Que el ritmo no pare

Fernando Vidal. / Mundiario
Fernando Vidal. / Mundiario
Las guindas creo que serían firmar con Abanca un buen acuerdo de capitalización que dejase la deuda del Deportivi en algo testimonial y ofrecer la cátedra principal de nuestra Universidad de Abegondo a Juan Carlos Valerón. Fernando, es tu turno.

Después de uno de los mayores sufrimientos deportivos de la historia y de una grave crisis institucional, los deportivistas estábamos desentrenados en recibir buenas noticias. Por eso estas semanas no dejamos de pellizcarnos para confirmar que es real el estar celebrando algo tan maravillosamente peligroso como si, tras meses de ayuno y abstinencia de todo tipo, estuviésemos disfrutando de 30 días y 30 noches de desenfreno en unas bacanales alocadas que nada tendrían que desmerecer a las romanas que Plauto nos describía en sus comedias.

Estamos festejando, por fin, lo que muchos demandábamos desde hace años: la necesaria comunión del palco con el césped y la grada, comunión que se produjo con la reparación inmediata –es de agradecer que fuese la primera medida que tomó el consejo presidido por Fernando Vidal–de la injusticia que se había cometido en el verano de 2014 con el despido de Fernando Vázquez.

Esa destitución, unida a las medidas tomadas tras el asesinato de Jimmy, y algunas cosas más, generaron una brutal división entre los blanquiazules. Una ruptura por razones sociales, a las que se sumaron los resultados deportivos, motivaron el éxodo de los aficionados que nos trasladaba a los tiempos del “Camina o revienta”.

Habíamos destruido lo que nos había hecho grandes en España y en Europa, el alma de Riazor, nuestra afición. Esa afición, que en los 90 llevaba en volandas al equipo, y que antes apenas animaba, nació con los Riazor Blues en la entonces Curva de General y alcanzó su mayoría de edad con la emancipación de los Old Faces, con el récord de los 30.000 socios y con la conquista de la Liga.

La afición se ha recuperado, porque, además de casi llenar el Estadio, “ha vuelto a hervir la olla del fútbol en Riazor”, que decía el doctor Hortas. No solo hirvió la olla, sino que se convirtió en una auténtica caldera que explotó al finalizar el partido contra Las Palmas, con los aficionados tan entregados como en las históricas remontadas europeas al PSG o al Milán.

Infinidad de chavales se habían sumado a la fiesta y recordé –aunque no lo parezca yo también fui joven– que es muy difícil que disfrutase más con las celebraciones de los títulos de Liga o Copa del Deportivo, que siendo directivo adolescente con los campeonatos de A Coruña o de Galicia conquistados por los infantiles del Ural. Estoy convencido que la alegría no la mide la importancia de lo alcanzado, sino por la proporcionalidad entre lo que persigues y la edad del que lo vive. Por eso me entusiasmó ver el Coliseo deportivista inundado de camisetas blanquiazules con “Pódese“ –bonita idea del asesor Cebrián– y me emocionó el grito unánime de Riazor, con infinidad de críos en las gradas “¡Si se puede!” Estoy seguro que esos pequeños no olvidarán nunca ese momento y lo de menos para ellos será recordar por la división que luchaban.

Parece, pues, el momento adecuado para profundizar en la tradición deportivista y tratar de aunarla con la actualidad, y, en base a ello, le pido a Fernando Vidal, y a su consejo, que contrate, antes de que sea demasiado tarde, a la persona que se me antoja imprescindible en el próximo organigrama blanquiazul.

Me refiero a Juan Carlos Valerón, una persona muy difícil de igualar, y, lo mismo que pensaba que en este momento no había otro nombre para el banquillo que Fernando Vazquez, estoy convencido que el ilustre canario es la persona idónea para liderar una filosofía de cantera en la que se sumen los valores de la tradicional escuela futbolística coruñesa con el trabajo, la seriedad, la limpieza en el césped y la honestidad en los despachos, como El Flaco ha demostrado hasta la saciedad, incluso renunciando a sus derechos más básicos.

Se merece una oferta seria, y no humillante como alguno me consta le ha hecho, y así evitar –me parece increíble que otras entidades no lo hayan hecho antes– que alguien se haga con sus servicios. Sería imperdonable. Soy el primer convencido, y por eso me mojo, que nadie puede superar sus méritos.

Es mi petición para crear una hermosa filosofía de club, porque el ritmo de buenas noticias no puede quedarse en la llegada de Fernando Vidal y su consejo; en el fichaje de Fernando Vazquez; en las seis victorias consecutivas, que ojalá sean muchas más... Las guindas de este pastel creo que serían firmar con Abanca un buen acuerdo de capitalización que dejase la deuda en algo testimonial y ofrecer la cátedra principal de nuestra Universidad de Abegondo a Juan Carlos Valerón para que imparta a los que se inician clases magistrales de esa filosofía de vida deportiva y humana que el encarna como nadie.

Fernando, es tu turno. “Que el ritmo no pare”. @mundiario

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