La vida después de la muerte

After Life.
After Life.
Recordar es la única garantía de que lo que pasó no muera.
La vida después de la muerte

Mi memoria de las películas que vi no está en relación directa con la valoración o con el placer que me produjeron. Igual me pasa con la literatura: me apasiono, subrayo, quiero ser el escritor, lo envidio a rabiar y, con el tiempo, me resulta imposible recordar en cuál novela dijo eso y en relación a qué.  Empiezo a buscar en mi biblioteca los libros, inspecciono lo que subrayé  y a veces, desisto. En  alguna circunvolución cerebral me quedan anidadas porque, cuando escribo, noto que se deslizó alguna idea prestada. Imposible rastrear su origen.

Pero hay algunas obras cinematográficas, teatrales o literarias que, sin explicación, permanecen intactas en la memoria, como en la de Funes, el memorioso.

Una de ellas es “After life” o “La vida después de la muerte” de Kore-eda Hirokazu (1999). Puedo verme perfectamente como huésped de ese limbo después de haber muerto, frente a los empleados celestiales que me preguntan qué único recuerdo de toda mi vida prefiero conservar.  Puede ser un instante de felicidad, la evocación de una caricia, el calor de la luz del sol sobre mi piel.  Tengo unos días límbicos para pensarlo. Cuando lo decida, ese instante será reconstruido para poder ser filmado y guardado en perpetuidad en mi memoria. Será mi cielo personal.

Hace veinte años que le doy vueltas a esta elección: ese beso especial, lento, cálido, que me corta la respiración. No, no, porque me privaría recordar esa vez que con mis hijas, en una playa de Brasil nos tomamos un trago en la playa al mediodía y nos reímos a morir. No, no, porque me faltaría el instante en que vi la cara de Bautista por primera vez. No, no, porque me faltaría ese momento epifánico en el que recorrí el camino arbolado y una luz en el fondo me hizo tener constancia de que hay una posibilidad de Dios. No, no, porque me perdería esa noche en un barsucho de París en el que me dijo, mirándome a los ojos: “¡que tu es belle!”

Recordar es la única garantía de que lo que pasó no muera. Por eso en la película “Coco”, de Leo Unkrich ( 2017)  la única forma de que, en la dimensión de los muertos, los antepasados no se desvanezcan, es mantener su foto en el mundo de los vivos y pensar en ellos, siempre.  Héctor, le grabó a su hija una canción: “Recuérdame”, como una garantía de eternidad.

¿Cómo hacer para meter en ese instante de felicidad a todos los que ya no están, y hacerlos convivir a maridos, amantes, amigos en un recuerdo eterno y armonioso y , además, dejarles lugar a todos los que vendrán?

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