Nuestro Mundo, nuestro propio idioma

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Mujer entre flores. / andreadesign.es

Porqué de vez en cuando no viene mal escapar a las historias que prometían un para siempre y nunca lo fueron. Porqué las buenas historias no tienen final feliz, simplemente no tienen final.

Nuestro Mundo, nuestro propio idioma

Solíamos decir que ésto eran cosas del destino y que lo nuestro era de otro mundo....al que nos gustaba llamar Nuestro Mundo. Aquél en que las tardes en un banco sin necesitarnos más que el uno al otro eran imprescindibles, y tus brazos eran el refugio y el consuelo que calmaban cualquier dolor.
Tal cual lienzo de colores vivos y alegría. Inventamos nuestro propio idioma, a besos nos entendíamos. Tu sonrisa iluminaba cualquier día gris, y mi boca recitaba la poesía que reflejaba tu mirada. Conectamos mejor que cualquier teléfono Nokia, y si se hacia el silencio era porqué tu mirada tenían algo mejor que decirme. No he contado cuántas veces te habré mirado pero conozco el color de tus ojos como si me hubiera bañado en ellos cientos de veces. Si ni fotos nos hacíamos porqué tus expresiones me las sabía de memoria.


Esto.... Ésto que solíamos llamar nuestro.... ni si quiera sé si es tuyo todavía o si lo olvidaste, pero es el cobijo al que acudo a veces, más de las que crees. Lo sé, hoy tiene menos color, se fué desgastando con el tiempo. Te juro que no sé ni cómo, ni por qué dejamos de luchar, simple y no tan simplemente lo fuímos convirtiendo en gris. No sé porque me empeño en darle más vueltas. No somos el primer caso, ni el último, ni si quiera especial. Suele suceder. Alguna que otra vez las personas se cruzan con la media naranja de la que llevo escuchando hablar toda la vida. Quizás sí que eras tú... y quizás es que nos exprimimos demasiado. La adrenalina de nosotros, entregarnos el corazón y partírnoslo para después curarlo a besos. Era el riesgo más intenso que corrimos pero el más sincero. ¿Sabes porqué? Por qué siempre estábamos el uno con el otro y aceptamos cada error para hacernos más fuerte. Así la cuerda que nos unía se haría más fuerte pero también nos ahogaría. Más fuerte. Y es que llegó un día que teníamos más razones para desatarla que para seguir tirando de ella. Y es por eso que nos exprimimos mucho, y por eso el recuerdo es un poco amargo. Pero el tiempo pasa y le echamos azúcar a lo que en su día tanto dolió, y nos queda la parte que nos deja buen sabor de boca. La parte que por muy dulce que yo recuerdo, duele tanto como las hostias que me sigo dando yo.

Pero éramos muy diferentes. Y blabla, lo de siempre, ya sabes que suena a cuento chino pero es así. Y ambos lo sabíamos. Fuí y soy jodidamente diferente a los demás. Como tú. Por eso te elegí, y por eso te perdí. Lo nuestro cuesta tanto de comprender como una equación de séptimo grado.

Nuestro lienzo de colores se quedó a medias pero desprende tanta vida, tantas vidas, que insisto en taparlo con otros bocetos. Pero no. Se acabó comparar bocetos, comparar que tengan el mismo color y el mismo tono que el nuestro. Que ellos no tienen la culpa de no alcanzarte, de no saber que me exististe, de no poder terminar éste final.

Pero no nos autoengañemos más, no hemos cambiado. Somos lo que fuímos con más matices grises que ayer. Y dejamos de intentarlo por no terminar de destrozar éste cuadro. Éste que está lleno de recuerdos pintados al óleo pero que detrás de cada huella esconde más de una sonrisa y una lágrima. Parte de lo que soy está pintado aquí y vengo a echarle un vistazo, a veces, cuando me pierdo. Cuando el mundo golpea y aprieta, a veces. Porqué de vez en cuando no viene mal escapar a las historias que prometían un para siempre y nunca lo fueron. Porqué las buenas historias no tienen final feliz, simplemente no tienen final. Nunca terminan, si alguien las recuerda.
 
Fin
 

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