Si por él fuera, Rajoy continuaría como presidente en funciones el resto de su vida

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. / Mundiario
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. / Mundiario

Lo llamativo no es que Rajoy se sienta en su salsa. Lo llamativo es que quienes se reivindicaron como los profetas de la nueva política hayan terminado actuando como alcahuetes del político -y la política- más antiguo entre lo antiguo.

Si por él fuera, Rajoy continuaría como presidente en funciones el resto de su vida

Debe de resultar hasta cierto punto chocante para alguien que lleva toda la vida en política, que se jacta de estar de vuelta de todo y de haber recorrido todo el escalafón, desde concejal de pueblo a presidente del Gobierno -sin olvidar su pasado como presidente de diputación provincial, como él bien siempre recuerda a quien le presta atención-, descubrir a los 61 años que en realidad lo que él siempre ha querido ser es “en funciones”. No, desde luego, por lo coyuntural del asunto sino por la irresponsabilidad, la falta de ataduras, al menos en la libérrima interpretación que Mariano Rajoy ha dado a sus responsabilidades como presidente en funciones del Gobierno.

Para alguien que se llena la boca cada vez que interviene en público con la importancia de la responsabilidad con que se debe ejercer el cargo, resulta que lo que de verdad goza, en lo que de verdad se siente como pez en el agua, es en la irresponsabilidad en el ejercicio del mismo. Si hay un cielo liberal, Rajoy lo ha encontrado en el estar en funciones: gobernar sin control, sin comparecer ante la oposición, sin perder el tiempo en explicar o explicarse. 

Sí, finalmente irresponsable. Al fin, irresponsable.

> Irresponsable para, tras haber incumplido por cuarto ejercicio consecutivo el objetivo del déficit público y colocar a España en el punto de mira de las instituciones europeas, imponer un nuevo reparto del mismo entre administraciones públicas sin consensuarlo con los grupos parlamentarios ni con las comunidades autónomas o ayuntamientos

> Irresponsable para decretar un recorte de 2.000 millones de euros a los presupuestos generales del Estado estando en funciones y no acudir al Congreso a obtener el beneplácito a una decisión que si de algo dista es de constituir un asunto de mero trámite, una medida que no comprometa o condicione al futuro Gobierno de la nación.

> Irresponsable para acudir a una cumbre europea para buscar respuestas al drama de los refugiados y firmar un acuerdo como el firmado con Turquía, en el que se vulnera la legalidad internacional y se minan los valores fundamentales sobre los que se ha construido la Unión Europea, y rehusar debatir en el Congreso sobre el mismo.

> Irresponsable, muy irresponsable, para burlar(se de) las reglas democráticas y declinar el encargo del Rey para buscar un acuerdo y someterse a la investidura como presidente de pleno derecho del Gobierno o, al menos, poner en marcha el procedimiento constitucional para la convocatoria de nuevas elecciones, prorrogando el ejercicio de un cargo para el que ni cuenta con la confianza mayoritaria de la cámara ni nunca ha movido un dedo para lograrlo.

Sí, si por él fuera, Mariano Rajoy continuaría como presidente en funciones el resto de su vida: a fin de cuentas, cobra lo mismo, trabaja menos y ni se molesta en acudir al Congreso a dar explicaciones sobre nada. Por no tener, no tiene ni que sustituir a sus ministros.

Lo llamativo no es que Rajoy se sienta en su salsa. Lo llamativo es que quienes se reivindicaron como los profetas de la nueva política hayan terminado actuando como alcahuetes del político -y la política- más antiguo entre lo antiguo.

Mucha irresponsabilidad. Demasiada.

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