El presidente que supo esperar... demasiado

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno español.
Mariano Rajoy, presidente en funciones del Gobierno español.

Winston Churchill:  “Los políticos deben ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”.

El presidente que supo esperar... demasiado

Ser paciente representa una actitud positiva. Solo que llevarse una eternidad esperando se asemeja a aquel cuento tan largo de contar, y que al final sorprende con algo que ya se imaginan. También se podría comparar con aquel río vacilante, saltando por abrupto terrenos. Un río que se envalentonaba como el señor de las aguas, obligado a hacer cambios continuados, única forma de llegar al punto de destino. Aunque nunca se salió con la suya. Ni sepamos nada de de nada. Pero lo más cierto es que nunca sabrás qué personas estaban contigo si estás muerto.

Lo que no es sino algo parecido a la precaria sabiduría política en que España se halla sumida en estos momentos difíciles, dando la sensación de que los partidos políticos dan más pasos hacia atrás que adelante. Pugilistas que, de cansancio, se abrazan a su contrario, ansiosos de que lo antes posible suene el gong.

Y todo porque ha tocado ampliarse el espectro político, con lo que el nuevo paisaje ha desconcertado a sus señorías. A lo que habría que añadir la dureza con la que obró sus cuatro años de gobierno (con mayoría absoluta) el PP. Partido que nunca dejó pregonar lo de la ”herencia recibida”; y ahora, solo ahora, en momentos difíciles, con escasos votos bajo el brazo, y con más enemigos que amigos a su alrededor, se atreven solo a balbucear por lo bajo la palabra “crisis”. Aunque, a día de hoy, y con razón, la muletilla usada también para aventar la terrible corrupción que ha sufrido -ese sí que es ser paciente- nuestro país. Ah, los hijos de la memoria. O aquello para los que todo es hablar y hablar… Como si hablando tanto se solucionara algo. Sí. Claro que es bueno hablar. (Contamos con interminables dichos populares para estos casos). Pero además de hablar, hay que apretarse el cinturón y adaptarse a las circunstancias del momento. Y eso, escasamente se hace.

El futuro que intentamos crear cada día no es como una de esas piedras, inertes, que uno halla en el camino. Trabajamos y prevemos para que todo marche mejor. Solo que las circunstancias políticas de estos momentos han caído como una china dentro de un zapato; la presencia de algo nuevo que nos dice nos vayamos olvidando del pasado, porque el futuro que viene será bien diferente, aunque no menos menos fácil que en los cercanos tiempos pretéritos que hemos vivido. Y eso parece haberles cogido de improviso a los profesionales de la política. Así tenemos el lío que tenemos. Cada uno le echa la culpa al otro. Y que cada partido se cree el mejor de cuantos están actuando en la arena de esta especie de circo.

Es cierto que el panorama político español se ha desconfigurado de manera sorprendente. Incluso los independentistas se han subido a este mismo tren. A ver qué pasa. Aunque lo cierto es que el futuro, al menos al principio, las raíces del pasado, por lo que el panorama pinta, se quiera o no, no se puede modelar con la arcilla de otro tiempo. Y ese es todo el lío. Mientras que el presidente en funciones, callado, espera que los demás hablen.

Algo irritado, me salta a la memoria la acertada cita de Winston Churchill, que dijo: “Los políticos deben ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”.  Fantástico.

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