La Inteligencia Artificial real

La humanidad frente a la inteligencia artificial. / RR SS
La humanidad frente a la inteligencia artificial. / RR SS
A diario tenemos unas sensaciones encontradas sobre la tecnología. Por un lado, pensamos que solucionará todos los problemas que tenemos y que sus posibilidades son infinitas y, por otro lado, le tenemos miedo porque nos despojará de nuestra humanidad y destruirá el mundo. Ni una cosa ni otra.
La Inteligencia Artificial real

Me he decidido a titular este artículo con la frase “La Inteligencia Artificial real” tomándolo de un anuncio de los televisores LG. Desde la primera vez que vi el clip comercial, este concepto me causa cierta gracia pero encierra unos cuantos matices que me gustaría comentar, y de ahí que lo tome prestado para el título de este texto. El enfoque de estos artículos será no-científico, elaborados por una persona que trabaja en el ámbito científico sin serlo; y cuya finalidad será meramente divulgativa, orientada a aquellos que puedan tener un interés personal o profesional en estas temáticas.

Lo primero de todo sería aclarar  algunos aspectos sobre la Inteligencia Artificial (IA). La Inteligencia Artificial no es algo nuevo, aunque ahora mismo está en su segunda (o tercera) juventud. En los años 50 del siglo XX se consideraba que “todo aspecto del aprendizaje o cualquier otra característica de la inteligencia puede ser descrita con tal precisión que se puede crear una máquina que lo simule”. A partir de ahí, el concepto se ha llevado a la práctica de formas muy diversas, dando lugar a una gran variedad de sistemas que, de una u otra forma, pueden considerarse Inteligencia Artificial. Es esta generalidad en la definición (junto con el hecho de que la tecnología se encuentra en un claro momento de hype), lo que principalmente contribuye a que ahora mismo casi cualquier sistema informático se promocione como “basado en IA” para aprovechar el tirón. En resumen, se trata de que una máquina perciba y actúe en el mundo real de una manera humana (y se supone que inteligente), teniendo en cuenta que las máquinas tienen percepción del mundo a través de los datos que se le aportan como representación de éste.

La máquina inteligente

Existen dos formas de conseguir que una máquina sea inteligente. Por un lado, podemos darle una serie de reglas deterministas: “cuando ocurra esto, haz esto otro”, es lo que conocemos como inteligencia artificial simbólica y se lleva usando desde hace muchos años, especialmente para automatizar tareas. Cuando no podemos saber las reglas que rigen un sistema, podemos introducir datos de entrada y observar qué ocurre en la salida (de esos datos), esto es lo que conocemos como aprendizaje máquina o Machine Learning (ML). Esta última opción abre un gran campo de actuación: aprender a modelar automáticamente sistemas que no conocemos, pero requiere una fase previa de observación de las salidas que se obtienen de la introducción de muchos datos en el sistema.

Teniendo claros los conceptos, cabe pensar en qué punto de penetración están siendo utilizadas estas técnicas en la sociedad. Si nos fiamos de una “clasificación por intensidades” (utilizada habitualmente), ahora mismo estaríamos en el escalón más simple en lo que se conoce como IA estrecha o débil, en el cual, los sistemas están centrados en una tarea concreta y específica (aunque pueden superar la capacidad del ser humano). En un nivel superior se podría alcanzar la capacidad humana en tareas cognitivas; y en el siguiente escalón sobrepasarla, es la llamada Superinteligencia Artificial.

Desde Galicia

Con todo esto encima de la mesa, podemos tener una perspectiva de dónde estamos ahora mismo en Galicia para analizar cómo nos puede influir en los próximos años. En mi opinión, la primera percepción, es que estamos mucho más verdes de lo que creemos y la posibilidad de mejora es enorme. Esto contrasta con afirmaciones muy recurrentes en que parece que la IA está en la calle en un estado de maduración alto. Si dejamos al margen a los grandes actores mundiales, podemos decir que en Galicia la implantación real de una IA con un aporte de valor relevante es bajo. La percepción de que es más alto de lo que es realmente viene alimentada por una visión posibilista y marketiniana que, en ocasiones, tenemos los tecnólogos. También la generalización de algunos conceptos utilizados pueda llevarnos a decir “yo utilizo inteligencia artificial desde hace 25 años” (como me han dicho recientemente) y, si atendemos a la definición más estricta, no sería falso, pero estamos hablando de otra cosa distinta. En contraposición, la sobreventa o pensar que todo es posible, ha generado algunas frustraciones que hay que revertir. Además, en muchos casos, las infraestructuras de los usuarios (empresas e instituciones) no son capaces de sostener un sistema complejo ya que no disponen de las estructuras organizativas adecuadas, profesionales especializados, estructuras de datos, ni capacidad de cómputo que permitan satisfacer las expectativas.

Desde un punto de vista menos técnico, existe una percepción doble y contradictoria. Por un lado, hay un interés en la tecnología que parece que nos va a impactar a todos, pero muy pocos han conseguido sacar un rendimiento económico en su negocio de aplicar IA (aunque parezca lo contrario). Por otro, hay una cierta opinión de que estas tecnologías en toda su potencia son caras y están al alcance de muy pocos.

Aspectos sociales

Otro gran grupo de aspectos que influyen en que no se generalice la utilización de estas tecnologías, son los aspectos más sociales-humanísticos. Existen algunos miedos provocados por la sensación de entrar en terreno inexplorado (lo cual es un síntoma del desconocimiento real). Recelos a poner en riesgo la privacidad, es uno de los primeros que se ponen encima de la mesa. Es importante mencionar que la utilización de los sistemas de IA se puede utilizar bien o mal, si se tienen en cuenta o no, los elementos de seguridad y privacidad de los datos. Es decir, en general, debería ser posible compatibilizar el valor del dato con la protección del mismo, pero para eso hay que tenerlo en cuenta e invertir en ello. También generan cierta intranquilidad las implicaciones legales de un sistema de inteligencia artificial, ya que no está clara la asignación de las responsabilidades del funcionamiento de este tipo de sistema (por ejemplo, el coche autónomo). Se están haciendo movimientos de cara a contemplar la persona electrónica, pero filosófica y legalmente es un tema complejo. Otro aspecto extendido de preocupación es el impacto negativo en el empleo con la implantación de sistemas inteligentes que sustituyan a los humanos, lo que hace que aumente su mala reputación.

Desde mi punto de vista, con una óptica de implantación de la IA en el tejido productivo gallego, podemos decir que estamos en los albores. Tenemos que hacer un mayor esfuerzo por explicar qué es la Inteligencia Artificial y cuáles son sus posibilidades, concretándolas para cada negocio y aplicación, dimensionando correctamente las expectativas de los clientes y usuarios. Este esfuerzo tiene que venir por poner en valor que la potencia de estos sistemas no está tanto en el “músculo”(el equipamiento), como en la “cabeza”(en el conocimiento). Es posible que la utilización de este tipo de tecnologías nos indique un nuevo camino a seguir, pero lo que nadie quiere, sin duda, es caminar lentamente hasta el cementerio haciendo lo de siempre.

El camino

En mi opinión, empezar por pequeñas aplicaciones con éxitos rápidos, reconocibles y cuantificables, puede forjar un camino sólido en las organizaciones y generar ejemplos para el resto del ecosistema. Por otro lado, también debemos entender que la tecnología no solucionará el problema, que tendrá necesidad de ir acompañada de una capacidad humana imprescindible y, seguramente, un cambio de mentalidad en la empresa. Dentro de este cambio de mentalidad tendría que estar la formación para los nuevos roles que se creen en las empresas con la implantación de estas tecnologías re-capacitando a los empleados.

En resumen, tal y como decía en el inicio de este artículo, tenemos que hacer reales estas tecnologías con una implantación real en la sociedad aprovechando sus posibilidades, pero potenciando los componentes sociales (empleo, privacidad, legalidad, ecología...). Todos estos aspectos implican una inversión a medio-largo plazo que transforme realmente los sectores afectados, y es ahí donde está el principal escollo. Excepto contadas excepciones, no parece que exista una inversión económica que no esté condicionada por la situación inmediata, lo cual ahoga cualquier iniciativa de incorporar un cambio de modelo estratégico en la organización basada en las tecnologías de IA. En definitiva, la tecnología está al servicio de los humanos y como tal es un reflejo de lo malo y lo bueno de estos, quizá amplificando su efecto. @mundiario

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