Juan el Bautista (IV)

Pintura de Jackson Pollock./ /blog.artsper.com
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Juan es echo prisionero en donde la incertidumbre acerca del verdadero Mesías lo abruma.

En prisión, Juan se encontraba solo y meditando sobre la venida del Mesías, mientras sus longevos padres Zacarías sacerdote del grupo de Abias, su esposa Isabel descendiente de Aarón y algunos discípulos de Juan pedían una audiencia con Herodes rey de Judea para pedir la libertad de su hijo, pero éste nunca les concedió ninguna audiencia, ya que sabía muy bien que lo único que lograría era perder su tiempo discutiendo acerca de su cuñada Herodías con quien convivía y que Juan le había dicho que no le era licito convivir con la mujer de su hermano.

La verdad es que Herodías era el verdadero motivo por el cual Juan se encontraba guardando prisión, además Herodes sabía muy bien que los padres de Juan eran irreprochables y rectos a los ojos de su Dios y vivían de acuerdo a los preceptos y mandamientos, por su parte, Juan quien era desde antes de nacer grande a los ojos de Dios, con su llamado había convertido a muchos israelitas al Señor, desde que inició su predicación en el desierto de Judea y el Jordán anunciando la venida de Jesús, el Cristo, no había visto algo parecido nunca en su vida cuando Jesús le solicitó ser bautizado por él y de como pudo ser testigo ocular al ver descender sobre Jesús el Espiritu en forma de paloma  y la estentórea voz del cielo diciendo -¨este es mi hijo amado el predilecto en quien tengo contentamiento, escúchenlo¨- . A pesar de todo Juan todavía se encontraba muy desconcertado deliberando si realmente Jesús era el verdadero Mesías, y esto lo hacía recriminarse así mismo por no tener la certeza y la convicción necesaria.

Una fría noche de invierno Juan fue despertado por el mismo ángel que a su padre Zacarías se le había aparecido cuando quedó mudo al salir del templo diciéndole, ¨eres grande a los ojos del Señor; nunca  has tomado  vino ni licor, desde el vientre materno siempre has estado lleno del Espiritu, has convertido y preparado a muchos israelitas para el Señor, siempre has ido por delante con el espíritu de Elías, para poder reconciliar los padres con los hijos y a los rebeldes con la sabiduría de los honrados, así has preparado a un pueblo bien dispuesto anunciando la venida del Cordero¨, y Juan al escuchar estás palabras le preguntó,- quién eres, qué haces aquí, acaso te han metido a mi celda sin darme cuenta, -soy Gabriel,- le respondió el ángel , - sirvo a Dios en su presencia, me ha enviado a hablarte, y decirte que pronto estarás ante la presencia del Señor,- y soplando sobre su rostro el Espiritu desapareció.

Juan se despertó sobresaltado diciendo , - bendito es el fruto de tu vientre Jesús, quién soy yo para que tu ángel me haya visitado en prisión,- y en ese momento recordó las palabras de la madre de Jesús cuando él apenas se encontraba en el vientre de su madre y que santa Isabel le hizo aprender de memoria: ¨ mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi salvador, porque se ha fijado en la humillación de su esclava y en adelante me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí, su nombre es santo, su misericordia con sus fieles se extiende de generación en generación, despliega la fuerza de su brazo, dispersa a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos, socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad, prometida a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y su descendencia para siempre¨.

Juan estando en prisión una febril tarde recordó la anécdota del día que su padre el sacerdote Zacarías había profetizado cuando escribió en una pizarra su nombre, ¨Juan¨; porque su padre había quedado mudo por dudar de las palabras del ángel cuando éste le anunció en el templo su nacimiento estando ya viejo: 

¨Bendito el Señor, Dios de Israel, porque se ha ocupado de rescatar a su pueblo, nos ha dado un poderoso Salvador en la Casa de David, su siervo, como había prometido desde antiguo por boca de sus santos profetas para salvarnos de nuestros enemigos y del poder de cuantos nos odian, manifestando su bondad a nuestros padres y recordando su alianza sagrada,  lo que juró a nuestro padre Abraham, que nos concedería, ya liberados del poder enemigo, lo sirvamos sin temor en su presencia, con santidad y justicia toda la vida, y  a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque caminarás delante del Señor, preparándole el camino; anunciando a su pueblo la salvación por el perdón de los pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará desde lo alto un amanecer que ilumina a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, que endereza nuestros pasos por un camino de paz¨. 

Una fría mañana uno de sus discípulos le llevó la noticia de que los letrados y fariseos lo habían mencionado diciéndole a Jesús – los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben. Jesús les contestó: — ¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos? llegará un día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán-. Juan de hinojos y con los ojos cerrados dijo a grandes voces. - ¿Dios mío en  verdad será Jesús el que había de venir o tendremos que esperar a otro?.- Maestro,- le dijo el discípulo, -Jesús además te ha mencionado en una de sus predicaciones diciendo:- No hay árbol sano que dé fruto podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano.

 Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos. Vino Juan un hombre bueno que sacó cosas buenas de su tesoro bueno del corazón, siendo la voz que gritaba en el desierto anunciando la venida del Hijo del Hombre; pero ustedes al escuchar su proclamación sacaron lo malo de la maldad de sus corazones, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Juan os llamó a un bautismo de arrepentimiento, anunciando mi venida.

 Lo llamaban Juan, Juan el Bautista, la voz que grita en el desierto, anunciando la venida del señor, pero muchos de ustedes no le creyeron y no hicieron los que le decía, lo escucharon pero no pusieron en práctica lo que Juan les decía, y conmigo ustedes hacen lo mismo, me escuchan pero sus corazones está lejos de mí, son como el que construyó una casa sobre el litoral de la playa, cavó hondo y colocó sus cimientos sobre la arena,  se precipitó el caudal y la casa quedó en la ruina, en cambio muchos de los que escucharon atentamente el llamado de Juan y el mío se parecen a los que construyeron una casa en el mismo litoral de la playa, cavaron hondo y colocaron sus cimientos sobre la roca, se precipitó el caudal y la casa no fue sacudida; porque estaba bien construida sobre la roca que es mi Padre celestial.

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