Réquiem por un sueño

Escenario de la junta general del Deportivo de La Coruña. / RCD
Escenario de la junta general del Deportivo de La Coruña. / RCD
Con su venta, solo queda conseguir reducir la deuda del Deportivo con Abanca en su justo precio.

Finalizaba el 30 de junio de 1992 cuando el fax del C.S.D. recibía el último de los folios del acta notarial que certificaba la constitución de “Real Club Deportivo de La Coruña S.A.D.”. Nacía por imperativo legal y con la obligación de dotarla de un capital social mínimo de 378 millones de pesetas, aunque se superaron los 400 millones/pesetas (2,5 m/€) que sirvieron para que llegasen Bebeto y Mauro Silva.

Se agotaba la vida del club y urgía determinar quiénes eran los propietarios para devolverles lo que era suyo. Los dueños, sin duda, eran los entonces denominados socios que deberían recibir la SAD “sin coste”, a través del nuevo “capitalismo popular”. Este consistía en depositar 20.000 ptas. (120 €) para recibir el doble, 40.000 ptas. (240€), en tres años (junio-julio 1992-1995) a través del descuento de 10.000 ptas. anuales en el carnet de abonado de 1992-93 a 1995-96, inclusive, En tres años se le devolvía el doble de lo pagado y tan solo se exigía que el accionista garantizase su fidelidad como socio.

Unos 20.000 deportivistas se sumaron a esta propuesta que prohibía la adquisición por parte de un accionista de más del 1% del capital. Una medida única que chocaba con la moda que imperaba de la propiedad de las SAD en manos de una sola persona (At. Madrid, Zaragoza, Villarreal, Betis...) o de un pequeño grupo dominante (Valencia, Sevilla, Español, Las Palmas...)

Decidíamos todos, pero en lugar de un voto, como en la política o en los antiguos clubs, la inmensa mayoría de los deportivistas disponían de dos votos y solo una minoría gozaba de una posición superior pero no determinante. El voto ponderado no decidía en nuestro “capitalismo popular”.

Pero la deuda, que se iba generando por mantener el nivel competitivo del equipo y por ofrecer precios asequibles para que todos pudiesen contemplar el gran espectáculo del “Sambódromo de Riazor”, aconsejaba una importante ampliación de capital. Decidimos que fuese de 60 m/€ y se presentó en las vísperas del Deportivo-Oporto, semifinal de la Champions-2004.

Todo estaba a favor para repetir el éxito de 1992, porque si en el aspecto deportivo atravesábamos el mejor momento tras eliminar al Milán, en el económico el club le devolvía al accionista toda su inversión a través del “regalo” del carnet en los años siguientes. Así lanzamos una simpática campaña que protagonizaba “El Santo” que tan solo pedía “Fe en el Depor” para “poder seguir haciendo el milagro entre todos” y para “continuar profanando los grandes templos futbolísticos europeos”.

No pudo ser. A la falta de apoyos institucionales y mediáticos, se sumó el no ser capaces de hacérselo ver a los aficionados. La ampliación fracasó, porque se cerró con un ingreso inferior a 5 m/€ y eso supuso algo así como el principio del fin de nuestro envidiado “capitalismo popular”.

La falta de respuesta de los deportivistas nos obligaba en 2007 a tomar la decisión dolorosa de suprimir el techo del 1% del capital como cantidad máxima que podía adquirir un accionista. Lo que no habíamos sido capaces de hacer entre todos teníamos que admitir que lo pudiese hacer una sola persona.

Lo que si establecimos fue el precio del club. Se fijó en 60 m/€, cantidad que se comprometió a hacer efectiva un empresario español-venezolano, que nos habían presentado importantes accionistas del Depor. Nos dimos la mano en señal de acuerdo en el Playa Club, ante testigos relevantes, pero en el plazo establecido no apareció el dinero.

Se rompía la operación, pero se mantenía en esencia aquel “Deportivo de todos”. Los 25 máximos accionistas apenas si controlaban en las elecciones del 21 de enero de 2014 el 10% del capital, un mapa accionarial que se rompió de forma brusca después de una polémica última ampliación (2015-2016-2017) por un valor de tan solo unos 2,5 m/€ que ha provocado que los 25 accionistas principales representen ya un 30% del total de un capital dividido entre más de 25.000 personas y ahora fijado en poco más de 10 millones de euros.

Por desgracia parece que toca a su fin una distribución accionarial que enamoró a toda España. De ahí mi réquiem por ese sueño que fue muy bonito mientras duró. Han sido más de 25 años en los que hemos presumido de un “Deportivo de todos, hecho por todos”. Tan sólo teníamos que garantizar nuestra fidelidad deportivista durante diez años y seguro que más de quince mil abonados lo hemos hecho renovando anualmente nuestro carnet entre los años 2004-2014, pero no nos comprometimos en su momento. El coste económico sería el mismo y habríamos conseguido seguir disfrutando de nuestro “capitalismo popular” y mejorar desde 2004 la economía del club.

No ha sido así y ya no cabe rasgarse las vestiduras. Hemos tenido nuestra oportunidad y no la aprovechamos. Ahora, con su venta, solo nos queda conseguir reducir la deuda con Abanca en su justo precio, que quizás no sean aquellos 60 m/€, pero si prometo no criticar el acuerdo si se reduce la deuda en una cantidad no muy alejada ... pero nada de regalar la historia. Si antes nos oponíamos a una posible ampliación que no resolviese económicamente la situación del club, ahora también.

Por eso le ruego a este consejo, al que en su día felicité por el nombramiento de Fernando Vázquez y hoy hago lo propio por devolver las rayas verticales a nuestras camisetas, que en la junta debería aclararnos de verdad dos temas fundamentales para que nuestro voto no sea un canto al sol: ¿cuáles son los puntos básicos de su programa? y ¿qué acuerdo presente y futuro se firmará con Abanca?

A esa hora, en el Palacio de la Ópera, nuestra magnífica Orquesta Sinfónica ensaya el Réquiem de Mozart, su homenaje póstumo a un precioso sueño que se desvanece. @mundiario

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