Mezquinad y repugnancia

Mark Rutte y Angela Merkel. / Mundiario
Mark Rutte y Angela Merkel. / Mundiario

Solo la voz de Antonio Costa, primer ministro portugués, ha clamado en el desierto, mientras un brote de euronazismo amenaza con recluir a los europeos del sur en campos de concentración de exterminio financiero.

Ha sido abrir la boca Wopke Hoeskstra, ese ministro holandés de las finanzas que, en plena terapia de amor en los tiempos del virus, acusa a Italia y España de derroche, frivolidad e incapacidad de administración presupuestaria, y ya no es que a muchos nos siga costando conciliar el sueño europeo, es que nos hemos despertado bruscamente, oye, con esa sensación coplera y cañí de que, ”ni contigo ni sin ti tienen nuestros males remedio” Contigo, Europa, porque nos matas y sin ti porque es posible que podamos palmarla.

No es la primera vez que la bajeza humana del ejecutivo holandés hace honor a la genuina toponimia de su Estado: Países Bajos. Eso, eso: ¡que bajo estáis cayendo tíos! Otro ministro de lo mismo, Jeroen Dijsselbloem, se conoce que en el mismo grado de plenitud de su facultades, insinuó que los pedigüeños países del sur de Europa nos gastábamos el dinero en copas y mujeres ¡Eso es profundidad de análisis, convicción eurofila, contribución a la Unión Europea para que siga progresando adecuadamente! Yo, en mi ingenuidad, es que creía que con eso de la pandemia y la cosa estaban cerrando los cofee shop y restringiendo los porros ¡Anda ya!

Y bueno éramos pocos, y al eurocalvinismo total de la supremacista “naranja mecánica” política, tenemos que añadir esa cínica complacencia teutónica. La verdad es que resulta conmovedor que en un alarde de amnesia histórica, Alemania esté continuamente pasando página de la masiva exención de gran parte de sus deudas económicas y morales tras los acuerdos de Versalles y las Conferencias de País y Yalta. Lo de la Europa nórdica, en cambio, donde todavía circula la Corona como moneda, no es más que otra mutación del “coronaeuro” con el que periódicamente perjudican seriamente la salud de las frágiles economías del sur.

Pero, bueno, a lo que íbamos. Que no sé ustedes, pero yo me he sentido huérfano ante el silencio de los corderos que ha mantenido el Gobierno español, y demás gobiernos del eurosur, ante esa amenaza euronazi de recluirnos en campos de concentración de exterminio financiero. Y que sólo una voz, la del Presidente portugués Antonio Costa, ha clamado en el desierto de eurosolidaridad, sin paños calientes, sin subterfugios diplomáticos, sin miedo a las Gestapos y las SS financieras que han vuelto a resurgir en la Europa de siempre, capital Bruselas. Solo Antonio Costa, ¿me oyen ustedes, Macron, Conte, Sánchez y demás tocayos plañideros?, le ha llamado al pan, pan y al vino, vino, con dos calificativos que describen con precisión lo que sienten, lo que sentimos millones de eurociudadanos sureños de esa falacia, ese bluff al que siguen llamando je, je, sueño europeo: mezquindad y repugnancia.

Hombre, es que una cosa es que nos mantengan confinados ante una pandemia de virus y, otra, muy distinta, que pretendan confinarnos ante un brote de avaricia, de supremacismo, de tecnocracismo supuestamente humano. Claro que el hombre fue, es y seguirá siendo lobo para el hombre, mister Hobbes. @mundiario

 

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