El olor de la enfermedad: ¿huelen los perros el cáncer y otras dolencias?

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Los perros poseen un extraordinario sentido del olfato. / Borja Linage

La enfermedad tiene un olor, casi siempre inapreciable para el hombre. En varios proyectos científicos entrenan perros con el fin de identificar patrones olfativos que ayuden a emitir un diagnóstico. 

El olor de la enfermedad: ¿huelen los perros el cáncer y otras dolencias?

La enfermedad tiene un olor, casi siempre inapreciable para el hombre. En varios proyectos científicos entrenan perros con el fin de identificar patrones olfativos que ayuden a emitir un diagnóstico. 

 

La identificación de enfermedades y otros desórdenes en pacientes a partir del olor que producen ellos mismos, sus heridas o los fluidos corporales se remonta al padre de la medicina, Hipócrates, quien recomendaba a sus discípulos inhalar el aliento del enfermo o calentar el esputo para determinar qué clase de dolencia padecía. Las medicinas tradicionales también han utilizado este sistema, siendo un ejemplo la detección de un olor similar al de una “manzana podrida” un signo de padecer diabetes en la medicina china. La praxis moderna tampoco ha desestimado la percepción olfativa como método diagnóstico y en la actualidad se usa, entre otras aplicaciones, para monitorizar procesos asmáticos o el posible rechazo de un órgano trasplantado, fundamentalmente por medio del uso de narices electrónicas y otros dispositivos.

En la última década varios estudios científicos han puesto de manifiesto que el uso de sistemas de detección de compuestos volátiles tiene una interesante utilidad en el diagnóstico de gran número de dolencias. En este sentido, se ha aprovechado el extraordinario sentido del olfato de los perros. Los cánidos poseen, según la raza, hasta 300 millones de células olfatorias —los humanos sólo 5 millones— y un sistema asociado al sentido del olfato consistente en un mayor número de terminaciones nerviosas y un porcentaje del cerebro 40 veces mayor que el de un hombre destinado a interpretar las señales recibidas por éstas. Estas características hacen que los perros puedan detectar e identificar olores entre 1000 y 10000 veces mejor que cualquiera de nosotros.

Diversos proyectos científicos en relación a la capacidad de estos animales para detectar enfermedades surgen a raíz de una publicación del King´s College Hospital de Londres informando de una paciente que acudió a consulta tras observar que su perro le olfateaba repetidamente e incluso quería morder un lunar, en apariencia insignificante, y que resultó finalmente ser un melanoma. Desde entonces se han entrenado perros — de la misma manera que para la localización de explosivos, drogas o cadáveres— en la detección de numerosos tipos de cáncer, enseñando a los animales a distinguir entre tejidos o fluidos de pacientes enfermos y sanos. Se basan en evidencias científicas previas de la emisión por parte de los pacientes de compuestos específicos en su aliento, orina, saliva u otras muestras. Así, ha llegado a describirse la capacidad de identificación de animales entrenados en cánceres de mama, ovario, vejiga o pulmón, siendo de gran repercusión mediática la reciente publicación de un estudio en el que los perros percibieron la presencia de cáncer de próstata en aproximadamente el 98% de los casos al olfatear las muestras de orina de los pacientes.

No solo se están utilizando canes entrenados en el diagnóstico de cáncer, sino también en el de ciertas infecciones. Además hoy en día existen programas en los que el perro actúa como sistema de alarma para pacientes en riesgo de crisis diabética, epiléptica o de ataque cardíaco y que son llevados a cabo por asociaciones como Medical Detection Dogs.

Puede parecer magia y no ciencia, pero se ha demostrado que el magnífico sistema olfativo desarrollado por los perros es capaz de detectar moléculas en el aire imperceptibles para el olfato humano y con el debido entrenamiento basado en el refuerzo positivo (premios, juguetes, comida) el animal puede procesar esa información y señalar la existencia de las mismas. El futuro dentro de este campo se encuentra ahora en que los investigadores sean capaces de aislar las moléculas concretas que el animal detecta cuando se le expone a la muestra de un enfermo, debido a la controversia y dificultades que supone el introducir animales en el sistema sanitario. La polémica estará servida cuando se plantee que circulen por los hospitales para colaborar en las tareas diagnósticas, pero no tardando mucho será difícil poder arrebatar al perro el título de “mejor amigo del hombre”.

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