El presidente Trump ayuda a introducir un poco de realismo en el conflicto palestino

Donald Trump. / Pedro Ribeira Ferreira
Donald Trump. / Pedro Ribeira Ferreira
La normalización diplomática, como ocurrió en su día con Egipto, no resuelve por sí misma el problema palestino, pero ayudará a despejarlo de la hojarasca bélica que lo ha acompañado casi desde su origen. ¿Estamos al menos ante un nuevo horizonte?
El presidente Trump ayuda a introducir un poco de realismo en el conflicto palestino

La mediación del Presidente de Estados Unidos ha logrado un acuerdo con Israel y Emiratos Árabes Unidos, por el que ambos establecen relaciones diplomáticas y comerciales al tiempo que el Gobierno israelí congela el polémico plan de anexión de Cisjordania. En realidad el acuerdo no resuelve nada pero introduce realismo en un conflicto que tras siete décadas permanece estancado.

Los conflictos similares, basados en poblaciones desplazadas, como los que afectan a la población del antiguo Sahara español, o a varias minorías en países europeos, como los serbios de Bosnia, o en países del Cáucaso, tienden a cronificarse, probablemente porque las posturas de los contendientes se enquistan en maximalismos imposibles o directamente incompatibles entre sí, haciendo inviable la labor diplomática. Es evidente que ni Marruecos renunciará a una parte de su territorio ni Israel abandonará Jerusalén, por citar los dos casos más seguidos en España. En uno y otro caso cuentan con el respaldo norteamericano, entre otros. Los intereses internacionales que se mueven tras dichos conflictos, no ayudan a las soluciones, llámense Argelia o los países colindantes con Israel, varios de ellos inmersos en una retórica de destrucción del Estado israelí, que ni se corresponde con la política real, ni tiene fuerza alguna más allá de la retórica.

La modificación de la actitud de Emiratos, marca un camino para otros países de la zona, en una normalización de relaciones que orille el lenguaje bélico en favor de los intercambios comerciales y la mesa de negociaciones. Ocurre en un momento delicado, por el realineamiento de los actores contendientes en Siria, Yemen y Libia, los tres conflictos bélicos abiertos en la zona y donde  Turquía, Rusia, Irán o Arabia Saudí están desplegando recursos e influencia en favor de sus intereses.

La normalización diplomática, como ocurrió en su día con Egipto, no resuelve por sí misma el problema palestino, pero ayudará a despejarlo de la hojarasca bélica que lo ha acompañado casi desde su origen. Cualquiera que sea la solución que en su momento se adopte, tendrá que partir de una realidad inexcusable, como es el derecho de Israel a mantener fronteras seguras y relaciones comerciales o diplomáticas con todos los países. En ese marco, renunciando a la violencia, será posible crear un Estado palestino, probablemente desmilitarizado, sobre un territorio que no debería ser como los bantustanes del régimen racista de Sudáfrica. No es un objetivo cuya resolución esté próxima, pero el acuerdo citado es el buen camino para lograrlo.

Por otra parte es probable que la decisión de EUA haya sido pactada de alguna forma con sus vecinos, actuando como punta de lanza de un reconocimiento más amplio, pues, a sensu contrario, es poco creíble que EUA asuma indisponerse con los demás países del Golfo. La airada reacción de Turquía e Irán, muestra quienes son los perdedores inmediatos con el acuerdo.

Trump, o su Administración, tanto monta, han forzado a su aliado, el primer  israelí a a alejarse del maximalismo electoralista para explorar una vía de mayor futuro. A dos meses de las elecciones norteamericanas, es un golpe de efecto sobre un tema que afecta notablemente a un segmento del electorado que vota a los demócratas mayoritariamente. @mundiario

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