¿Cuáles son los costes de lo que llamamos civilización y progreso?

Dispositivos tecnologícos. Pixabay.
Dispositivos tecnologícos. / Pixabay.

De vez en cuando, aunque sea soñando, merece la pena plantearse la pregunta e intentar responderla.

¿Cuáles son los costes de lo que llamamos civilización y progreso?

Llamamos civilización al estado de progreso en que vivimos en ámbitos como ciencia, tecnología, cultura, artes, economía, etc. Para poder analizar la definición anterior, habría que preguntarse qué entendemos por  progreso.

Si entendemos el progreso como adelanto, avance o perfeccionamiento, deberíamos discutir si la forma de vida de la sociedad actual supone realmente perfeccionamiento y avance en relación con el tiempo pasado.

Es cierto que el constante aumento de población ha provocado que, paralelamente, haya tenido que ir  modificándose el entorno para que aquel crecimiento fuera medianamente sostenible.  Más sencillamente, al menos algunos de esos cambios han sido necesarios para que hoy podamos “vivir” sobre el planeta siete mil quinientos millones de seres humanos.

Ahora bien, ¿este cambio supone progreso?. Pues según cómo se mire, quién y en qué estado de ánimo se haga la pregunta.

Cuando recorro una gran ciudad -y desde luego, en los sueños de una noche de pesadilla- me invaden las dudas acerca de si el progreso de la civilización actual es realmente positivo para los seres humanos.

Las grandes ciudades resultan inhumanas: ruido, tráfico, distancias, individualismo, diferencias sociales y económicas –más hirientes al convivir miseria y opulencia de manera tan próxima-, hacinamiento, modificaciones ambientales, agresividad latente,...

Especialmente me sorprenden la prisa y la decisión con que todo el mundo transita: ¿saben realmente a dónde van?, ¿llegarán todos?

Las relaciones sociales y familiares, generalmente débiles por la dificultad del ambiente en que se vive, provocan fracasos, decepciones y confusión.

¡Qué decir de la soledad! Fuerte paradoja ésta, la de vivir –no convivir- rodeado de gente y llegar a sentirse solo, hasta el punto de tener que  acomodarse a una soledad en compañía.

En el mundo sigue habiendo hambre, guerras, enfermedades en forma de plagas, nacionalismos excluyentes; persecuciones por razón de religión, raza o ideología; profundas diferencias sociales y tantos otros agravios presentes en la mente de todos.

Progreso y recursos que no llegan a todos y, quienes lo sufren, tienen que someterse a la migración: una nueva forma de esclavitud, emparedada entre el desarraigo y el resentimiento.

Tal vez, lo que llamamos progreso es inevitable y avance inexorablemente, sin rumbo cierto o al menos no claramente definido, empujado por los vientos de la ambición y la obcecación de los seres humanos. @mundiario

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