Pedro Sánchez vuela libre y con reconocido éxito entre los militantes del PSOE

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Uno de los dilemas de Pedro Sánchez.

¿Y en el caso de que Sánchez se haga con el control del partido, qué precio estaría dispuesto a pagar a Podemos para formar un pacto de Gobierno? ¿Se trataría de reconocer 'de iure' que Cataluña es una nación, como dijo, y se permitiría celebrar el referéndum?.

Pedro Sánchez vuela libre y con reconocido éxito entre los militantes del PSOE

El futuro del PSOE, que para muchos observadores es un partido roto, difícil de recomponer, según admiten algunos de sus propios militantes, es una cuestión que, a mi entender, interesa a todos. Desde la recuperación de la democracia ha sido un elemento necesario para la estabilidad del sistema, con independencia de sus errores y de la propia corrupción que, sin tener nada que envidiar a la del PP, anidó en su seno y que todavía colea.

Estos días produce especial zozobra el observar la evidente ruptura profunda que padece y, dentro de esta evidencia, hay un aspecto que desorienta de modo particular: me refiero al hecho de que todos los militantes que trato, conozco, y en su caso aprecio y son amigos personales, están con Pedro Sánchez y contra la gestora. Y se supone que apoyarían los planes que el ex secretario general anuncia si recupera la dirección del partido, en concreto, una coalición de gobierno con Podemos.

Cuando uno recuerda la trayectoria de Sánchez, sus repetidos fracasos electorales, y la aparente deriva que provocó su caída, sus leales eluden responder a la primera parte, pero a tiempo acusan a la “gestora” de propiciar, -desde los órganos de dirección del partido, controlados por sus miembros- e imponer al ex secretario la política de pactos y alianza con Podemos y sus contratas en el espacio local y autonómico,  y que, cuando aquél no hizo otra cosa –dicen- de ser consecuente con la trayectoria marcada en partido y pretendió formar gobierno con los “bolivarianos”, independendistas e incluso antisistema, lo descabalgaron. Y que fue una ocasión perdida, una frustración de la que se benefició la derecha.

Y aunque Sánchez proclamara mil veces antes que nunca pactaría con los populistas, frustraron la posibilidad de alcanzar el poder con una alianza ya experimentada, y prefirieron dejar gobernar al PP. Eso dicen, es decir, culpan a la gestora de que el PP siga gobernando, y de haber perdido la posibilidad de haber llegado a la Moncloa, con independencia de los compañeros de viaje y del precio a pagar por ello.

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Otros tiempos de Susana Díaz y Sánchez.

La Constitución

Pero también hay militantes intermedios que apuntan a que la frontera de las alianzas posibles lo marca la Constitución, y dentro de ese marco, el PSOE debía tratar de entenderse con los otros partidos constitucionales y que debería de haber intentado, en esta coyuntura, llegar a un gran pacto de Estado o legislatura, que recogiera lo esencial de sus programas para superar esta situación. Y añaden que el precio del poder no puede ser entenderse con separatistas, antisistema y Podemos por lo mucho que se pone en juego y que el PSOE nunca ha cuestionado, el concepto mismo de España como nación, que los otros ponen en duda, escudándose en esa equívoca expresión de “conflicto territorial”, el eufemismo de modo.

Dicho de otro modo: que el PSOE debería plantearse con quien entenderse: con quienes están con la Constitución o en contra, con independencia de que estime que debe ser reformada, pero no desarmada. Es una decisión delicada, sobre todo por los prejuicios y los complejos ante Podemos, para resaltar que ellos son igualmente en puridad “rojos y de izquierdas”, a cualquier precio.

De todos modos, a estas alturas en que Pedro Sánchez vuela libre y con reconocido éxito entre los militantes, no cabe ya preguntarse por su radical cambio con respecto a Podemos, su reconocimiento de que Cataluña como nación y su acercamiento a Podemos, partido que para muchos socialistas era el enemigo, reservando para el PP la condición de adversario. Pero las cartas están repartidas.

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Pedro Sánchez tiene amplio respaldo en el partido.

El programa de Podemos

¿Y en el caso de que Sánchez se haga con el control del partido, qué precio estaría dispuesto a pagar a Podemos para formar un pacto de Gobierno? ¿Se trataría de reconocer “de iure” que Cataluña es una nación, como dijo, y se permitiría celebrar el referéndum?. ¿Y hasta dónde se asumirían las líneas maestras del programa de los podemitas? Porque no sólo hay que ver lo que están en los papeles, sino lo que dicen y manifiestan sus dirigentes. Veamos: ¿Se establecerían determinada limitaciones al derecho a la propiedad en determinados ámbitos, especiando por el inmobiliario, estableciendo un régimen de intervención del mismo? ¿Se procederá a la despenalización de determinados supuestos del Código Penal en una serie de aspectos muy diversos?  ¿Se concedería la nacionalidad española a todos los extranjeros, legal o ilegalmente residentes en España, sin apenas trámites ni reciprocidad? ¿Se atendería la demanda del “Círculo Musulmán” de otorgar la nacionalidad a todos los marroquíes que se digan descendientes de los moriscos? ¿Se permitiría que los extranjeros puedan formar sus propios partidos nacionales para actuar en la política española? ¿Se procedería a cerrar los Centros de Internamiento de Extranjeros en situación ilegal y se desarmarían las fronteras del Sur? ¿Se procedería por parte del Estado a la Intervención del ahorro privado? ¿Se replantearía el concepto de España como nación, otorgando primero a Cataluña el derecho a decidir separarse y en el mismo sentido a todas las demás regiones y nacionalidades? ¿Admitiría Sánchez no ya el acercamiento de presos de ETA a las cárceles del País Vasco, sino su propia gradual puesta en libertad?  En suma, ¿se revisará el concepto mismo de España como nación y todos sus efectos?

Es evidente que, como en todos los programas de todos los partidos, hay cosas asumibles de unos y otros, o los unos con los otros. Pero nadie puede dejar de observar que Podemos y sus contratas tienen, pregonan y aplican un determinado estilo a sus actos, y que, en este sentido, mezclan propuestas que objetivamente pueden ser buenas, con cuestionarse aspectos esenciales de la propia naturaleza de España y de su comunidades que nadie cuestionó nunca porque en realidad son, a mi entender, otros los problemas del país.

Algunos piensan que el PSOE que está con Sánchez no sólo es el sector del partido que rechaza frontalmente todo entendimiento con otros partidos constitucionales (aprensión que no padecen sus hermanos socialdemócratas de Europa), sino que prefieren asumir el riesgo de entenderse con Podemos, porque ha prendido en ellos aquella vieja enfermedad del “Izquierdismo”, esta vez provocada por otra patología, la del complejo de que los bolivarianos les ganen en eso de ser y decirse “rojos”, como ahora se lleva de nuevo.

¿Y qué éxito electoral tendría, sobre estas bases, una coalición entre el PSOE y Podemos? Esa es la duda. No se olvide el fiasco de la alianza pasada con Izquierda Unida.

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