofía eran puramente aparentes, sin que exista relación alguna entre ambos. Siempre solo, se le puede ver en restaurantes y hoteles de lujo, grandes eventos o fiestas de amigos. Cuando estaba en España acudía de vez en cuando al Palacio Real donde tenía instalado un despacho.

El exilio dorado

Desde que dejó el cargo, el rey honorífico Juan Carlos I, los medios se dedicaron a reflejar su vida de asueto que, inevitablemente, recordaba el “exilio dorado” de su abuelo Alfonso XIII, que acabó de rematar el mal recuerdo y la mala imagen que su paso por la historia dejó en los españoles. A falta de un Estatuto de la Corona, asunto pendiente desde antes de su abdicación, y que su nuevo “cargo” fue una solución improvisada, se buscaba el modo de que Juan Carlos I justificara el sueldo que cobraba y los privilegios que conservaba, sin la menor responsabilidad. La preocupación estribaba en que la imagen de este ex rey como un jubilado de lujo pudiera repercutir en la de la Corona que los asesores de su hijo tratan de recomponer, dando a entender que la institución había cambiado.

Y está el asunto de las comisiones, las fundaciones, los trasiegos de fondos en paraísos fiscales, sus relaciones con la falsa princesa Corinna y, en suma, un comportamiento nada ejemplar con relación a sus alusiones repetidas en sus últimos mensajes sobre Rey sobre la moralidad pública. Es posible que, caso de que tuviera que declarar, como todos los ciudadanos sus incrementos de patrimonio, el asunto haya prescrito y Hacienda no pueda exigirle el pago de los impuestos correspondientes, como hace con cualquier vecino. Pero la cuestión ya no es esa. Es la mala imagen que proyecta sobre la institución e incluso el código moral que Felipe VI ha aprobado con respecto a los regalos que pueden recibir los miembros de la familia real (aunque ahora nos enteremos que hasta su viaje de novios fue un regalo de un amigo de su padre).

La renta del petróleo

Pero es que, además las comisiones por la llama renta del petróleo es un asunto viejo, y en cierto modo aceptado, desde tiempos remotos, sobradamente demostrado y probado. El catedrático de Economía, Roberto Centeno (y ni fue denunciado, ni procesado cuando hizo esta manifestación) reveló que el monarca y su amigo Manuel Prado y  Colón de Carvajal cobraron una comisión de entre “uno o dos dólares” por barril de petróleo que compraba el erario público de España en los países árabes. Centeno hizo cálculos de cuanto se llevaba el rey Juan Carlos, información que él conocía porque era precisamente el encargado de pagar los suministros por su responsabilidad en CAMPSA. Debido a la “intermediación” de Manuel Prado y Colón de Carvajal (que acabaría en la cárcel por otro episodio), por encargo de Juan Carlos, España pagaba el petróleo más caro, ya que ambos se llevaban una comisión. Roberto Centeno, entonces consejero delegado de CAMPSA, tenía un mandato expreso del Consejo de Ministros: conseguir petróleo al precio más barato posible debido a la carencia española de suministros energéticos, con el consiguiente riesgo de desabastecimiento y colapso.

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Juan Carlos con su amigo Prado y Colón de Carvajal

Fin de ciclo

Los episodios que vivimos estos días en realidad vienen a ser como el final de un ciclo que se inició en noviembre de 2011 cuando la prensa española dejó de mirar para otro lado, la imagen de Juan Carlos I y sus andanzas se resintió hasta llegar al presente. La crisis no es de ahora. Viene de atrás.  Con su abdicación se pensó conjurar los efectos de su conducta. Pero es evidente que no se logró. Ahora se retira del país. Ya veremos con qué resultado.

Las noticias sobre la Casa Real española y sus miembros en los medios extranjeros adquirieron, a partir de noviembre de 2011 hasta nuestros días, un carácter casi de crónica de sucesos, y los contenidos críticos han tenido su reflejo inevitable en el propio modo en que la prensa española, al recoger lo que dicen en el extranjero, tuviera que profundizar, como nunca se hiciera antes en toda suerte de detalles, informaciones, comentarios, valoraciones y encuestas, que demostraban, como nunca se hizo hasta ahora, que los españoles observaban hacia el Rey y su entorno con desaprobación y crítica, más allá de lo meramente coyuntural.

Hasta un personaje especialmente vinculado a la Casa Real: José Antonio Zarzalejos, ex director del diario monárquico”ABC”, escribía El 15 de abril de 2012 “La Corona ha entrado en barrena” y subrayaba: “Su estrecha e íntima amistad con Corinna zu Sayn-Wittgenstein ha dejado de constituir un rumor para convertirse en una certeza, hasta el punto de que existe ya documentación acreditativa de que acompaña a Don Juan Carlos en viajes al extranjero y asume funciones de representación oficiosas”.

En resumen, se está magnificando el viaje de Juan Carlos y su temporal alejamiento del país. Lo más curioso de este episodio no es sólo la defensa cerrada que los partidarios de Juan Carlos I mantienen obviando su conducta. Y se amparan, como el propio Juan Carlos hace su carta en la que anuncia que sale de viaje, en que son asuntos privados, del pasado, sin considerar, como ya hizo en otro caso, “que se había equivocado”. Por lo visto esta vez no. Son los otros los que hurgan en su vida privada. @mundiario

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