¿Y si la reforma que España necesita es de la política y la universidad?

Alfonso III de Fonseca, donde fundó la Universidad de Compostela. / RR SS
Alfonso III de Fonseca, donde fundó la Universidad de Compostela. / RR SS
Parece evidente que sí. Los expertos provocan cambios tan rápidos que cuando se terminan las deliveraciones y se supera la vieja burocracia el problema a resolver ya es otro diferente.
¿Y si la reforma que España necesita es de la política y la universidad?

El tema es grave porque los que compiten por alcanzar el poder siguen anclados a viejas ideologías que ya no mueven el mundo globalizado donde el desarrollo económico y tecnológico marcan un ritmo vertiginoso. Las empresas y universidades, las buenas con buenos presupuestos, logran que el avance del mundo desarrollado vaya en Ferrari mientras la clase política trata de seguirlos en un seiscientos. En términos sencillos diremos que las universidades más prestigiosas del mundo y las empresas tecnológicas contratan a los mejores, a los grandes cerebros, a los expertos que inventan teléfonos, televisiones, ordenadores, robots, coches, y cualquier otra cosas mucho antes de que terminemos de pagar los plazos del anterior, mientras que los políticos luchan por el poder vendiendo promesas que no podrán cumplir porque contratarán asesores amigos o familiares y devolverán favores para una fiesta que pretenden dure al menos cuatro años. 

Lo acabamos de ver en Andalucía donde al levantar la alfombra el gobierno del PP y Ciudadanos, solo aparecen  miles de nombramientos a dedo en busca de oscuros intereses y reparto de subvenciones carentes de todo interés evolutivo. Lo malo es que por mucho que a la clase política en el poder le gustase que nada cambiara, el mundo será desconocido en una legislatura y no habrán aprobado las leyes que regulen los cambios y menos si seguimos con los Presupuestos de Montoro, hecho que nos demuestra que la cuestión ideológica prima sobre la realidad. Los gobiernos no solo no van por delante de los acontecimientos sino que no son capaces de seguirlos y adecuar las leyes en el período donde aún son útiles. De nada vale que el seiscientos nos deje en la escalerilla de un Falcon si la burocracia y la ineptitud se quedan en tierra y no vuelan. ¿Como evitar los delitos informáticos si nuestros legisladores contratan asesores que son buenos amigos pero mediocres expertos? ¿Cómo legislar para el control de las alteraciones genéticas de laboratorio si los políticos se rodean de gente fiel que entraron en las juventudes de su partido sin experiencia alguna?¿Cómo dar ministerios a gente que solo han hecho discursos o estrategias políticas?

El problema viene de la escuela donde no se cultivan los dos valores fundamentales que determinan en futuro de las personas y del país, la cultura del esfuerzo y la disciplina.

No es una broma. Cada día hay nuevos descubrimientos que cambian el mundo incluyendo la sociedad y nadie que pueda legislar urgentemente para prevenir sus posibles efectos nocivos. Son necesarios los políticos como lo son los filósofos, pero el mundo actual demanda y exige que los asesores sean tecnócratas desideologizados. Dicen que tenemos 450.000 políticos lo cual es una barbaridad salvo que 400.000 fueran gente experta de reconocida capacidad y éxito que tomen sus decisiones por el bien común. Los científicos trabajan en equipo sin importar sexo, credo o ideología en pos de un objetivos mientras los políticos se dedican hoy a la lucha de poder y dejan envejecer problemas como el futuro del empleo mientras la robótica avanza cada día, que no dan solución a la jubilación salvo retrasarla hasta que se caiga en silla de ruedas y falle la memoria, la vista o el oído, que no cambian la ley electoral para tener un Parlamento más ágil, que no hacen la justicia más rápida y neutral, todos esos políticos sobran. Donde hay 500 sobran 400 pero se necesitan gente capaz de seguir al mundo y no se ven. La falta de capacidad de consenso entre constitucionalistas mientras se prometen imposibles cambios constitucionales, demuestran como gente de poca o nula preparación son incapaces de ser pragmáticos y mucho menos estadistas.

Lo malo es que los expertos y tecnócratas se forman en universidades pero una pléyade de profesores tan antiguos como los políticos dejan que sus alumnos vayan allí a realizarse personalmente, a hacer lo que les gusta o les resulta más fácil sin hablarles del futuro, de las necesidades de ese mercado que otros conformarán, de ser útiles a la sociedad que les está facilitando la formación. Claro que no hablamos de Harvard o de Oxford, hablamos de España donde nuestra universidades no tienen problema en número (82) pero si en calidad ¿donde están nuestros premios nobel? Desde luego no en el profesorado que también requiere más experiencia y contacto con el mundo real, algo imposible si no se invierte para que una sola universidad americana como Harvad  pueda tener un presupuesto la mitad de todas las nuestras juntas, y es evidente que recoge más quien más siembra. España siempre tuvo una vena izquierdista mas dada al gasto y al reparto que a la concentración de recursos para realizar grandes proyectos.

Aquí el problema viene de la escuela donde no se cultivan los dos valores fundamentales que determinan en futuro de las personas y del país, la cultura del esfuerzo y la disciplina, algo que abunda en Estados Unidos o Alemania, por ejemplo, aunque sea aquí donde la gente llega mejor preparada a la universidad, desgraciadamente cada vez menos por ser el sistema poco exigente. Hay mucho amor al puesto fijo y seguro, frente al reto, algo que se nota en la elección de carreras donde el politécnico que forma en las carreras con menor índice de paro, tiene menos demanda. La prueba evidente de que el mal viene desde el colegio es que continúa la tendencia a que la mujer se oriente a carreras sanitarias o juridicas antes que las técnicas cuando hace muchas décadas que nada les dificulta ser las mejores ingenieros o arquitectos si se lo proponen.

Entre las reformas urgentes hay que empezar a colocar la educativa, siempre por consenso, y la política donde no se trata de tener muchos políticos sino los mejores, aquellos que miren al fururo y para los que el objetivo, el Estado, esté por encima de su partido además de dejar los sueños ideológicos ya ensayados y fracasados en el siglo XX de donde nunca debieron salir. @mundiario

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