La reina Letizia se salta las normas en su primer día de reinado en España

Los Reyes tras el juramento.
Los Reyes tras el juramento.

Letizia Ortiz, sin atender las críticas previas, el día de la proclamación desafía las normas, ignora el protocolo y vuelve a imponer su criterio con una vestimenta poco apropiada.

La reina Letizia se salta las normas en su primer día de reinado en España

La  reina Letizia, sin atender  las críticas previas,  el día de la proclamación desafía las normas, ignora el protocolo y vuelve a imponer su criterio con una vestimenta poco apropiada.

Los días previos a la proclamación de Felipe VI corrieron ríos de tinta analizando factores de amplia y diversa índole. En el ámbito más personal y mediático se incidió en la gran valoración de la que goza en la ciudadanía, frente a la gran impopularidad de la ya reina Letizia. Incluso llegó a apuntarse la conveniencia de que por este motivo  no fuese nombrada Reina, a modelo y semejanza del consorte inglés Felipe de Edimburgo.

Repasando los errores que cometió y las críticas que recibió en su faceta de Princesa de Asturias, los más afectos señalaron que había que darle un voto de confianza y que era ahora y no antes cuando debería mostrar que seguiría “el ejemplo impagable de la reina” que tanto ponderó el día de su presentación en sociedad.

Hasta la fecha había incurrido en señalados defectos de forma, tanto en su proyección mediática, como faltas de respeto al protocolo, solamente atribuibles a una soberbia personal que desdeñaba el orden en la institución en aras de anteponer su personalidad y lucimiento personal.

Se suponía que como mujer inteligente, aprendería de dichas críticas y en bien de su marido y de la institución tomaría buena cuenta de ello. Sin embargo, parece que han caído en saco roto y ya ha tenido que dar la nota. Ya, desde el primer momento, ha tenido volver a salirse con la suya,  tal vez de una forma poco perceptible para la ciudadanía que no está muy ducha en indumentarias ceremoniales, pero que supone todo un desafío a la tradición y la institución que al fin y al cabo es el  único motivo de su presencia en este lugar de privilegio.

Todas las apuestas y conjeturas sobre el traje que vestiría basculaban en el tono, el tejido o si llevaría o no llevaría tiara – algo descartado por la mayoría por la austeridad del acto-.  Todos los expertos y no tan expertos  consultados daban por supuesto que llevaría traje largo. Desde Juan Carlos Alganaraz de Clarín que afirmó: “Solo Letizia llevará traje largo” a Carlos Fuentes,  director de la Licenciatura en Protocolo de la Universidad Camilo José  Cela  que aseveró  sin dudar: “El rey Felipe VI irá vestido de gala con el uniforme de Gran Etiqueta del Ejército de Tierra y a ese traje de gala solo le corresponde un vestido largo”.  En la misma línea se manifestó  Vermeulen, el especialista europeo en “visterreinas” por sus relaciones con la realeza  europea. Además debería llevar la banda de la gran Cruz de Carlos III . Fuente  también añadía que se debía decantarse  por tonos pastel –azules, rosas, beige…– acordes con la sobriedad  de la ceremonia.

Nadie acertó. Todos dieron por supuesto que no osaria ignorar  las normas en un acto tan señalado.  No pensaron que fuera capaz de saltarse el protocolo que impone que  la indumentaria siempre debe ajustarse al acto al que se asiste. Existe una equivalencia: a cada tipo masculino, le corresponde inequívocamente uno femenino  y en este caso exigía  como acompañante del uniforme de gala del nuevo monarca, el perceptivo traje de largo ceremonial.

Los Reyes a su salida del Palacio de La Zarzuela para dirigirse al Congreso.

 

Pero claro, lo entendemos. La tentación era demasiado grande. En una ceremonia de estas características, una proclamación real,  un cambio en la jefatura de Estado, y  uno de los hechos más importantes del primer tercio del siglo XX que tendría la máxima repercusión internacional y cuyas imágenes permanecerán en hemerotecas secula seculorum… la realidad es que con un traje largo de cierto empaque, se la vería encorsetada, menos esbelta, con más edad  y menos vistosa que con el precioso traje hecho a su medida por Felipe Varela, quien le ha vestido en las ocasiones más especiales de su vida y esta vez se esmeró más que nunca. Tampoco llevaría por supuesto el perceptivo pelo recogido para estas ocasiones, que la avejentaría, sino " se soltaría la melena" , mucho más ad hoc a su personal estilo.

La reina Letizia estaba moníiiiisima con su  precioso y favorecedor vestido blanco radiante (nada de nudes  ni pasteles más correctos  y elegantes pero que la hacen casi invisible por su delgadez)  y  con un abrigo de primavera de manga larga  también de color blanco con cuello a la caja, confeccionado con pedrería en tonos dorados y carmesí, para que le dieran luz a su rostro ya bello de por sí  pero más realzado por el bisturí y los rellenos. Sería un atuendo ideal para un bautizo, comunión o  formalísimo evento matutino  pero en absoluto para una ceremonia regia…  pero  qué mas da, no le importó, estaba "divina de la muerte" y el mundo la contemplaría así.

Con la que se le avecina a nuestro rey y a esta monarquía y  tener que aguantar estas fruslerías…

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