Occidente sigue aferrado a su política de bloques

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, junto a su homólogo de China, Xi Jinping, cuando el primero era vicepresidente del Gobierno de Obama. / NBC
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, junto a su homólogo de China, Xi Jinping, cuando el primero era vicepresidente del Gobierno de Obama. / NBC
Mientras todo el mundo predica el multilateralismo, la cultura del silencio se le está aplicando a China, perpetuando la política de bloques.
Occidente sigue aferrado a su política de bloques

No hay mejor manera de hacer patria que la de inventar adversarios o competidores contra los que defenderse. Algo tan viejo como el mundo, pero que en la actualidad -a pesar de todos los discursos de cooperación internacional que proclamemos- seguimos haciéndolo: nosotros y nuestros aliados, para fortalecer nuestro poder. Desde que, a finales del siglo XIX, y a expensas, precisamente, de sus victorias contra los españoles en Cuba y Filipinas, Estados Unidos acuñó el concepto propio de Imperio, lo sigue practicando.

Cuando -tras la caída del muro de Berlín- ya no había motivos para continuar con la guerra fría (si es que alguna vez los hubo), aún se las ingeniaron Reagan y G. H. Bush padre para ponerle la proa a Gorbachov y apoyar el ascenso de un Yeltsin que tenía más de títere que de estadista. Es la lógica de ese nuevo imperio, que pretende continuar, y que se escuda en una política de “bloques”, o de “bloques-patria”, para ser más precisos, y que trata de ignorar -cuando no de ningunear- todo lo que no pasa por su centro de gravedad.

Así continúa existiendo la OTAN, cuando -con la caída del muro de Berlín y la llegada dialogante de Gorbachov al poder- comenzó a no tener un sentido claro. Y así se mantiene un “bloque occidental” que llegó a inventarse programas casi de ciencia ficción, como la llamada “guerra de las galaxias”, a cargo de Bush hijo, que también se sacó de la manga el famoso “Escudo antimisiles”, y otras más graves y menos nobles iniciativas bélicas.

Pero todas esas iniciativas, que tienen un sentido geopolítico, también se traducen a una cultura y a una ideología dominante: también de bloques. Es la cultura del silencio y de ignorar a quien está fuera del propio foco.

Política de bloques

Mientras todo el mundo predica el multilateralismo, esa cultura del silencio se le está aplicando a China, perpetuando la política de bloques. De esa manera se ignora al país que se ha convertido en la segunda potencia económica, e incluso en la primera potencia comercial, del mundo. Y se llega en la era Trump -en el país que más predica el liberalismo- a imponer barreras comerciales y tecnológicas, tratando de bloquear los avances competitivos de China con el veto y el cerco a una compañía que ha osado avanzar en una tecnología de comunicación que puede determinar muchos progresos en el futuro, y facilitar el desarrollo en muchos ámbitos industriales.

Me refiero a la tecnología 5G y a la compañía Huawei, a la que -por basarse en una posible cooperación con tecnologías cuya base radica en los Estados Unidos- se le pretende cortar las alas cortándole los suministros.

Durante estos últimos días hemos asistido al gran logro del proyecto Perseverance de la NASA, que ha inundado todos los medios de información (hasta los deportivos) de todo el mundo. Y bien: aunque no resuelve los problemas económicos y sociales -ni siquiera los científicos- que ocasiona la pandemia, es en efecto un logro tecnológico, y un proyecto científico de futuro.

Pero es que unos días antes, China ha hecho llegar a Marte su sonda orbital Tienwen 1, que realizará en mayo o en junio el amartizaje de uno de sus módulos, sin que se haya escrito en occidente una sola línea sobre el hecho. Si se exceptúa Claves de China que sí se ocupó del asunto.

Mejor la cooperación

¿No le iría mejor a la Humanidad, presente y futura, si se lograra una visión y una práctica de cooperación multilateral, pacífica, contando con una realidad existente? Una realidad que, al ritmo con el que avanza la laboriosidad y dedicación de China, se va a mantener y a multiplicar, y que -en lugar de convertirla en una guerra comercial turbia- se podría traducir en una tarea de cooperación comercial, técnica y científica.

En ese sentido, la Unión Europea, aprovechando el interregno de cambio de poder en la presidencia norteamericana, supo actuar con un Acuerdo previo sobre las inversiones recíprocas con China. Acuerdo que Angela Merkel se esforzó para que se firmara (30 de diciembre de 2020) antes de que terminara la presidencia de turno de Alemania en la Unión Europea. @mundiario

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