La rebelión interna del grupo del alcalde de Ourense hace difícil su continuidad

Gonzalo Pérez Jácome. / Ivan Olmos Ferreiro
Gonzalo Pérez Jácome. / Iván Olmos Ferreiro
Lo de Ourense estaba cantado. Tras 14 meses de gobierno el alcalde Gonzalo Jácome sufre una rebelión interna y sus propios ediles lo denuncian en la Fiscalía. Ahora la única duda es si el futuro alcalde será del PSOE, la primera fuerza política, o del PP.
La rebelión interna del grupo del alcalde de Ourense hace difícil su continuidad

No hace falta ser un sesudo analista ni disponer de información privilegiada para anticipar que, de una u otra forma, el gran ganador de la crisis en el Concello de Ourense será el baltarismo. El PP guarda un sospechoso silencio sobre la galerna desatada en el seno de Democracia Ourensana (DO) por la rebelión de casi todos los concejales de Gonzalo Jácome contra su líder y (todavía) alcalde. Como si no fuera con ellos o no tuvieran claro que acabaría pasando. Y eso que los populares son sus socios de gobierno, los que le regalaron la alcaldía a cambio de mantener el control de la Diputación Provincial. Es probable que entonces ya intuyeran que tocar poder haría entrar en ebullición a un heterogéneo grupo de amigos que hace veinte años se constituyeron en partido antisistema con un planteamiento político a medio camino entre Jesús Gil o Ruiz Mateos y Beppe Grillo. Un respeto para los frikis; lo de Jácome es otra cosa, decían abochornados no pocos ourensanos.

En cuestión de semanas la ciudad de As Burgas tendrá nuevo alcalde, o del PP o del PSOE. No será necesaria una moción de censura. Nadie quiere abanderarla por si no prospera, o se vuelve en su contra. A Jácome no le va a quedar otra que dimitir, por más que quienes mejor le conocen crean que se dispone a aguantar carros y carretas porque no tiene nada que perder y porque sabe además que, pase lo que pase, está oficiando su propio funeral político. Muchos de sus compañeros tendrán oportunidad de reubicarse –alguno ya está descaradamente en ello– y sobrevivirán a la ciclogénesis explosiva alimentada por ellos mismos. Jácome no. Él se irá por el sumidero y lo sabe. Esa servidumbre del modelo mesiánico del liderazgo. Con la alcaldía vacante, se abren varios escenarios, aunque todos inciertos.

En él PP están dispuestos a aceptar que la alcaldía recaiga en el PSOE, que fue quien ganó las elecciones de 2019. De ese modo desharían el peliagudo entuerto que crearon al pactar con Jácome y serían coherentes con su teoría general de que las instituciones deben ser gobernadas por la fuerza más votada, por la que concitó mayor apoyo directo de los ciudadanos, no por la segunda y menos por la tercera, que es el caso de DO. Claro que los socialistas ourensanos tendrían que ponerse de acuerdo con ellos mismos, superando sus endémicas diferencias internas, más personales o de facción que ideológicas o estratégicas. Si llegado el momento, el PSOE es incapaz asumir la responsabilidad que las urnas le otorgaron, contribuirá una vez más al sindiós en que lleva años sumida la política local en Ourense capital y se verá obligado nuevamente a resetearse para recuperar un mínimo de credibilidad. Y lo pagará caro.

En el cuartel general del baltarismo no se toman ni siquiera la molestia de desmentir que sea la larga mano del barón popular la que atiza el fuego de la discordia en el entorno de Jácome. Para qué. Si lo hicieran casi nadie les creería. Asumen que en estos casos siempre es aplicable aquello de qui prodest, quién lo aprovecha. De la crisis de DO, y de su más que probable extinción, es el PP el que más se beneficiará a la larga, logre o no la alcaldía. Domina el arte de pescar en río revuelto. Recuperará una parte de su electorado natural, la que se abonó al voto de castigo y vuelve desencantada del experimento jacomista. También entra dentro de lo probable que retornen los hijos pródigos que desembarcaron en Ciudadanos. Basta con que Baltar jr., con permiso de Feijóo, se ponga a la tarea de dar con una figura de referencia capaz de aglutinar el hoy fragmentado espectro del centro derecha ourensano, sociológicamente mayoritario. Y dejarla hacer. No le resultará fácil, pero no es imposible. @mundiario

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