¿Nos hemos vuelto locos?

Cataluña, una comunidad autónoma dividida.
Cataluña, una comunidad autónoma dividida.

En este proceso sin sentido que padece nuestro país el gobierno catalán busca trasladar la presión psicológica al adversario, llegando al punto de realizar juicios al revés.

¿Nos hemos vuelto locos?

Aquellas palabras que dejó escritas el poeta latino Horacio y que siglos más tarde invocó Immanuel Kant, “¡Sapere aude!”, carecen hoy de otro sentido que no sea el puramente estético. Las masas son enemigas radicales de la razón y suelen caracterizarse por despreciar el diálogo y sustituirlo por las consignas que previamente se les han ofrecido masticadas para eliminar las dudas. Cuando las turbas se adueñan del espacio común no importa la verdad, ni siquiera se cuestiona la validez de sus argumentos. En este proceso inédito para una democracia constitucionalista europea se ha arrojado al averno de las redes sociales el dulce caramelo de la independencia de un territorio oprimido.

Cataluña se convierte así en el pueblo galo rodeado de campamentos romanos que lucha por una libertad de la que sin embargo no carece. A esta corriente se suman amplios sectores de antiglobalización, anticapitalistas y personas de corazón noble pero flaco entendimiento que han elegido creer el romántico sueño de la lucha de un pueblo por sacudirse el yugo de un estado opresor, en lugar de hacer un ejercicio de inteligencia para buscar una verdad que, de haberlo hecho, les hubiese sumido en la decepción absoluta. No se puede reclamar un estado que nunca existió; no se puede clamar por una libertad que nunca se ha perdido; no pueden acusar de falta de democracia los mismos que perpetraron un golpe de estado a la misma en su parlamento los días 6 y 7 de septiembre.

No se puede reclamar un estado que nunca existió; no se puede clamar por una libertad que nunca se ha perdido; no pueden acusar de falta de democracia los mismos que perpetraron un golpe de estado a la misma en su parlamento los días 6 y 7 de septiembre.

Sin embargo y a pesar de haber sido desmontadas las falsedades iniciales que vertieron profusamente y sin el más mínimo sentido del pudor por los principales medios de comunicación nacionales e internacionales, la causa independentista gana terreno mediático gracias a la ineptitud del gobierno de España. Rajoy y su equipo no han sabido trasladar con convicción a la opinión pública el mensaje de legalidad que sus acciones pretenden, dejando que las falacias y los recortes a la libertad que desde el bloque independentista se han producido caigan en el olvido.

Confusión, ruido y falsas pruebas han sido combatidas desde el gobierno español con tanta torpeza como falta de celeridad, alimentando de ese modo los corazones de alienados deseosos de encontrar justificaciones a su quimera. El otro lado, el de la inquinidad democrática, se saben de memoria las tesis del filósofo y politólogo estadounidense Gene Sharp, abanderado de la lucha no violenta contra el poder y teórico de las estrategias que preconizan que si los ciudadanos no obedecen las órdenes de los líderes de las estructuras del Estado, les dejan sin poder. Lo que resulta increíble es que nadie del Ministerio del Interior o el CNI las ignoren.

Lo que está ocurriendo es de manual y la experiencia no hace más que avalar el desastre social que se avecina. Es urgente desmontar su principal característica que radica en aplicar una apariencia de legalidad que busca convencer a una porción de la sociedad civil y la sociedad internacional de que el movimiento surgido de dicho golpe es legítimo. No hay nada de verdadero en este proceso y la democracia de nuestro país no puede permitirse que se ataquen sus fundamentos sin una respuesta firme, precisa, e implacable. Es de justicia. @mundiario
 

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