Un protofascista preside Cataluña 

Quim Torra. / Mundiario
Quim Torra. / Mundiario

Las ideologías tradicionales, basadas en propuestas racionales y laicas, ceden terreno ante ideologías emocionales, sustitutivas de las religiones aunque operan en el mismo registro. Es la democracia líquida con sus vehículos modernos: redes sociales, “fake news”, imágenes...

Un protofascista preside Cataluña 

Es habitual que en las coaliciones políticas la facción más radical marque el paso a los moderados, forzándoles a elegir entre el seguidismo y la ruptura.

En Cataluña, al nacionalismo controlado de Pujol lo ha sucedido el aventurerismo de Mas, luego el radicalismo de Puigdemont y ahora la xenofobia exacerbada de Torra.  El nuevo Presidente suma a sus ideas la admiración expresa por los pistoleros de Estat Catalá, grupo de infausta memoria. Es decir, todos los integrantes de una ideología fascista del siglo XXI: xenofobia rampante, menosprecio por el equilibrio de poderes, exaltación del “pueblo” en detrimento de los derechos individuales, caudillismo. Los ejemplos son múltiples, Le Pen, Orban en Hungría, Polonia, y así en muchos países.

Las ideologías tradicionales, basadas en propuestas racionales y laicas, ceden terreno ante ideologías emocionales, sustitutivas de las religiones aunque operan en el mismo registro. Es la democracia líquida con sus vehículos modernos: redes sociales, “fake news”, imágenes...

La situación catalana, al requerir estrategias de largo plazo, desborda la capacidad del gobierno minoritario de Rajoy. Ciudadanos y socialistas han evitado hasta ahora compromisos estables, abonándose al cortoplacismo. Podemos como el PNV sacan partido de la crisis mientras gesticulan para la galería.

El único objetivo del nuevo Presidente, un mero vicario, es mantener la tensión hasta que las encuestas aconsejen a Puigdemont convocar elecciones para reforzar su mayoria en detrimento de ERC. Hasta entonces, tensión en la calle y en todas las instituciones. En paralelo los procedimientos judiciales pueden dar munición sobrada al conflicto.

Mal escenario aunque no crítico. Un Estado puede soportar largo tiempo un foco de conflicto territorial. El problema son los daños colaterales, especialmente gravosos para muchas personas.

Conviene ir llamando a las cosas por su nombre: fascismo, xenofobia, supremacismo, son fenómenos que han llegado para quedarse y con los que deberemos convivir en el espacio político. Más que nunca se necesita política inteligente y líderes a la altura del desafío. @mundiario

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