Juan Laguna (VI)

Goya
El 3 de mayo en Madrid, de Goya.
Juan Laguna continua con sus memorias mientras se termina de tomar su café con leche y ron.

Arrellanándose en su lugar Juan recordó ahora como en la montaña del norte se libró la más cruenta y fratricida guerra que jamás él  había leído en la historia de su país, los jóvenes caían muertos a diario como zopilotes mojados en ambos bandos, otros huían por tierra, mar y aire del territorio nacional, la familia se dividió tanto que se tomó como ejemplo ético al hijo delator de la URSS que salió un día en la revista Sputniks, en donde se erigía un monumento a un hijo delator moscovita por delatar a toda su familia que eran apenas unos simples mujiks o campesinos de los montes Urales.

La gente estaba súper cansada de tanta muerte, hambre y destrucción, los más entendidos en materia económica como Oscar Arias  permio Nobel de la Paz decían que el país había retrocedido ciento cincuenta años, aunque en realidad ese cálculo a mi parecer le quedó chiquito- pensó Juan-. La inmoral dirección nacional era un perro cencerro, un  perro loco que pasaba ladrando todo el tiempo, y  ladraba tanto  que no servía para nada, porque era un perro servil de la potencia bolchevique y un perro títere y fiel del tirano de la isla.

Los nueve Alí Babá que se habían erigido como dirigentes de la revolución desde que el pueblo había logrado llevarlos al poder, gobernaban el país como una granja medieval y se encontraban equivocados, con problemas y sin autoridad como los cerdos de la ¨Rebelión en la Granja¨ del libro del inglés Orwell.

Y el pueblo palideció, y cayó como en un estado de inanición o trance, el dolor era profundo y socavo los cimientos del arquetipo del inconsciente colectivo del nicaragüense, y de repente todo el pueblo conspiró y supo cuál era la solución al problema y todos se quedaron callados esperando el momento para demostrar su repudio a la revolución cuando la necia dirección nacional adelantó las elecciones ante la presión internacional.

Y  la hacienda el Tamagás se fue empobreciendo cada día más mediante la inflación de la economía del país en donde todos éramos ahora millonarios de la miseria. La gente caminaba sacos de dinero sellados con miles y millones de córdobas, lo poco que podías comprar lo hacías con billetes sellados con miles y millones, un refresco por ejemplo te costaba veinte mil  y un caramelo un millón y medio por decir algo- se dijo Juan-.

Las calles de la capital estaban desérticas, tristes y vacías. Muchas familias se marcharon al exterior, principalmente a Estados Unidos. La miseria era obvia por dondequiera que fueras y los jóvenes seguían huyendo del servicio militar y otros regresaban envueltos en bolsas negras de plástico. La revolución era un fracaso y muchos de los andaban becados en Cuba o Europa, venían creyendo que la revolución era el sueño hecho realidad, pero los más realistas y objetivos sabían muy bien que todo era un caos y que en todo caso debían de disimular para no ser tachados de traidores.

Una señora un día en medio de una demencial fila  les gritó a grito partido a los encargados de los centros de abastecimiento estatal que -¨el gobierno era el verdadero millonario; porque muchos  cuando entraron triunfantes el 19 de julio venían con una mano adelante y otra atrás, y ahora viven  en las mismas mansiones y casas de los somocistas, tienen de todo, no les hace falta nada y el pobre país lo tienen hecho una millonaria mierda de pobreza… un día de tanto en vez de frijoles no van a dar balas y en vez de arroz quebrado granadas.

Degenerados, sinvergüenzas, ahh pero ahí hay un Dios- gritaba la señora mirando al cielo-ese es el que les va cobrar caro tanta muerte y pobreza a la que estos hijueputas de la dirección de la cochina mal parida nos han llevado. Y para el colmo de la desgracia hasta un congreso de brujas hizo la mujer esa de Daniel que dicen que es una bruja consagrada a Baalzebú, no les digo como estaremos llenos de demonios en este país, porque ahora ni en la puta madre que los pario creen estos pendejos.  

Imagínate – continuaba gritando la señora en la fila-  una bolsa de hielo vale dos millones y medio, y en el transporte colectivo solo vamos millonarios y para comprar un tanquecito de gas butano tenes que pasar haciendo filas días para pagar cien millones, un día de tanto nos quitan el aire, porque ni papel higiénico hay, y uno tiene que andar poniéndose trapos en el chunche cuando te baja la regla. Desgraciados como ellos tienen a sus hijos viviendo en el exterior les vale el resto de la gente, ellos creen que son animales los que mueren a diario en la montaña defendiendo a estos nueve ladrones.

La cosa es que no podes comprar nada sino tenes millones- continuaba diciendo la señora-  y como casi no hay nada que comprar que puta vamos hacer nosotros cuando todo está mierda se acabe y nos quedemos todos con los sacos de billones de papel. Ayyy Dios mío, yo no sé a qué puta hora dejamos que estos cabrones nos gobernaran si bien estábamos con tacho Somoza que era otro dictador es verdad, pero nunca nos hizo pasar por este martirio que estamos pasando.

Y mi pobre hijo en la montaña- continuo diciendo la señora sollozando-  dice que los rusos y cubanos solo saben recetarle a los muchachos, ¨cortarle la pata¨, por cualquier accidente que tengan en las piernas.  Sin agua nos van a dejar esos desgraciados comunistas, porque toda el agua se la están llevando a su país. – terminaba diciéndole  la señora a la gente escondiéndose en la fila - y al poco rato aparecía un militar intimidando a la gente y de inmediato toda la gente se quedaba callaba como si no hubiera pasado nada y nadie decía absolutamente nada.

El silencio y la resignación era el mejor mecanismo de escape y protección contra los que ostentaban el poder absoluto de la dictadura del proletariado. En las bases militares era típico ver cuando llegaba por ejemplo alguna delegación extranjera, y veías como los nacionalistas de ayer escondían los afiches, libros y pancartas alusivas al marxismo leninismo o del Che Guevara, y la figura de Sandino o de Carlos Fonseca tomaba la preponderancia que en realidad no se le daba. Un grupo de militares de confianza se encargaba de limpiar o borrar en las bases militares cualquier vestigio de penetración política ideológica de la enclenque URSS, que ya comenzaba a dar señales de debilidad política y económica.

Las covachas de los cubanos en las bases militares eran desocupadas con días de anticipación y se les escondían toda su parafernalia en lo más recóndito de las bodegas,  cocinas, refrigeradoras, aires acondiciones, gimnasio, etc.  Para que no se descubrieran las prerrogativas que estos invasores tenían en las bases como asesores militares y entrenadores militares, quienes eran escondidos en casas de seguridad que luego llegarían a ser de su propiedad por decreto presidencial.

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