Ningún trabajador se fija su propio sueldo pero los políticos sí lo hacen

Un imputado por corrupción.
Un imputado.

La tesis anterior era que debemos apartar de la política las 300 manzanas podridas, la antítesis de hoy sostiene que las demás también han prevaricado. ¿O no? 

Ningún trabajador se fija su propio sueldo pero los políticos sí lo hacen

La tesis anterior era que debemos apartar de la política las 300 manzanas podridas, la antítesis de hoy sostiene que las demás también han prevaricado; la síntesis superadora afirma que otra ética y otra política son posibles y son necesarias.

-A ver, señor alcalde, repita usted conmigo: “Yo prevarico, tú prevaricas, el prevarica, nosotros prevaricamos, vosotros prevaricais, ellos prevarican”. Venga, aguante un poco el tipo, que solo queda un año hasta las municipales, mayo del 2015, y si llegamos allí, luego ya los urnas nos convalidan democráticamente y pelillos a la mar.

La contradicción es fundamental para avanzar en la vida, ya lo explicaron Engels y Marx en sus famosas Encíclicas, de modo que, llevando la contraria a lo que sostuve la semana pasada –que hay 300 manzanas podridas que deben ser apartadas del cesto de la política-, voy a defender hoy que todos los alcaldes y concejales de España, sin excepción, son prevaricadores. Sin presunción de inocencia ni gaitas escocesas, prevaricadores de la pe a la pa.

El argumento es sencillo: “Las autoridades y el personal al servicio de las Administraciones se abstendrán de intervenir en el procedimiento (...) por tener interés personal en el asunto de que se trate” (art. 28, Ley 30/92, etc.).

Primer acuerdo adoptado por las corporaciones municipales, fijar su propio sueldo. ¿Acordar la pasta que cobras tiene “interés personal”? Yo diría que sí, y estoy dispuesto a defenderlo ante el Tribunal de Estrasburgo, por más que los alcaldes de Fuenteoveujuna se pasen la decencia por la entrepierna.

¿Se fijan el sueldo a sí mismos los secretarios e interventores de los ayuntamientos? ¿Y los funcionarios municipales o los profesores de instituto? ¿Y los empleados de Navantia, de Coca-cola o de El Corte Inglés? Me los imagino a todos llegando al curre y diciéndole a Areces, “Jefe, este año voy a cobrar 65.000, más las dietas por asistencia a los cumpleaños de su señora”.

Ningún empleado es juez y parte, si acaso hay un convenio laboral y unos sindicatos que, cuando no están distraídos sustrayendo, miran por el interés colectivo. Solo en la vida política, especialmente en los municipios, el alcalde y sus concejales toman decisiones sobre su cuenta corriente sin que pase absolutamente nada, incurriendo en causa de abstención y, por tanto, prevaricando. Por este motivo, todos los que lo hayan tomado tal acuerdo deberían estar inhabilitados, lo pinten como lo pinten.

Más, que yo sepa, falta por ver el primer alcalde que se ausente del pleno al tratar de asunto tan directamente personal como su sueldo; falta el fiscal que empitone al prevaricador, falta la reforma legal que aniquile la arbitrariedad por la que hay alcaldes y asesores que ganan el doble que el Presidente del Gobierno, falta decencia y falta vergüenza. Luego dirán que los periodistas somos incendiarios, que es culpa nuestra abrir un telediario a las tres con una noticia de corrupción y veinte minutos después, tras haber desfilado por la pantalla el careto del alcalde de Ourense, el de Santiago y todos los cromos de la Pokemon, siga el noticiario enlodado en la misma ciénaga en la que PP y PSOE practican la lucha en barro.

Ahora que está de moda otra vez recusar jueces del Constitucional, es el momento de recusar ad cautelam y ad nauseam a todos los alcaldes y concejales que hayan participado en fijarse su propio sueldo y extrañarlos definitivamente de la plaza pública. Si la tesis de ayer era apartar las 300 manzanas podridas, y la antítesis de hoy sostiene que las demás también han prevaricado, la síntesis superadora afirma que otra ética y otra política son posibles y son necesarias.

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